"Que llevo el Gordo, oiga"

    • Desde muy temprano por la mañana hasta bien entrada la noche, los loteros de la Puerta del Sol (Madrid) reparten ilusión
Seis de cada diez compradores de Lotería de Navidad admiten usar supersticiones
Seis de cada diez compradores de Lotería de Navidad admiten usar supersticiones

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No verles es imposible. Basta con salir de la boca del metro para encontrárselos de frente. Allí están, día y noche, con sus tenderetes plagados de décimos. Son los vendedores de lotería callejeros, esos que no tienen una administración propia y que jornada tras jornada salen a la calle para repartir suerte. En Navidad, la madrileña Puerta del Sol se convierte en su centro de operaciones.

Marijuana lleva allí desde que tenía 12 años. En cuanto la Navidad asoma en el calendario, coge su mesa plegable y sus tableros y se coloca al lado de la boca del Metro de Sol, en Madrid. Ésa es su administración, la calle. "Llevo el Gordo", grita a pleno pulmón. Las voces y las cantinelas le sirven para captar la atención de las miles de personas que acuden al centro de la capital para realizar sus compras navideñas.

"Me pongo aquí el 8 de diciembre y no me voy hasta después de la lotería del Niño", explica. Hoy es un día de suerte para ellos. No hace demasiado frío y no llueve. Así, la jornada es más llevadera. Pero, por si acaso, suelen ir preparados para enfrentarse a cualquier inclemencia del tiempo. José, que tiene su carné de vendedor desde 1999 ("antes no era obligatorio", explica), recurre al socorrido truco de las capas para combatir el frío. Abrigo, forro polar, camiseta de manga larga, otra más…

Paraguas y plásticos les sirven para protegerse de la lluvia. Quizá el agua sea lo peor, ya que puede dañar los décimos. De hecho, José ha tenido que sacar su carné a una clienta para demostrarle que todo es legal. La humedad ha dejado un poco tocados los billetes y no termina de fiarse. Parece que el carné y las explicaciones del vendedor la han convencido, así que se lleva su pedazo de suerte para el día 22 de diciembre por 22 euros.

Comprar lotería en la calle es un poco más caro (2 euros). Los vendedores adquieren los décimos en las administraciones tradicionales y luego los venden. Ese margen de dos euros es el beneficio que sacan de la venta de cada uno. Lo que ahorra el cliente es tiempo. Muchos prefieren pagar ese plus y evitar las colas de horas que pueden verse en algunas administraciones. A sólo unos cientos de metros de allí, una fila eterna espera en la popular 'Doña Manolita'.

María Antonia es de las vendedoras más risueñas y simpáticas de la Puerta del Sol. Sus reclamos se oyen en la distancia y tiene un buen puñado de anécdotas para regalar. Lleva 37 años vendiendo lotería en el centro de Madrid. "Hasta mis hijos han nacido allí", dice. Para ella, la Navidad no es más que un periodo. Después de todo, está allí durante todo el año. "Lo que no se vea aquí no se ve en ningún lado", asegura entre risas.

Apenas abandona su puesto desde que despliega sus bártulos a las nueve de la mañana hasta que los recoge a las once de la noche. Para comer y poco más. Sin embargo, las ventas no son lo que eran. El año pasado ya fue malo, pero parece que éste está siendo aún peor. "La crisis", remarca. Entre los números que más le piden, el 13, el 69 y el 15.

Con casi cuatro décadas vendiendo lotería en la calle, María Antonia y su 'comadre', que tiene otro puesto pegado al suyo, han visto de todo. Cuenta que una vez una chica le regaló 500 euros después de haber sido premiado un décimo que ella le había vendido. Otra vez, un grupo de chavales de un colegio volvieron a buscarla y la invitaron a merendar una hamburguesa antes, incluso, de haber cobrado. Son anécdotas que demuestran la generosidad y el agradecimiento de la gente.

No siempre es así. Hay una historia que siempre cuenta porque dice que se le quedó marcada a fuego. En realidad no le ocurrió a ella, sino a su 'comadre', que asiente desde el otro lado. Un hombre compró un décimo premiado con un segundo y volvió para tentar de nuevo a la suerte con el sorteo de El Niño. Llegó y le dijo a la vendedora "a ver si me das otro bueno". Compró un solo décimo para un grupo de varias personas y se fue "sin ni siquiera dar las gracias". Ambas aún se sorprenden de aquello.

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M. J. Arias
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