Steve Jobs, el cristo de Medinaceli y el milagro del iPad

  • Este viernes se ha producido el lanzamiento del nuevo iPad en España. La gran manzana ya no está en Nueva York, sino en Cupertino, California.
Juan Antonio Giner

Volvieron las colas y con ellas la Tabletmanía 2.0

Hace un año asistí en San Francisco a la presentación del iPad y con el de la Tabletmanía 1.0

Hoy estoy en Berlín.

Y aquí en el centro de Europa, como en Australia, Canadá, México, Nueva Zelanda, Austria, Bélgica, República Checa, Dinamarca, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Polonia, Portugal, España, Suecia, Suiza y Gran Bretaña, la gente joven hace colas para conseguir el nuevo iPad 2.

Más de medio mundo se ha quedado con las ganas.

Estar en esa lista es como jugar en la liga de campeones del iPad.

 

Sorprende que sólo esté México en Latinoamérica, que no haya nadie en África y Oriente Medio.

Y que tampoco estén mercados tan enormes como India, Rusia, China y Japón.

Pero no se preocupen, que a todos llegará, como a casi todos ha llegado ya la primera versión del iPad.

Un cacharro al que muchos negaron el pan y la sal.

Hasta Jeff Jarvis se hizo un video re-empaquetándolo y devolviéndolo a Apple.

Era, decían, "basura", algo "inútil", además de "innecesario", muy "caro", demasiado "pesado", y adornado de todas las carencias que los tecnófilos esperaban, querían y no encontraron.

Menudo berrinche tienen desde entonces.

A Steve Job que suele contestar a todos los emails que se le envían, se ha pasado el año respondiendo con un mensaje estándar:

"It will come".

Vendrá.

Llegará.

No se me agobien, que Zamora no se conquistó en una hora.

Y lo mismo ha sucedido con la nueva versión del iPad 2.

De nuevo, berrinches, descalificaciones y mamporros por tierra, mar y aire.

Pero las colas están ahí.

En todas partes.

Y los millones de iPads vendidos, también.

¿Qué tendrá este bicho que vuelve loco al personal?

Le adjudican al Comisionado de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, Charles Duell, aquello que dijo en 1899: "Todo lo que pueda ser inventado ya ha sido inventado"

Menos lobos, Comisionado.

Porque eso mismo de dijeron al cada vez más escuchimizado de Steve Jobs y ahí lo tienen.

Apple, camino de ser la empresa del mundo con mayor capital en bolsa.

Apple, con una galaxia de iMacs, iPods, iTunes, iTouchs, iPhones e iPads que no se los salta un gitano, y mucho menos Microsoft, Google, Samsung, Motorola, Dell o la madre que los parió.

La gran manzana ya no está en Nueva York, sino en Cupertino, California.

Y desde allí llegaron, llegan y seguirán llegando estos artefactos que cautivan a jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, ricos y pobres, blancos y negros, cultos e incultos, conservadores o liberales, pensionados y medio pensionados, civiles y militares, clérigos y laicos, creyentes, ateos y librepensadores, nativos digitales o trogloditas analógicos.

Vamos que esta clientela global se parece cada vez más, con perdón y permiso de la autoridad competente, al mismísimo Cristo de Medinaceli.

Ese Nuestro Padre Señor Jesús Nazareno, que también, como Apple este viernes, contempla las enormes colas de feligreses y devotos, creídos y descreídos que se le acercan para pedirle favores y milagros.

Un Cristo de Medinaceli que está hasta en la Wikipedia.

Y que, tiempo al tiempo, no tardará en tener su app para que, todos y todas, podamos tenerlo en nuestro iPad de cada día...

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