Parece mentira, pero no han pasado diez meses desde el Partido Popular sufrió uno de los peores varapalos de su historia. Sí, ganó las elecciones, pero se quedó sin posibilidad alguna de conformar un gobierno. Si interpretásemos el 20D en clave de referéndum, el veredicto estaba claro. España dijo NO a Rajoy. ¿Pero qué tenemos ahora?
Aunque ha perdido un buen número de apoyos ciudadanos, nadie cuestiona hoy el liderazgo de Rajoy en el centro derecha español. Y su alternativa, un hombre elegido por los militantes socialistas y sin compromisos con líderes pasados, acaba de ser defenestrado por sus mismos compañeros.
Mal que pese a muchos, el 20D no fue un referéndum, sino unas elecciones generales ordinarias en un sistema parlamentario que, por definición, OBLIGA A NEGOCIAR cuando ninguna fuerza obtiene la mayoría absoluta.
Rajoy ni siquiera lo intentó en primera instancia. Y el PSOE fracasó cuando se decidió a tomar las riendas.¿De qué sirve repartir culpas?
¿Sirve de algo dedicarse a señalar quién tuvo la culpa de aquel pacto fallido de la primera mitad de año? ¿Sánchez, por privilegiar en sus conversaciones a Ciudadanos frente a Podemos? ¿Podemos, por impedir la formación de un Gobierno que hubiera desalojado a Rajoy de La Moncloa? ¿Los nacionalistas, por establecer líneas rojas inasumibles por un Sánchez que aún no estaba consolidado como líder socialista? ¿Ciudadanos, por negarse a negociar con Podemos o con los nacionalistas?
Entrar en ese debate me parece improductivo a estas alturas. España va a cumplir un año sin gobierno que, no lo olvidemos, es la principal responsabilidad de los diputados.
Pero hay algo más, para vergüenza de todos los diputados que se dicen de izquierdas. En estos momentos no hay líder mejor posicionado para comandar el Ejecutivo que aquel que fue claramente castigado por las urnas en diciembre. Rajoy era el único líder de los grandes partidos que repetía candidatura, lo hacía desde la posición ventajosa de la presidencia, pero tres millones de ciudadanos le negaron el voto.
La única voluntad que unía a Ciudadanos, PSOE, Podemos y nacionalistas hace un año, que el presidente popular no siguiera mandando en España, se disolvió como azucarillo en el agua.
Aunque Ciudadanos se haya descolgado de este grupo, en el Parlamento salido tras el 26J sigue existiendo una mayoría absoluta de diputados que rechazan a Rajoy. Pero… ¿de qué sirve, si han demostrado con vergonzosa claridad que no son capaces de plantear una alternativa?
He aquí el drama de la izquierda en España, un drama con ecos en la Historia y con ribetes de pulsión suicida, una drama al que asisten, impávidos, millones de votantes de izquierda que hoy más que nunca se sienten impotentes, frustrados y, por qué no decirlo, traicionados por los suyos.
Es posible que, como opinan muchos, "los españoles no merezcan sufrir cuatro años más de Rajoy". Pero, visto lo visto, quienes sí lo merecen son 180 diputados de oposición, esos mismos que votaron en contra de su investidura sin saber qué hacer después.
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