Opinión

La privacidad en internet impulsa a la banca abierta

Banca online
La privacidad en internet impulsa a la banca abierta.

Chrome, el explorador que utiliza el 65% de la población del planeta para navegar por internet, dejará de admitir cookies en 2023. Esto puede parecer insignificante, pero marca el fin de la principal fuente de datos y sustento de la economía publicitaria que ha impulsado el crecimiento de los gigantes tecnológicos. Facebook, Google o Amazon impulsan sus negocios gracias a los números que analizan para tomar decisiones. En un inesperado giro de los acontecimientos, puede que esta medida sea la que finalmente active el llamado open banking.

Hace ya años que la privacidad es cada vez más relevante y la GDPR, la norma de la UE que regula esta área, se ha establecido en un estándar global. Desde entonces, el uso de las cookies de terceros, aquellas que rastrean nuestro comportamiento en internet (páginas que visitamos, tiempo de permanencia, dónde pinchamos y cuándo, etc.) están en retroceso. En este contexto, las compañías deberán buscar nuevas fuentes de conocimiento y nadie sabe más sobre sus clientes que un banco.

Nuestro banco tiene datos sobre lo que compramos, cuándo lo hacemos y por qué medios; cuenta con el detalle de las entradas y salidas de las cuentas y el registro de las transacciones con tarjeta. Se trata de datos que conservan desde hace mucho tiempo y nunca se han trabajado realmente. No cabe duda de que es El Dorado del conocimiento del cliente, que vincula a un consumidor con un acto de compra efectivo.

Los bancos tienen la capacidad legal de explotar estos datos desde 2018 año en el que se aprobó la Directiva europea de Servicios de Pago, también conocida como PSD2. Esta norma permite y exige la portabilidad de los datos sobre pagos y crea un marco legal claro que da vía libre para aprovechar legalmente estos datos. Con todo, un conjunto de circunstancias como la insuficiente digitalización de la banca o la poca madurez en la explotación de datos ha retrasado el desarrollo de este mercado. No en vano, según un estudio de Tink, cuatro de cada diez directivos del sector consideran que lo alcanzarán todo el potencial de esta tecnología hasta dentro de cinco o diez años. Otro 37% aplaza esa fecha hasta dentro de más de una década.

Sin embargo, los gigantes tecnológicos están empezando a invertir cada vez más en el sector de las transacciones. Todos ellos tienen sus carteras y métodos de pago, por los que los clientes se inclinan cada vez más dada su facilidad de uso. De esta manera, los bancos deben actuar con rapidez para aprovechar toda esta información antes de que las grandes tecnológicas se hagan con el control de otra fuente de datos, como ya ocurrió con el uso del móvil y las búsquedas en internet. Esta es la razón de las grandes compras en el mercado de las fintechs el último año y por la que VISA ha desembolsado 1.800 millones de euros por Tink, Goldman Sachs ha invertido 2.200 millones de dólares en Green Sky y Square — aplicación propiedad de Jack Dorsey, fundador de Twitter— ha adquirido Afterpay por 29.000 millones de dólares.

Con todo, hay una gran diferencia respecto a la explosión de las cookies a principios de siglo. Los consumidores ya no se dejan engañar fácilmente y cuentan con las herramientas legales y tecnológicas para limitar el uso de su información personal: no van a permitir que nadie levante el velo de su gasto mensual sin una compensación. Atrás quedan los días en que Google y Facebook engordaban sus negocios a base de las galletas de los incautos internautas. Los consumidores tienen que situarse en el centro del intercambio y ser completamente conscientes de que sus datos se están utilizando, aunque esta vez en recibiendo algo a cambio.

Un ejemplo muy claro de esto es Fintonic. La empresa española ofrece un análisis de los datos de sus usuarios que les ayuda a organizar sus finanzas y a ahorrar a la vez que les ofrece productos como préstamos o seguros que les puedan interesar. Por su parte, Goin otra aplicación, ofrece también la posibilidad de invertir en diversos activos y de obtener la devolución de un porcentaje de los gastos en ofertas personalizadas. Esta última opción es especialmente interesante y un claro ejemplo de una estrategia en la que todos ganan. Por un lado, permite que las empresas de retail accedan a nuevos clientes de perfiles concretos; por otro, los bancos aumentan el uso de las tarjetas de sus clientes. Y, por último, el consumidor recibe un reembolso a cambio del uso de sus datos.

Por el momento, los datos de pago no son lo suficientemente específicos como para entrar en el detalle de los productos, y sólo se refieren a una cesta global. Sin embargo, los recibos digitales se están convirtiendo en un estándar en el comercio minorista y han permitido que aplicaciones como Cleanfox extraigan y analicen las facturas en correos electrónicos para alimentar su plataforma de inteligencia del consumidor. El próximo punto de inflexión llegará cuando legislación obligue a los comercios a que almacenen albaranes digitales de transacciones efectuadas en efectivo. Esto abrirá la puerta al análisis de nueva información, esta vez directamente asociada a las marcas. Aquí es quizá donde se librará la próxima batalla del dato.

Mostrar comentarios