OPINION

Venezuela se queda sola y el fantasma de Panamá sobrevuela las calles

El presidente del Parlamento de Venezuela, Juan Guaidó, que se proclamó mandatario encargado de su país, saluda este sábado desde un camión, en Cúcuta (Colombia). EFE
El presidente del Parlamento de Venezuela, Juan Guaidó, que se proclamó mandatario encargado de su país, saluda este sábado desde un camión, en Cúcuta (Colombia). EFE

Todo indica que Venezuela ha empezado su revolución con el tándem de Juan Guaidó y Leopoldo López a la cabeza tan pendientes de su situación interna y la actitud del Ejército, como del apoyo internacional que van a recibir, que debiera servir para convertir en definitiva una operación que viene orquestada desde hace muchos meses. A nadie se le escapa ahora que Venezuela también es parte y objetivo de la ofensiva de Estados Unidos sobre Cuba, que además de apretar en lo posible a un régimen ‘enemigo’ que cede poco a poco, persigue dejar fuera de juego al que en los últimos quince años ha sido el principal socio sobre el que Maduro sustentaba las reliquias de su economía petrolera. Pero los 100.000 barriles diarios que compraba Cuba a buen precio hasta hace poco más de un año son ahora casi la tercera parte, y la denostada economía postcastrista no puede seguir sufragando los servicios mínimos venezolanos por más tiempo.

Los analistas de información que todos los países con intereses en la zona mantienen pendientes de Venezuela y Cuba han visto como en el último año se apretaba más la asfixia económica de Trump sobre ambos: los barcos que llevan el petróleo a Cuba están sancionados y neutralizados, los visados para cubanos en EEUU se han congelado, las remesas no pasan, las visitas se recortan, etc. Una de las gotas que colmó el malestar social fue el grotesco episodio de la ayuda humanitaria paralizada y destruida por el Ejército bolivariano, una reacción defensiva hábilmente provocada desde el exterior que dejó entrever el escaso interés de Maduro por atender las necesidades de la gente y el nerviosismo que generó en su estructura una intromisión inofensiva. 

Mientras la pinza exterior se cierra, la otrora todopoderosa Petróleos de Venezuela, presidida por un general del Ejército, ya ni sabe ni puede andar sola, está en manos de otras compañías internacionales y no es capaz de generar carburantes ni para su propio consumo interno. Sin posibilidad de resucitar el petróleo y con la población en las últimas, la situación es la idónea para dar el paso adelante que puede iniciar el cambio hacia un sistema democrático que acabe con el régimen de Maduro. De ahí que el mensaje que pervive bajo las noticias más urgentes sobre la situación del país apunta a que esta vez la cosa va en serio. Todo o nada.

Pero como en casi todos estos procesos de cambio político y social en Sudamérica, la clave para evitar el drama está en el Ejército y su capacidad para entender lo que está ocurriendo sin posturas preconcebidas o inamovibles, algo que hasta ahora no se ha conseguido nunca. Esta vez el proceso se produce con un matiz muy importante que no ha pasado inadvertido: “Cada día hay más gente que quiere que se vaya Maduro, y si este golpe no tiene éxito, la siguiente puede ser aún más gorda”, en palabras de un experto en política exterior muy cercano a ese país.

Todos los analistas internacionales advierten que la situación en las calles está peor de lo que parece y ha calado la sensación de que la escasez actual no aguanta una mínima comparación ni siquiera con la Venezuela de Chávez, algo que ha minado la moral de gran parte de la sociedad. La  falta crónica de los productos de primera necesidad, el recurso al trueque y los impagos generalizados han permitido que desde primeros de este año, con el 'efecto Guaidó' sobre el terreno, se promoviera desde la oposición un ataque a Maduro basado en las mismas esencias del régimen chavista que le dio paso. "Con Chávez esto era otra cosa", es el mensaje que está dejando huella entre los más indecisos que no quieren arriesgar ni tomar parte en la revuelta.

En el escenario geopolítico de la zona, la situación de Nicaragua tampoco inquieta a la administración norteamericana, una vez que tiende a la normalización después de que gobierno y oposición hayan empezado a negociar, tras una crisis dura y sangrienta, justo lo que en Venezuela se quiere evitar. Pero Venezuela está sola y en este momento se dan las condiciones idóneas para llevar a cabo el cambio de poder que el país requiere. Guaidó cuenta con el reconocimiento de más de 50 países, pero ninguno de ellos va a estar en las calles de Caracas para evitar que todo derive en una tragedia. Al contrario, los analistas ven más cerca que nunca el fantasma de 1989 en Panamá, donde más de 24.000 soldados de Estados Unidos entraron en el país para ‘normalizar’ la situación, con demasiados muertos por delante.

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