"Excelentísima Señora Presidenta de la Nación Argentina". Así comienza la misiva que envió Antonio Brufau, presidente de YPF, a Cristina Fernández de Kirchner el pasado 2 de abril (léela aquí).
Ante las reiteradas negativas de la primera dama para reunirse con el ejecutivo español, éste recurrió al género espistolar para dejar claro al Gobierno andino su compromiso de cumplir todos los argumentos que, apenas dos semanas después, ha utilizado Kirchner para expropiar YPF.
Éstos pueden resumirse en tres: búsqueda de socios para garantizar la financiación de 42.000 millones en 15 años que necesita YPF para cumplir su pan estratégicos; y concesión al Estado y a las provincias de una participación en cada campo.
Con estas dos actuaciones, además de conferir mayor poder a Kirchner y a los gobernadores, Repsol se comprometía a aumentar las producciones en el corto plazo y garantizar el autoabastecimiento de Argentina.
Sin embargo, Kirchner ignoró estas promesas y, apenas dos semanas después, expropió YPF esgrimiendo, entre otros motivos, falta de inversión, incapacidad de Repsol para abordar todos los proyectos que tiene en Argentina, la necesidad de garantizarse el abastacimiento...
Ahora, toca preguntar: ¿Kirchner no recibió la carta, no creyó a Brufau o, hiciera lo que hiciera, tenía decidida desde hace meses la expropiación?
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