Hijos de dictadores, tras los pasos salvajes de sus padres

  • La de descendencia de dictadores en África y otros países se ha forjado su propia fama de crueldad y despilfarro. Los expertos ya hablan del "síndrome del hijo sociópata"
El ex dictador liberiano Charles Taylor durante su juicio por crímenes de guerra. Su hijo ha sido condenado a 97 años de cárcel por torturas | Reuters
El ex dictador liberiano Charles Taylor durante su juicio por crímenes de guerra. Su hijo ha sido condenado a 97 años de cárcel por torturas | Reuters
Christian Hennemeyer | GlobalPost para lainformacion.com
Christian Hennemeyer | GlobalPost para lainformacion.com

WASHINGTON — A principios de 2009, un hombre regordete en Florida, muy amante de las chicas y de la música hip-hop, fue sentenciado a 97 años de cárcel por torturar africanos a miles de kilómetros de EEUU.

Según el Departamento de Justicia americano, Chuckie Taylor y sus socios "quemaron a sus víctimas con plástico fundido, cigarrillos encendidos, agua caliente, cera y una plancha. También los golpearon severamente con armas de fuego, los apuñalaron y les aplicaron electroshock".

Taylor, de 31 años, no hacía más que seguir los sangrientos pasos de su famoso padre, el ex dictador de Liberia, Charles Taylor, un hombre violento que afronta una posible pena de prisión perpetua por crímenes de guerra y atrocidades ante el Tribunal Criminal Internacional de la La Haya. Por brutal que parezca, el joven Taylor no es ni mucho menos el único varón que sigue los pasos de un padre tristemente célebre. Los expertos hablan del "síndrome del hijo sociópata" (SHS).

Otros vástagos

En diciembre pasado, otro caudillo africano, Lansana Conte, de Guinea, falleció tras una larga enfermedad. Durante algún tiempo los guineanos temieron que le sucedería en el poder su hijo Ousmane, famoso por disparar contra manifestantes pacíficos en la calles de la capital dos años antes. Presionado por el nuevo gobierno militar de Guinea, Ousmane apareció en la televisión local para confesar –arrepentido- que había participado en el tráfico de cocaína.

El contrabando de drogas, o cualquier otro tipo de tráfico, parece ser el oficio preferido de quienes sufren el SHS. Marco, hijo del líder serbio Slodoban Milosevic, ha sido acusado de dirigir una red millonaria de tráfico de cigarrillos. Kongulu, uno de los hijos de Mobutu en Zaire (actual República Democrática del Congo) y conocido como Saddam, habría estado involucrado en la exportación ilegal de oro de su país.

El joven, que compartía los modos brutales de su padre, murió a los 28 años exiliado en Mónaco, un final mucho más civilizado que el de los dos hijos de Sadam Hussein, Uday y Qusay, que perecieron bajo las balas del ejército de EEUU.

La lista continúa y tiene representantes en cada región del planeta. "Bong Bong", hijo del autócrata Ferdinand Marcos, fue sentenciado a nueve años de cárcel por evasión tributaria (pese a que no pasó ni un día en prisión).

"Baby Doc" Duvalier, hijo del ex presidente haitíano "Papa Doc" Duvalier, mantiene su condición de cómodo refugiado en París, 22 años después que él y su mujer escaparan del país, acusados de corrupción y tortura. Por último, uno de los hijos del líder libio Moamar Gaddafi, apodado "Hannibal", tiene problemas constantes con la justicia, el más reciente de ellos en Suiza por presunta agresión al personal doméstico.

Esta 'degeneración dinástica' también es común en América Latina, pero curiosamente, en un continente que ha perfeccionado el concepto de "machismo", dos líderes argentinos Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner optaron por pasar el poder a sus esposas.

Sin embargo, no todos los hijos han resultado ser un mal ejemplo. Los reyes de Jordania, Marruecos y Qatar han gobernado hasta ahora de manera hábil y relativamente inteligente.

Desafortunadamente, en otros países como la República Democrática del Congo o Siria lo mejor que se puede decir es que los 'hijos de' son un poco menos malos que sus progenitores.

La preocupación también existe en Egipto, Libia y Yemen donde los hijos candidatos al poder no acaban de convencer a los observadores y todo indica que podrían ser menos hábiles y menos democráticos que sus padres.

Pese al coqueteo intermitente de EEUU con familias como los Kennedy o los Bush, el mundo occidental ha sabido mantenerse alejado de esta práctica y ha apostado por sus instituciones: partidos políticos, burocracias, tribunales, sindicatos, medios de comunicación, etc.

Estas agrupaciones, que también tienen casos de incompetencia o de personas que se venden al mejor postor, tienden a evitar la evidente brutalidad y corrupción que caracteriza a la mayoría de los asuntos familiares. Las naciones en desarrollo que luchan por avanzar en sus prácticas democráticas hacen bien en evitar esta política patrimonial e invertir en desarrollo institucional.

*Christian Hennemeyer ha vivido y trabajado en África durante más de 20 años. También ha estado en el Caribe, los Balcanes y Oriente Medio. Actualmente vive en Washington DC.

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