Opinión

Resaca electoral... vasca

Acto del PNV en el País Vasco
Acto del PNV en el País Vasco.
Agencia EFE

El segundo round electoral de este año, el correspondiente a las elecciones del País Vasco, se ha desarrollado con arreglo a las previsiones, si bien con características propias que merecen ser subrayadas.

El sistema electoral del País Vasco no permite grandes cambios y garantiza de algún modo la pluralidad. Existen tres circunscripciones electorales: los territorios forales o provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava.

Se eligen 25 parlamentarios por cada circunscripción, lo que determina que Vizcaya, con mayor población, quede discriminada frente a Guipúzcoa y Álava, menos pobladas. Tradicionalmente Vizcaya ha sido el feudo del PNV, Guipúzcoa de Bildu, como en la época carlista (San Sebastián liberal, la provincia carlista), y Álava, donde han fluctuado socialistas, populares y últimamente EH Bildu.

Álava pese a ser la provincia más castellanizada ha ido cambiado al ser Vitoria la capital y sede de las instituciones vascas y del grueso del funcionariado del Gobierno Vasco (Lakua), lo que determina que se ha ido euskaldunizando.

Estos resultados se confirman en las elecciones del pasado domingo (21 de abril), donde el PNV ha ganado en Vizcaya con el 39,5% de votos; Bildu en Guipúzcoa con el 40,3% y la novedad de los bildutarras que han ganado también en Álava con el 29,4%.

El resultado final con empate a 27 escaños de PNV y Bildu, 12 para el PSE, 7 PP, 1 Sumar y 1 Vox, pone a las claras más allá del examen pormenorizado que deberá hacerse por provincias y poblaciones, que el ganador virtual de las elecciones, aunque no en votos al superarle el PNV, sea EH Bildu, al haber sumado 6 escaños a los 21 que obtuvo en las elecciones de 2020.

Esos votos han provenido, seguramente, de Podemos, que obtuvo 7 escaños en las anteriores elecciones y que se ha hundido en 2024. El gran perdedor es Sumar con 1 escaño. Se mantiene PP, que sube algo en votos, pero se mantiene en 7 escaños, como Vox, que mantiene testimonialmente el escaño.

El análisis electoral que puede hacerse es que, pese al riesgo del PNV al cambiar de candidato (Pradales Gil, el alumno de la ikastola del profesor de enseñanzas medias Urkullu) sin tiempo para poder haber contrastado su labor gestora, pues el PNV presume siempre de buenas gestión, ha salido airoso, gracias a que su tradicional socio de gobierno, el PSE, ha subido en votos y escaños; aspecto que tendrá que ser también analizado con detalle, lo que determinará que institucionalmente no haya cambios, al poder repetirse el Gobierno de coalición PNV-PSE, pero con más peso de los socialistas, como la propia figura de Eneko Andueza parece sugerir.

Este tema no es nada baladí porque el PNV pretende y ahora se verá si lo consigue o no, establecer que el euskera sea un requisito para acceder al funcionariado, en un tiempo en que se van jubilar el grueso de los funcionarios reclutados tras la aprobación del Estatuto Vasco en los años ochenta del siglo XX. Tradicionalmente el PSE se ha opuesto.

Esa suerte de transversalidad o de unión en determinados temas de los partidos nacionalistas/independentistas que suman 54 escaños (casi 3/4 del parlamento Vasco), como son la tendencia al soberanismo, reforma estatutaria versus soberanía, escuela pública vasca, lengua, relaciones con Navarra, poder municipal etc, pueden justificar diferencias entre los socios de gobierno, que el PSE de Andueza deberá saber embridar si las condiciones políticas en Madrid lo permiten.

Desde un punto de vista político, es descorazonador que el constitucionalismo, tras haber tenido la Lehendekaritzia con Patxi López (2009-2012), donde el PSE (25 escaños+los 13 del PP sumaron mayoría absoluta) sea hoy residual.

Desde esta perspectiva de la política territorial del País se impone una revisión cuyo alcance hoy no se vislumbra dado el rol que juegan los partidos independentistas en la gobernación del Estado. Sin hacer profecía, España con el sistema de las autonomías no ha venido, lamentablemente, a beneficiar la cohesión nacional dentro de las diferencia propias entre las regiones, aunque haya sido positivo en otros muchos aspectos. Es un tema de Estado mayor, que hoy lo resuelven los sargentos, no se si chusqueros, pilotando el cuadro de mandos de la política actual.

Pradales tratará de mejorar las políticas de sanidad, vivienda y digitalización de la empresa vasca, pero hoy el País Vasco tiene los pies de barro, debido a su problema demográfico y a la falta de empuje en la economía nacional. Piénsese la dificultad que supondría si los grandes contribuyentes de la hacienda vizcaína: Iberdrola, BBVA y Repsol, se deslocalizasen, o si las políticas rupturistas de EH Bildu se consolidan en un horizonte próximo, haciendo padecer la libertad de empresa y la economía de mercado.

España tiene un problema territorial y no va por buen camino. Las próximas elecciones catalanas, con sus diferencias, marcarán un panorama similar, con su singular proyección sobre la estabilidad del Gobierno de Sánchez.

La gran virtud de la democracia es poder desalojar del poder al ocupante con la sola emisión del voto. Pero para ello es necesario construir alternativas políticas atractivas y creíbles para el electorado y proyectar una idea de la España democrática y saludable de hoy, que el girigay partitocrático actual no parece dejar ver.   

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