En mi molesta opinión

El futuro incierto de Yolanda Díaz y los mil "euritos" del SMI

Yolanda Díaz
El futuro incierto de Yolanda Díaz y los mil “euritos” del SMI.
Europa Press

A Yolanda Díaz, la vicepresidenta de moda del Gobierno, le salvó la campana. Un segundo más y su lustroso look se hubiera desparramado en la desgracia y en la dimisión. Si el Casero de turno del PP no se hubiera despistado más de la cuenta y Meritxell Batet no hubiera manipulado más de lo debido, la vicepresidenta Díaz hubiera dimitido, según ha insinuado la propia interesada. Yo no me lo creo por pura lógica argumental. Si la reforma laboral no hubiera salido adelante, la vicepresidenta no hubiera sido la responsable del fiasco, más bien lo hubieran sido sus “socios” de ERC, PNV y Bildu que fueron los que se negaron en redondo a aprobar la modificación. Aunque eso sí, echándole la culpa a ella por excesivo protagonismo.

Además, el otro gran error hubiera sido la falta de pericia de los mensajeros del PSOE -Bolaños y Cerdán- que cerraron de manera fatal los acuerdos con Unión del Pueblo Navarro. Incluso Díaz se atrevió a decir, para echar un poco de picante al lío político, que ella tenía claro que los dos navarros iban a dar la espantada: “Sabía que existían riesgos con los de UPN”. Que quede claro que aquí nadie parece más listo que el otro, y que donde las dan las toman, pero tantos despropósitos acaban agotando al más paciente. De todos modos, parece que Pedro Sánchez y la vicepresidenta han firmado una relativa (o falsa) paz, para que no se alteren aún más los difíciles ánimos políticos que viven ambos; en una especie del viejo chiste del dentista: “No nos haremos daño, verdad doctor”.

Pero las cosas son como son, y si la reforma laboral no se hubiera producido finalmente, Yolanda Díaz se hubiera frotado las manos señalando a los culpables, pero nunca hubiera abandonado su escalada política. Lo que dijo ella en el programa “Salvados” el domingo en La Sexta fue de tal ambigüedad -ni subo, ni bajo, ni me quito el refajo- que podía traducirse de cualquier manera que le apeteciera al entrevistador. Aunque fue ella la que empezó a insinuar el juego de la huida: “Hubiera tomado una decisión por pura coherencia”, dijo sin aclarar mucho más; y remató la respuesta sobre si tenía previsto dimitir con un escurridizo: “Pasé página, la norma está en vigor”. Es decir, pelillos a la mar, y sigamos navegando hasta nuestro destino final… que no es otro que conseguir el control político de Unidas Podemos.

Algo nada fácil de obtener viendo los muchos “enemigos” que le salen por ahí a la ministra de Trabajo, sin olvidar a las otras dos ministras de Podemos -Montero y Belarra-, muy poco amigas de ella, y al mismo Pablo Iglesias, que aunque en un primer momento bendijo a Díaz para el puesto, ahora anda algo arrepentido de su decisión y ya va con el freno de mano puesto. Sin embargo, Yolanda sigue a lo suyo, intentando vender una imagen que hoy por hoy sólo convence a sus propios “fans”, y disimulando todo el tiempo -como buena gallega depurada- acerca de su futuro político: “No quiero ser presidenta del Gobierno de España”… “son cosas que se dicen pero no suelen ser reales”… “no he tomado aún ninguna decisión de lanzarme a un proyecto político”…”pero reconozco que no me gusta quedarme en las esquinas”… Lo que si ha anunciado con rotundidad y sin disimulos es que ahora iniciará “una fase de escucha ciudadana”, y luego decidirá si lo convierte en partido político.

Visto lo visto, la vicepresidenta Díaz ha decidido hacer tabla rasa y olvidar sus espinas con Gabriel Rufián, y retomar su actividad política y sus iniciativas laborales. Apenas un fin de semana para ordenar papeles, y ya el lunes estaba marcando paquete ministerial. Para borrar los malos rollos de la reforma salvada por los pelos nada mejor que lanzar otro sonoro zambombazo con el salario mínimo interprofesional -SMI-, cinco meses después de su última subida. La idea bonita de esta oferta de la vicepresidenta propone que se alcance en 2022 los 14.000 euros brutos anuales o, lo que viene a ser lo mismo, 1.000 euros al mes en 14 pagas. No son para tirar cohetes los mil “euritos”, pero los sindicatos están contentos con la propuesta, menos da una piedra. No así, como cabía esperar, la CEOE y Cepyme que ya han advertido de la inoportunidad de la medida, después de que en septiembre se produjera la anterior subida, y han anunciado que la rechazan y que la ministra de Trabajo lo pacte todo a solas con los sindicatos.

Horas difíciles para una Yolanda Díaz que intenta sobreponerse de algunos golpes viendo como la política es mucho más dura de lo que esperaba, y que los supuestos “socios” acaban mostrando su verdadero rostro… el de enemigos. Pero las quejas se reparten para todos, los demás también ven como la vicepresidenta quiere comerse el pastel de la política ella sola, sin hacer ruido y sin molestar, pero zampándose el bollo del premio gordo. Amigos, sí; primos, no. Su protagonismo empieza a ser algo excesivo y acabará pasándole factura si se lo cree mucho y no maneja mejor sus tiempos y sus amistades. Empezando por no cometer errores de bulto tan ridículos como los de este lunes pasado, en los que ella sola se ha convertido en un chiste viral por la manía de presumir de exceso de trabajo… por 10.000 euros al mes, todo hay que decirlo.

Estas son las palabras textuales de la ministra de Trabajo: “Me acosté muy tarde el jueves, me levanté muy temprano el viernes y hoy sigo trabajando”. Bien hecho, ministra; y enhorabuena por esa nueva experiencia única para usted, pero que ya disfrutan millones de españoles todos los días, y encima no tienen chofer que les pasee ni una cohorte de ayudantes que les seque el sudor cuando se esfuerzan tanto. Benditos políticos.

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