OPINION

¿Qué significa hoy día ser un hombre?

Padre nuestro que estás en casa y nadie te hace caso. Ser hombre hoy día no es nada fácil, seas o no progenitor, estés o no casado. No era fácil serlo antes del 8-M ni después, ni tampoco un 19 de marzo. ¿Pero qué significa hoy día ser un hombre? ¿Qué define lo masculino? ¿Qué hace que un hombre sea hombre? Más allá de las sacudidas dialécticas del feminismo rampante, el hombre está en crisis, y no sólo porque la nueva masculinidad esté en construcción, sino también porque ha perdido buena parte de su capacidad narrativa. Además, el simple hecho de ser hombre hoy te condena a estar bajo sospecha permanente.

La masculinidad está dejando de ser un privilegio y empieza a ser una carga para millones de usuarios que no saben activar una nueva mirada sobre sí mismos. La función o papel del hombre ya no es el tradicional, las 3-P, que durante siglos ha servido como marco referencial: proveer, proteger y procrear. Ante la constante presión ambiental y la complejidad del mundo actual muchos hombres han decidido replegarse. Empujados también por la crisis económica, otros muchos han inaugurado una nueva especie de machismo, dejan que sea la mujer quien provea pero sin que renuncie a hacer sus actividades domésticas.

Sin embargo, las preocupaciones reales y los objetivos del hombre actual, según un informe reciente, se mueven en unas coordenadas más equilibradas y reconocibles; sin desdeñar el objetivo del éxito profesional, tan arraigado en los varones, “ahora pretenden conjugarlo con ser un buen padre, un buen marido, un buen hijo y un buen amigo”. Ya lo advirtió Fréderic Amiel hace unos cuantos años, “el hombre se eleva por la inteligencia, pero no es hombre más que por el corazón”.

Al varón contemporáneo también le preocupa “la independencia económica y dejar un legado”; tres de cada cinco hombres creen que "el éxito viene dado por los logros personales y en el hogar", mientras que un 24% relaciona el éxito con el dinero. Sólo un 22% considera que mostrar emociones es un signo de debilidad. El Macho-Man ha sido sustituido por el hombre de familia emocionalmente inteligente. Lo que no significa que no persistan estereotipos que costará tiempo cambiar. Ante los cuidados familiares, por ejemplo, ellos adoptan un perfil de colaborador por la supuesta superioridad de ellas en ese aspecto.

Para muchas mujeres la masculinidad es un misterio, una cebolla con muchas capas en la que no descubres nunca nada porque no hay nada debajo, ni núcleo ni corazón, y casi siempre acaba por hacerte llorar. Pero el relato mítico de lo masculino también está cambiando, el reto ahora para el hombre es compartir, vivir de forma auténtica y equilibrarse con la posición que ejercen las mujeres hoy. Cambiar los modelos sociales requiere, principalmente, complicidad y evolución; aunque al feminismo radical le dé más por seguir los derroteros revolucionarios, con la obsesión simplista de considerar a los varones verdugos y a las mujeres víctimas. 

Las huérfanas y huérfanos de papá Lenin enarbolan hoy el feminismo para reverdecer sus viejas tesis, en lugar de lucha de clases, promueven la lucha de sexos: ellas son el proletariado oprimido; ellos, los ricos explotadores. Pero como diría el escritor Jorge M. Reverte, “no es machismo oponerse a las pretensiones de algunas autonombradas ‘portavozas’ del feminismo”, y perdón por utilizar ‘portavozas’, palabro que ejemplifica a la perfección la imbecilidad de algunos sectores feministas.

El hombre tiene que recuperar la palabra para compartir su función de coautor en este cambio de era y para demostrar que apoya sin fisuras ni censuras la lucha por la igualdad real, no sea que Michel Houellebecq acabe teniendo razón con su temible teoría del ‘sospechoso silencio de los corderos’: "En Occidente, la palabra masculina desapareció. Lo que los varones piensan, en el fondo de sí mismos, nadie más lo sabe. Una hipótesis horrible, pero verosímil, es que no han cambiado; solo han aceptado cerrar la boca". 

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