OPINION

La nueva bandera del terrorismo yihadista

Las autoridades iraquíes alertaban de una nueva bandera que ondeaba sobre las escasas porciones del territorio del Estado Islámico
Las autoridades iraquíes alertaban de una nueva bandera que ondeaba sobre las escasas porciones del territorio del Estado Islámico

El año 2017 pasará a la historia como aquel en el que el Estado Islámico y su sueño delirante de un Califato gobernado por el imperio del terror fueron derrotados en numerosos frentes. El pasado mes de noviembre, con la toma de Al Bukamal en la frontera sirio – iraquí, los terroristas del Daesh perdían el control de facto de otra población más en esta franja de terreno indómito.

La desaparición de sus bastiones y la reducción del territorio gobernado por el Estado Islámico es de por sí una buena noticia, pero presenta otras derivadas que pueden en gran medida afectar a la inteligencia de los países occidentales en su lucha contra estos grupos armados. Al Bukamal se une a otros enclaves como Palmira, Shaddadi, Raqa y Mosul donde los episodios de asesinatos colectivos, masacres de inocentes y la interpretación integral y literal de la Sharia había diezmado a una población ya de por sí muy castigada por años de tiranía.

La semana pasada las autoridades iraquíes nos alertaban de una nueva bandera que ondeaba sobre las escasas porciones del territorio del Estado Islámico que aun quedaban en pie. Se trataba de una bandera blanca con la efigie de un león. Según algunos analistas, sería el primer movimiento de Al-Qaeda en la región a través del grupo terrorista Ansar Al-Islam, prácticamente extinguido, y que trataría de alzarse con la hegemonía del terror en la zona.

Las autoridades iraquíes alertaban de una nueva bandera que ondeaba sobre las escasas porciones del territorio del Estado Islámico
Las autoridades iraquíes alertaban de una nueva bandera que ondeaba sobre las escasas porciones del territorio del Estado Islámico

Otras fuentes apuntan al grupo armado Resistencia Popular Kurda, que reivindicarían porciones de terreno frente a la ocupación de los mismos por parte del Ejército iraquí, y en contra de los Peshmergas, que también lucharon contra el Estado Islámico en los meses anteriores. Siendo probables todas estas teorías, tampoco sería descartable que sea el propio Daesh el que tratara de reinventarse optando por una táctica de guerrilla permanente, al estilo de la primigenia resistencia iraquí tras la ocupación estadounidense. De hecho sería un retorno al origen de su fundación.

Independientemente de nombres y posibles sucesores, el aspecto territorial es un factor fundamental dentro de la ilógica del terror. En este sentido, el Estado Islámico ha tratado de afianzarse basándose en la teoría clásica de la conformación de los Estados Nación de la Europa decimonónica: Territorio, población y ejercicio del poder en los dos elementos anteriores. En este caso, el control de la ciudadanía se ejercía desde el más absoluto de los desprecios y radicalidad hacia la condición humana.

El Califato, o la exigencia de un territorio físico donde poder ejercer su influencia, no es una cuestión baladí dentro del fenómeno del fundamentalismo. De hecho, el origen del ancestral desencuentro entre suníes y chiíes se explica precisamente por el título de Califa ostentado por uno de los sucesores de Mahoma, su primo Alí, el cuarto de los Califas ortodoxos y primer imán para los chiíes, como el responsable de hacer aplicar la ley e interpretación de la misma en los confines de su territorio. El Islam pasaba a constituirse como una extensión política y física, además de una libre y soberana elección religiosa de sus adeptos.

Idealizado posteriormente por los suníes, la simple mención del Califato como un espacio físico sobre el que engrandecer el Islam, siempre ha estado presente en el imaginario colectivo panárabe, al estilo del Imperio sobre el que no se ponía el sol español o el poderío de la Marina británica en ultramar.

Cuando el autoproclamado califa y creador del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, decidió establecer un espacio político y militar sobre el que reinar, la entonces hegemónica Al Qaeda entró en una crisis existencial suprema. Se trataba del primer cisma entre terroristas por una cuestión más doctrinal que fáctica. Surgió así un nuevo concepto de terrorismo que difería notablemente del defendido por el sucesor de Osama Bin Laden, el egipcio Aymán al-Zawahirí.

Si la doctrina de Al Qaeda situaba al extranjero infiel como el principal eje de la Yihad y abogaba por trasladar la misma al corazón de Europa, América del Norte y Occidente en general, Al-Baghdadi pretendía primero luchar contra el traidor interno, es decir, contra aquellos gobiernos considerados corruptos que reinaban en Oriente Medio y desde allí, desde la cuna del Islam, crear un Califato sobre el que edificar su teoría de la liberación política y espiritual por las armas y la sangre.

Pese a que el objetivo en el fondo era el mismo, Al Qaeda y Estado Islámico difieren en el modo y en el tempo. Los primeros ansían derrotar a Occidente como primera medida terrorista para conseguir un espacio físico de dominación y los segundos consideran que antes de nada es necesario contar con ese espacio físico, acabar con su opositor interno en busca del buen y verdadero musulmán y, posteriormente, ampliar sus conquistas a los enemigos del Islam, incluidos los chiíes.

Hoy el ISIS parece estar derrotado, o al menos así se nos traslada por parte de las autoridades iraquíes, sirias o kurdas. Son, a fin de cuentas, los más perjudicados por la existencia de un opositor militar y político en su propio Estado.

Sin embargo, y por desgracia, la desaparición fáctica del Califato no conllevará el final del terror del Daesh. Lejos de esto, la feroz competencia entre la multitud de organizaciones terroristas hará que el vacío de poder sea ocupado por otra entidad. Probablemente una revitalizada Al-Qaeda trate de alzarse como la potencia dominante del terrorismo yihadista.

Este factor puede suponer también una potenciación de las actuaciones terroristas en territorio occidental, que siempre han estado presididas por un coste bajísimo y por la dificultad de localizar e interceptar a grupos, a menudo simples individuos, que de manera autónoma son capaces de perpetrar los atentados más simples con una garantizada repercusión mediática y social global. Paradójicamente, el fin físico del Daesh podría aumentar el número de atentados y acciones terroristas en Occidente.

Por otra parte, el debilitamiento del Estado Islámico en Oriente Medio presenta otra derivada de difícil predicción. ¿Qué harán los miles de combatientes extranjeros alistados en sus filas?

En principio no les queda otro remedio que buscarse su sangriento jornal en otros grupos terroristas sobre el terreno o bien volver a sus países de origen. Ya se han visto y sufrido movimientos del Estado Islámico en la frontera jordana y en la Península del Sinaí, por lo que esta traslación es ya una realidad.

La figura del terrorista retornado siempre ha estado presente en la gestión del problema por parte de los servicios de inteligencia. En este sentido, España, al igual que el resto de países occidentales, encara el dilema sobre si vigilar el retorno o bien tratar de mantener cuanto más lejos posible de sus fronteras a alguien dispuesto a morir y matar por una causa, y que en el pasado llegaba a pagarle mucho más de lo que pudiera siquiera soñar ganar en Europa.

Francia ya tomó la determinación en mayo de tratar de evitar este retorno, incluso con el suministro de información a fuerzas iraquíes sobre nacionales franceses en terreno del Daesh, con el claro objetivo de que estos militantes no regresaran nunca más a Francia. Esta misma política fue seguida también por el Ministerio de Defensa británico. En este caso sin tantos remilgos.

Aplicando la teoría de los espejos, las organizaciones tienden a relacionarse con aquellas entidades que mejor se adaptan a sus características propias. Probablemente, tras la experiencia del Estado Islámico, siempre que Al Qaeda no tome su testigo, surja una nueva organización sobre los resquicios del Daesh capaz de heredar la carga ideológica y la capacidad de combate del Estado Islámico. La bandera blanca con la efigie del león puede ser su emblema.

La ventaja estratégica que proporcionaba tener al enemigo localizado se pierde ahora al tenerlo desperdigado y con altas posibilidades de trasladar su centro de operaciones a cualquier punto del globo. En esta guerra que dura ya tantos años se ha demostrado que es más importante la capacidad de adaptación a las circunstancias del enemigo que su eliminación total. Adaptémonos.

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