Libertad sin cargas

¿Vale todo por la pasta? De Rubiales y Piqué a los petrodólares del golf

Montaje Piqué Rubiales 2x2 portada
¿Vale todo por la pasta? De Rubiales y Piqué a los petrodólares del golf.
Nerea de Bilbao (Infografía)

Lo decía el clásico, entre el honor y el dinero lo segundo es lo primero. Bien lo saben Rubiales y Piqué, que prefirieron los pingües beneficios de llevar la Supercopa a Riad antes de considerar el respeto a los derechos humanos, no muy populares en el país en cuestión. “Geri, enhorabuena. Y no me refiero ni a tu partidazo de ayer ni a tu gol. Ya son más de las doce y ya es firme el acuerdo con Arabia Saudí. Un abrazo, gracias por todo y aquí estoy para lo que necesites”, escribía el presidente de la RFEF al jugador del Barcelona, según los audios difundidos por ‘El Confidencial’. ¿Balance? 24 millones en seis años para Kosmos, la empresa de Piqué, y 40 millones para la Federación. “A ver, Rubi, si es un tema de dinero, si ellos (el Real Madrid) por ocho irían, hostia tío, se paga ocho al Madrid y ocho al Barça… A los otros se les paga dos y uno… son 19, y os quedáis en la Federación seis kilos, tío (…) Y apretamos a Arabia Saudí y a lo mejor le sacamos (…) un palo o dos palos más”, insistía Piqué para sacar adelante el proyecto, con un compadreo llamativo. Los negocios son los negocios.

La Supercopa española y las tribulaciones del tándem Rubiales-Piqué son un juego de niños, empero, si se comparan con el cisma que ha generado en el golf mundial la puesta en marcha de un nuevo circuito profesional alternativo financiado por los saudíes y que busca poner en entredicho la supremacía del PGA Tour estadounidense. Por delante, claro está, obscenas cantidades de dinero para atraer a las principales figuras mundiales. Basten un par de ejemplos. Dustin Johnson, ganador de ‘grandes’ y exnúmero uno del mundo, se apuntó al proyecto saudí tras recibir una proposición económica de 125 millones de dólares. En noviembre de 2021, cuando ganó la chaqueta verde del Masters de Augusta superó los 70 millones de dólares en ganancias acumuladas tras décadas de carrera. Por su parte, el primer ganador del certamen saudí, denominado LIV Golf y que arrancaba este fin de semana en Londres, se embolsó más de 4 millones. Se trata del sudafricano Charl Schwartzel, que desde las profundidades del ranking mundial ha ganado en tres días lo mismo que en sus últimos cuatro años de actividad en EEUU.

Desde luego, ni Johnson ni Schwartzel ni el resto de díscolos -entre los que figura en español Sergio García- aspiran a la gloria con su nueva apuesta, que les ha supuesto la inmediata expulsión del PGA Tour. Para empezar, el formato elegido por los árabes -con solo tres jornadas de competición, sin corte y una clasificación por equipos- parece más un circo de exhibición que un torneo de verdad. Además, tampoco son ajenos a las cuitas reputacionales que implica. Phil Mickelson, el más laureado de los ‘traidores’ no podía ser más explícito en una conversación con su biógrafo que terminó haciéndose pública. “Da miedo involucrarse con ellos (los saudíes). Sabemos que mataron a Khashoggi [reportero del Washington Post] y tienen un historial horrible en materia de derechos humanos. Allí ejecutan a la gente por ser gay. Sabiendo todo esto, ¿por qué lo consideraría siquiera? Porque esta es una oportunidad única para remodelar la forma en que opera el PGA Tour”, exponía, en un cínico ejercicio de pragmatismo. Johnson se ha limitado a argumentar que el nuevo modelo le da más tiempo para pescar y que es lo mejor para su familia.

La cuestión enlaza con la ética y la responsabilidad individual. Ahora bien, los legados deportivos se construyen desde el respeto a la tradición y a la historia. Tiger Woods ha rechazado una cifra de “nueve dígitos altos”

Las redes sociales y los campos de golf de todo el mundo ahondaban este fin de semana en una polémica global, con razones y argumentos a favor y el contra del ‘nuevo régimen’. Recuerdan sus partidarios, por ejemplo, que si los propios políticos no cortan relaciones con Arabia Saudí, ¿cómo se puede reclamar a los golfistas que lo hagan? Algún tuitero iba más allá y denunciaba cómo congresistas republicanos han venido criticando con dureza los negocios y la expansión de la NBA en China, mientras callan cuando se trata de zaherir al ‘amigo saudí’. Desde el otro lado de la trinchera, se insiste en lamentar la cobertura que efectúan los ya bien remunerados jugadores de golf a procesos de ‘blanqueamiento’ de países con grietas como las denunciadas por Mickelson en la aplicación de los derechos humanos. No sin cierto humor negro, un tuit se hacía eco de la desviada salida de Peter Uihlein, en el hoyo 7 de la jornada final de la Superliga saudí, que terminó en la cabeza de un espectador, que cayó redondo tras ser golpeado por la bola. “Ahí tenéis el primer asesinato”, refirió. Afortunadamente, el impacto no tuvo consecuencias. Por si no hubiera suficiente presión y apuesta por el exceso, desde el Fondo de Inversión Pública Saudí, también propietario del Newcastle, aprovechó la presentación de la nueva competición para anunciar que si algún jugador consigue un 54 -una proeza jamás realizada y un resultado prácticamente imposible, dicho sea de paso- será recompensado con 54 millones de dólares.

La cuestión, al final, no es sencilla y tiene mucho que ver con la ética y la responsabilidad individual. Ahora bien, no debería olvidarse que las carreras deportivas, los legados, se construyen desde el respeto a la tradición y a la historia. No por casualidad Tiger Woods, que rechazó una cifra de “nueve dígitos altos” para recalar en el LIV Golf, ha insistido en que todo su acervo deportivo está en los torneos de referencia del circuito mundial, véase el Masters de Augusta, el Abierto de EEUU, el PGA Championship y, por supuesto, el Open Championship. Y no está claro que los ‘infieles’ puedan jugar todos esos cuatro ‘grandes’. Bien sabía Severiano Ballesteros donde estaba la eternidad cuando apostó por la Ryder Cup, que no tiene retornos económicos. Justin Thomas, otro de los pilares del golf estadounidense que ha apoyado sin fisuras la causa del PGA Tour, terciaba con acierto desde el respeto y la sencillez: “He pensado mucho al respecto, y la gente puede elegir lo que quiera (…) Eso no le convierte en mala persona [respecto a Dustin Johnson], pero estoy decepcionado, y desearía que él y los demás no lo hicieran, pero es su decisión. Lo he dicho todo el tiempo: los hombres pueden hacer lo que quieran. Si quieren irse, pueden irse. Si quieren quedarse, pueden quedarse”.

Al final, la ‘realpolitik’ más extrema ha invadido la vida pública contaminando todas las esferas de actividad, desde las más graves y preocupantes como es la economía hasta aquellas, caso del deporte, que están consideradas como las menos importantes entre las más trascendentales en el cotidiano día a día de los españoles. Salvando las distancias, basta acercarse con espíritu crítico al actual proceso electoral del Athletic Club de Bilbao, un histórico donde los haya que se ha caracterizado hasta ahora por mantener determinadas señas de identidad, para apreciar cómo el fulgor de lo pretendidamente nuevo tiende muchas veces a opacar modelos exitosos y vigentes. Con esa idea de transformación a cualquier precio irrumpió a última hora en la campaña un joven emprendedor que amenaza con batir, según las encuestas, a los aspirantes ‘oficiales’ que desde hace tiempo han venido trabajando a conciencia sus respectivas candidaturas. Las renovaciones, muchas veces necesarias, deben evitar saltos al vacío. Y los dineros, por muy acaudalada que luzca la caja, tampoco compran historia ni legado. Ahí esperan Paris Saint Germain y Manchester City, los más famosos clubes Estados, su primera Champions League. Del mismo modo, ninguna debacle en un torneo del LIV Golf traerá a la memoria de Dustin Johnson la desazón que sintió en Chambers Bay cuando falló dos ‘putts’ asequibles para levantar el Abierto de EEUU. ¿Cuánto vale eso?

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