Las piruetas y contradicciones ideológicas de Pablo Iglesias no detienen su camino al poder

  • Pablo Iglesias, al contrario que otros líderes de la izquierda española, entendió que debía “cabalgar las contradicciones” para llegar al poder.

    Por ahora, las encuestas le han dado la razón; ha logrado subordinar IU a Podemos y espera que el PSOE no tenga más remedio que hacer lo mismo echar al PP de La Moncloa.

A favor de los socialistas y contra los socialistas, a favor de los comunistas y contra los comunistas: Pablo Iglesias ha sabido "cabalgar las contradicciones" para acercarse cada vez más al poder.
A favor de los socialistas y contra los socialistas, a favor de los comunistas y contra los comunistas: Pablo Iglesias ha sabido "cabalgar las contradicciones" para acercarse cada vez más al poder.
L.I.

"Lo digo siempre: hacer política supone cabalgar las contradicciones. Quien no quiera cabalgar contradicciones, que no haga política o que no me engañe". Son palabras de Pablo Iglesias en una conferencia pronunciada en 2012, mucho antes de la fundación de Podemos.

El secretario general de Podemos ha sabido mancharse las manos de barro sin ensuciarse. O, al menos, sin que los electores perciban demasiada suciedad en él. Al menos, eso indican las encuestas. Hoy mismo ha vuelto a repetir en una entrevista en La Sexta que quien quiera gobernar “debe asumir las contradicciones” que comporta la política.

En efecto, si en algo ha destacado Pablo Iglesias durante los últimos dos años, ha sido en sortear con sorprendente habilidad los obstáculos de dichas contradicciones. Porque las ha tenido, y muchas.

(Te interesa leer: Las cuatro caras de Pablo Iglesias según convenga. ¿A cuál creemos?)

No hace tanto Pablo Iglesias era un personaje capaz de envolverse en una bandera leninista sobre un escenario y cantar, aparentemente pasado de copas, una heterodoxa versión de la Internacional. Pero sólo hace una semana también era capaz de abrir las puertas del exclusivo Círculo de Economía de Cataluña para pronunciar una conferencia donde trató de calmar las lógicas ansias de los empresarios ante la situación polítca.

¿Cómo puede un comunista confeso reivindicar para sí el espacio socialdemócrata? “Antes era un provocador muy feliz; ahora soy un candidato a la presidencia del Gobierno que tiene que presentar un programa viable”, se ha justificado este miércoles ante el periodista de Antonio García Ferreras.

Poco antes de las elecciones europeas proclamaba abiertamente y con orgullo su filiación comunista. Así, lo proclamaba en una tertulia de Intereconomía en octubre de 2013. Pero también ha tenido excusas para decir que ejercer el papel de “un ‘enfant terrible’ en Intereconomía y con García Serrano, que es hijo de quien es (un escritor falangista), era un placer poderle decir a la cara que era comunista, del cual no me quise privar en aquel momento”.

Socialdemócrata contra el pitufo gruñón

Esta semana, desde un estrado del exclusivo hotel Ritz en la capital de España, presentaba a Podemos como el nuevo referente socialdemócrata del país. Lo hacía al lado de su nuevo socio electoral y recién elegido nuevo coordinador de Izquierda Unida, Alberto Garzón, que antes de las elecciones del 20D intentó en vano lograr la unión entre ambas fuerzas políticas. Iglesias se negó en redondo. 

A mediado del año pasado, Pablo Iglesias lanzaba los calificativos más duros a quienes muchos veían como su aliado natural: Izquierda Unida. "No quiero cenizos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada. No quiero dirigentes políticos de Izquierda Unida. Son incapaces de leer la situación del país".

No contento con su crítica a la coalición de izquierda, optó por ridiculizarles y caricaturizarles, con palabras que aún restallan en los oídos de sus militantes cuando suena la hemeroteca. Los calificaba de “Pitufo Gruñón”, unos seres insignificantes en su tamaño, ridículos en sus aspiraciones políticas pero que trataban de imponer dogmas y métodos de funcionamiento que la praxis política había demostrado como inútiles. Podemos había conseguido en apenas un años diez veces más apoyos que Izquierda Unida en casi tres décadas de existencia.Pactar con el PSOE, en posición de superioridad

Pablo Iglesias nunca ha ocultado el orgullo que siente por su nombre. En la campaña electoral aludió constantemente a los militantes socialistas para recordarles que sus padres, comprometidos activistas de la izquierda, no le “habían puesto ese nombre por casualidad”.

Sin embargo, no dejó pasar muchas intervenciones en el Congreso de los Diputados antes de arremeter con furibunda inquina contra los escaños del partido que fundó su histórico tocayo.  Es más, llegó a mancillar la memoria de los más ilustres, como Felipe González, de quien recordó su relación con el terrorismo de los GAL: “¡Sí, ése que tiene el pasado manchado de cal viva!”.

Si Podemos ha dibujado dianas donde apuntar todos sus ataques no se encuentran en las paredes de la calle Génova sino en las de Ferraz. A Pedro Sánchez le diseñó pública e inconsultamente un Gobierno de coalición antes de que el líder socialista se entrevistara con el Rey. Es más, declaró que que si el socialista llegaba a la Moncloa, sería “una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer”.

El líder de Podemos se negó a pactar con el Partido Socialista, pese a las recurrentes invitaciones de los socialistas a sumarse al pacto firmado con Ciudadanos. Pero ahora es Iglesias el que repite una y otra vez que PSOE y Podemos están condenados a entenderse. Aunque ya ve a su partido, en consonancia con lo que indican casi todas las encuestas, incluídas las del PSOE, “como la principal alternativa al PP”, reconoce que van a necesitar un pacto con los socialistas para echar a Rajoy de La Moncloa. Eso sí, quiere un socio doblegado, por no decir humillado y subsidiario.Dispuesto a cabalgar las contradicciones

De entre todas las dificultades que ha enfrentado Podemos y su líder quizá sobresale sobre cualquier otra su vinculación con Venezuela y, en menor grado, con Irán. En una conferencia pronunciada en 2012, antes de la aparición de Podemos, Iglesias reconocía que la política hacía extraños aliados. “A los alemanes les interesaba poner un tren a Lenin para que desestabilizara Rusia. A los iraníes les interesa que se difunda en América Latina y en España un discurso de izquierdas porque afecta a sus adversarios. ¿Lo aprovechamos o no lo aprovechamos? Para mí quien haga política debe asumir cabalgar contradicciones y nosotros estamos dispuestos a cabalagarlas”.

Iglesias, un teórico de la política, un profesor que ha decidido vivir en carne propia el objeto de su estudio, conoce la vida de Charles Maurice de Talleyrand, diplomático francés que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Y seguramente él le daría la razón a Pablo Iglesias. Quien quiera sobrevivir en política, debe mancharse las manos de barro. Cuando al final de la vida, preguntaron a Talleyrand cómo había podido servir a gobiernos tan distintos entre sí como los borbónicos, los revolucionarios o los napoleónicos respondió sucintamente: “¡Oh, yo no he cambiado. Ha sido Francia la que ha cambiado!”.

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