Blesa se va con un ataque de sinceridad y unas cuantas omisiones

  • Después de trece años, Miguel Blesa se despide de la presidencia de Caja Madrid con el orgullo de haber multiplicado por cinco el tamaño de la entidad, pero con un deslucido final de etapa, marcado por la crisis financiera, las fusiones del sector, la pendiente salida a bolsa del hólding Cibeles, los fallos garrafales de SOS, Mecalux, Reyal, Metrovacesa y los 1.200 millones en activos inmobiliarios que se ha comido la caja en 2009
Enrique Utrera

La de ayer fue la última presentación de resultados de Caja Madrid con Miguel Blesa al frente. Atrás quedan trece años en el puente de mando, marcados en la última etapa por un enfrentamiento, ya sin ambages, con Esperanza Aguirre. Una caldera a presión a la que ha echado más madera, en los dos últimos ejercicios, una crisis crediticia de altísimos vuelos, que ha terminado, a base de provisiones (650 millones en 2009), por estropear la foto de despedida del ejecutivo.

Los que se van nunca mienten. Se sincera Blesa cuando dice que le hubiera gustado seguir. Cierto punto por punto. Sólo gracias a una ambición a prueba de bombas ha conseguido mantener hasta el 28 de enero una silla presidencial que en los últimos 18 meses era lo más parecido a la montura de un caballo salvaje. Otro hubiera tirado la toalla hace ya muchos meses.

Lo cierto es que Blesa ha llegado a tiempo para defender –y eso le honra, porque no son precisamente maravillosas- las cuentas completas del ejercicio 2009, que serán el punto de referencia para evaluar la labor de su sucesor Rodrigo Rato.

Ángeles y demonios

No es la del ex director gerente del FMI una herencia fácil de gestionar. No podía ser de otra manera, cuando la morosidad está en el 5,4% -por encima de la media del sector- y cuando el grupo se enfrenta a dos procesos de refinanciación de armas tomar, como Reyal Urbis y Metrovacesa–no pierdan de vista los 1.200 millones en activos inmobiliarios que se ha comido Caja Madrid el año pasado-.O cuando hay algunas cuentas pendientes de difícil digestión, como la salida a bolsa de un holding–la primera tentativa se saldó con un fracaso sonoro- tan poco sexy como Cibeles.

Tres puntos éstos por lo que Blesa pasó ayer de puntillas o, sencillamente, no pasó. En cambio, sí habló ayer el todavía presidente con profusión y de buena gana de fusiones, de esa operación que en sus mejores sueños le hubiera gustado liderar para hacer buena la táctica del divide y vencerás. Pero, al final, se la jugará Rato en la elección del compañero de viaje en este año 2010 de alta tensión en el sector financiero español.

Ya dijo Blesa ayer que es posible que este año echemos de menos el comportamiento de 2009. Un pronóstico de quien –lo estaba sufriendo ya en sus propias carnes- anticipaba en julio de 2008 que la morosidad “no es que venga, es que ya galopa”.

Pero, de vuelta al inevitable, y por lo visto dificilísimo, proceso de concentración en el sistema financiero español, dice Blesa que Caja Madrid tiene terminados los deberes. Es decir, que deja hecho el trabajo de campo a Rato, que en cualquier caso debe tener muy claras ya sus preferencias y no tardará mucho en dar el paso. No obstante, seguro que le agradece el detalle a un Blesa que no pasó ayer por otros asuntos escabrosos de los últimos meses que también han contribuido a que la foto salga movida.

Por ejemplo, inversiones de los dos últimos años como la de SOS, donde la caja madrileña se ha tragado un sapo histórico y tendrá que tomar decisiones rápidas cuando el relevo en la presidencia sea un hecho. O en Mecalux, donde pierde la mitad de la inversión.

Multiplicar por cinco el tamaño de la caja en sus trece años de mandato y ponerla en el mapa internacional no oculta que la segunda caja de ahorros española por activos necesita un buen librillo de gestión. A Rato le va a hacer falta.

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