Luz de cruce 

Cuarenta años de separatismo catalán rompen las costuras del Estado

Cuarenta años de separatismo catalán rompen las costuras del Estado
Cuarenta años de separatismo catalán rompen las costuras del Estado
Europa Press

“La llamada `cuota de la solidaridad´(absolutamente insolidaria), demandada por un sector de la política fuertemente conservador y que desea la separación de una parte de nuestra nación, de hacerse realidad, implicará un paso atrás en el sistema de 15 comunidades autónomas a las que se asocia el llamado `régimen común´ y la condición de los principios fundamentales sobre los que se asienta nuestro actual sistema español: generalidad, capacidad, igualdad, eficacia y justicia se verán pisoteadas a cambio de unos pocos votos”. El fragmento anterior pertenece al artículo de Ana de la Herrán “La importancia de no fraccionar la AEAT”, publicado en la Fundación Hay Derecho. La señora sabe de lo que habla, pues es inspectora de Hacienda del Estado.

Yo iría un poco más allá que doña Ana y pondría un poco de contexto. En 1978 empezamos a construir la casa por el tejado. ¡Ah, si pudiéramos rebobinar… ! Ahora nos resignamos a ver la imagen que proyecta el retrovisor, y con la experiencia acumulada, ya sabemos que deberíamos haber calculado, en primer lugar, el importe del gasto público (sanidad, educación, pensiones… ) que necesitaba la sociedad española, y después el tamaño de la estructura administrativa capaz de recaudar y administrar el gasto. Pero hemos creado un sistema político parasitario que canibaliza a la sociedad por falta de proteínas suficientes para satisfacer las necesidades, siempre superiores, de los caníbales.

La voracidad del Estado de partidos y la miopía de sus jefes han sido la comadrona de un bebé no deseado que, ya mayorcito mamando las ubres del Estado, también exige su parte del botín. El jefe del Gobierno español le ha regalado a los mediocres del noreste de la Península el síndrome de Peter Pan, el niñato que manda una pandilla que va a arrasar lo que queda de Cataluña y va a poner en almoneda el resto de España, a cambio de tres perras gordas para que el chico que los va amnistiar siga ensayando las poses de los galanes chulos que son los más guapos de la verbena. Tres perras gordas es el precio de un chantaje que deja al desnudo las instituciones del Estado. El monstruo separatista vocifera y le sale fuego por la nariz, pero, como las termitas, corroe el Estado desde su interior, porque el monstruo es ubicuo, está fuera y está dentro de las instituciones públicas. Como Hermes Trismegisto, conoce el principio del ritmo, el arte del flujo y el    reflujo, el movimiento del pompis y la técnica populachera de regar los tiestos de narcisos del zaguán.

Pero lo peor es que el monstruo y sus compañeros de viaje navegan sin brújula y sin cartas náuticas. Al monstruo solo lo mueve su fervor religioso (y su cartera para dar limosnas). Sus compañeros de ocasión persiguen ser alguien en la vida a costa del interés general. La aplicación del sistema tributario en Cataluña, encomendada hasta ahora a la Administración General del Estado en los principales tributos, quedará en manos exclusivas de la Generalitat. La Agencia Tributaria desaparecerá y, con ella, la gestión y recaudación de impuestos, las labores de comprobación y la lucha contra el fraude.

¿Qué desaparecerá con la Agencia Tributaria en su configuración actual? En primer lugar, la caja única que gestiona las fuentes más caudalosas de los ingresos tributarios (IRPF, IVA e IS), y simultáneamente administra y controla las retenciones y los pagos fraccionados. La Agencia dispone de una base de datos única. Fraccionar la base de datos impediría la eficacia de las actuaciones de comprobación e investigación, y la lucha contra el fraude. Fraccionar las bases de datos sería el regreso a las taifas. Además, la Agencia Tributaria gestiona otro tipo de prestaciones, ajenas al ámbito tributario, como las ayudas económicas a las madres y a las familias numerosas, así como la gestión del ingreso mínimo vital.

La división solo puede traer desigualdad. La interdependencia y la colaboración entre españoles sería una quimera si cada región recaudara sus impuestos, tuviera su propia agencia tributaria y no contribuyera a la solidaridad de todos los ciudadanos, al margen de su domicilio.

El acuerdo de Sánchez con los separatistas catalanes va más allá del traspaso de las estructuras administrativas centrales. Utilizando como modelo el régimen de Concierto con el País Vasco y el de Convenio con Navarra, los signatarios del pacto pretenden apartar a Cataluña (en su propio beneficio) del “sistema común de tributos del Estado”. Se ha fraguado un nuevo poder constituyente que, por la puerta de atrás, escribirá con tinta simpática en la Carta Magna una disposición adicional más sobre los territorios inmunes de “las provincias exentas”. Acto seguido caerían las demás fichas del dominó: la LOFCA y la Ley 22/2009, por la que se regula el sistema de financiación de las Comunidades Autónomas de régimen común.

En el acuerdo de investidura suscrito por el PSOE y Junts figura la constitución de una agencia tributaria propia para Cataluña y la cesión del 100% de impuestos a la Generalitat. El PSOE solo se resiste a concederles a los independentistas un referéndum en el que decidan su autogobierno. ¡Ah, el tan manoseado referéndum de autodeterminación! Pero, ¿para qué? Si Puigdemont ya tiene una pastelería y pasado mañana será el almirante de la escuadra “estelada”. Los navegantes del Mediterráneo occidental y los dueños de la rosa y la alcachofa se han convertido en una banda de misioneros nominalistas. La autodeterminación no es una ficción ni una utopía, es un término que muy pronto, en la legislatura que acabamos de estrenar, responderá a la realidad cotidiana. Los separatistas se han ganado a pulso la independencia: se los indulta, reciben la amnistía aunque lo volverían a hacer, no cumplen las sentencias que anulan sus normas escolares y ahora van a tener su propia agencia tributaria y su tesoro público. Es decir, sus “estructuras de Estado” impuestas unilateralmente en 2017 y declaradas nulas por el Tribunal Constitucional van a ser la ganancia de elevar a un hombre que, si alguna vez lo hizo, ya no distingue la frontera que separa la mentira de la verdad.

Hace más de cuarenta años, los nacionalistas catalanes comenzaron su asalto a los poderes constitucionales. Primero llegaron, democráticamente, a la Generalitat. Luego sacaron de la faja su doble juego y sus trampas de tahúres. Usaron el dinero de todos los españoles para desplazar el idioma común –los famosos planes de inmersión- en beneficio de la lengua propia. Desde la lengua a la nación. De la nación al Estado y al punto final del “proceso de descolonización” (con un observador internacional incluido). ¡Los Reyes Magos de Francesc Macià!

Todo el relato ha pasado delante de nuestros ojos desde hace más de cuarenta años. Todos lo hemos visto. Solo faltaba el aleteo de un “cisne negro” para que lo que parecía un rosario de capítulos de serie B saliera de la televisión y nos rompiera la cristalería del salón-comedor.

“El cisne negro” fue el enterrador de los desechos del PSOE que murió en 1996. Después del reinado frustrado de 'Almunia el Soso', el cisne negro era un cateto que se ha forrado protagonizando la película “PSOE II”. Se llama José Luis Rodríguez Zapatero y ha demostrado que la malicia se reproduce y procrea hasta la locura.

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