Alberto II, un rey cercano y sencillo que dio estabilidad a Bélgica

  • La sencillez y la cercanía de Alberto II, un rey de sonrisa permanente y carácter afable, conquistó poco a poco a los belgas, que mañana le verán ceder al testigo a su hijo Felipe y que contemplan en él 20 años de reinado y de estabilidad.

Elena Moreno

Bruselas, 20 jul.- La sencillez y la cercanía de Alberto II, un rey de sonrisa permanente y carácter afable, conquistó poco a poco a los belgas, que mañana le verán ceder al testigo a su hijo Felipe y que contemplan en él 20 años de reinado y de estabilidad.

A sus 79 años y debido a problemas de salud, Alberto de Bélgica, llamado el "rey inesperado" al inicio de un reinado (en 1993) que ahora concluye el "rey indispensable", anunció el pasado 3 de julio su decisión de abdicar en su primogénito.

Está considerado por la mayoría de los belgas un rey cercano, distendido, emotivo, con sentido del humor y, sobre todo, con una visión muy certera y afinada de la política nacional, en la que ha mediado con éxito.

Nacido el 6 de junio de 1934 en el castillo de Stuyvenberg, en las afueras de Bruselas, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, es nieto de Alberto I y de la reina Elisabeth, y tercer y último hijo de Leopoldo III y de su primera esposa, la reina Astrid.

En 1935, Alberto II -que recibió el título de príncipe de Lieja- perdió a su madre, fallecida en un accidente de tráfico en Suiza.

Cinco años más tarde y debido a la invasión de Bélgica durante la II Guerra Mundial, abandonó el país junto sus hermanos mayores, la princesa Josephine-Charlotte y el príncipe Balduino, para refugiarse en Francia y posteriormente en España.

Esta época convulsa obligó a Alberto II a alternar sus estudios secundarios entre Bélgica y Suiza, hasta que volvió definitivamente al país en 1950, junto al rey Leopoldo III y el príncipe Balduino.

En julio de 1959, Alberto II contrajo matrimonio con Paola Ruffo di Calabria, de una familia aristócrata italiana, con quien tuvo tres hijos: Felipe (1960), Astrid (1962) y Lorenzo (1963).

Cuando el rey Balduino murió el 31 de julio de 1993 a causa de una parada cardíaca durante unas vacaciones en Motril (Granada), Alberto, a sus 59 años, se convirtió en su sucesor y fue coronado como sexto rey de Bélgica el 9 de agosto de ese mismo año.

Alberto no siguió nunca una preparación específica para ser rey, y sus funciones como príncipe de Lieja consistían en estar a la cabeza de las misiones de promoción de la economía y el comercio belga en el exterior, lo que hizo durante más de 30 años, siendo después el príncipe Felipe quien ha seguido ese cometido.

En sus memorias, el exprimer ministro belga Jean Luc-Dehaene señalaba que el propio Alberto II, al asumir la corona a la muerte de Balduino, se veía como un rey de transición: "Su sugerencia fue que después de un tiempo, podría traspasar la Corona, sin necesidad de hacerlo saber en ese momento".

Dehaene explicaba también en su libro que Alberto aceptó la sucesión y aludió a que Felipe no estaba aún casado ni había terminado su formación.

Menos político que su hermano, que en alguna ocasión se opuso a nombramientos de ministros nacionalistas flamencos y a firmar la ley del aborto, Alberto II ha sido extremadamente cuidadoso a la hora de no extralimitarse en sus competencias y en cumplir con su papel.

Dos leyes polémicas, como la de la eutanasia y la del matrimonio homosexual fueron firmadas por el rey Alberto.

"Siempre le he considerado como alguien que hubiera estado muy dotado para dedicarse a la política... Nunca duda en relanzar una conversación para profundizar en el tema", señaló el exviceprimer ministro y extitular de Exteriores Louis Michel a "Le Soir", al tiempo que destacó el sentido del humor y la franqueza del rey para abordar cualquier asunto.

Para los expertos belgas, 2007 y la crisis política que el país comienza ese año marca el punto de inflexión que hizo de Alberto II un rey más político, que no dudó en llamar la atención a los partidos y a sus dirigentes cuando en 2011 el país llevaba 541 días en crisis y más de 400 sin gobierno.

Con la ruptura entre flamencos y francófonos pendiente de un hilo en abril de 2010, la intervención y el discurso en la televisión nacional del rey Alberto evitó una crisis de estado de grandes proporciones.

En el capítulo familiar, Alberto de Lieja protagonizó un matrimonio por amor con Paola Ruffo di Calabria, no exento de crisis, distanciamientos y de un reencuentro, ya en la madurez, que les acercó más el cariño de los belgas, muy visible estos últimos días de reinado durante la gira que ambos han hecho por el país.

Durante años y antes de la reconciliación, la pareja formada por Alberto y Paola era considerada en este país como el reflejo de la "dolce vita", lo que les valió críticas por la suposición de que su distanciamiento repercutía en la educación de sus tres hijos.

Alberto II mantuvo una relación extramatrimonial reconocida durante 10 años con la baronesa Sybille de Selys-Longchamps, que le llevó a punto del divorcio de Paola.

La hija de Selys, Délphine Boël, de 45 años, reclamó en junio pasado por la vía judicial su reconocimiento paterno y pruebas de ADN a sus supuestos medio hermanos Felipe y Astrid.

El rey Alberto llegó a reconocer, durante su discurso navideño de 1999, sus problemas conyugales superados y tampoco dudó en 2006 en llamar al orden en público al príncipe Lorenzo, su hijo pequeño, por un caso de fraude, aunque lo hizo sin nombrarlo.

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