Un muro teñido de sangre separa la India de Bangladesh

  • La quinta frontera más larga del mundo, apodada como "el muro de la muerte" está custodiada por la temida Fuerza de Seguridad Fronteriza de la India (BSF), cuyos guardias de "gatillo fácil" siembran el terror entre indios y bangladesíes.
Bangladesh y la India resuelven la delimitación de su larga frontera común
Bangladesh y la India resuelven la delimitación de su larga frontera común
Maher Sattar, Rangpur (Bangladesh) | GlobalPost

"Si me ven hablando con usted, me van a causar un montón de problemas", dice Abdul Rahim.

De pie en el límite de su propiedad en la frontera de Bangladesh con la India, el agricultor indio de 48 años de edad, está a medio paso de cruzar ilegalmente al pueblo bangladesí de Chander Haat. Pero lo que le preocupa no es la posibilidad de ser capturado por los guardias fronterizos de Bangladesh por intentar entrar de manera ilegal.

Detrás de Rahim, a un par de cientos de metros en el lado indio de la frontera, se encuentra la valla de alambre de púas más larga y sangrienta del mundo.

Apodada como el "muro de la muerte" por los lugareños, la barrera de 4.000 km se extiende a lo largo de la quinta frontera más larga del mundo, y está custodiada por la Fuerza de Seguridad Fronteriza de la India (BSF), cuyos guardias asesinan tanto a bangladesíes como a indios con impunidad.

Rahim afirma que el BSF lo acosa habitualmente y en ocasiones ha sido golpeado bajo la sospecha de ayudar o albergar inmigrantes ilegales de Bangladesh y a los contrabandistas.

Es una frontera tensa. A pesar de que la India ayudó a Bangladesh a conseguir su independencia en 1971, las relaciones entre los dos países se han mantenido tensas desde la partición de 1947 de la India, cuando el subcontinente indio se dividió en líneas religiosas creando un Pakistán Oriental, que hoy en día es Bangladesh.

La partición tuvo como resultado un baño de sangre, con más de un millón de muertos en el espacio de pocos meses y más de 10 millones de musulmanes, hindúes y sijs desplazados en una de las migraciones masivas más grandes de la historia de la humanidad.

Poco progreso se ha hecho en las últimas décadas entre los dos países sobre temas candentes como el contrabando, el suministro de armas y el refugio a los insurgentes indios, y el control de los numerosos ríos que fluyen a través de ambos países.

Pero la crisis más destacada que domina el discurso indio se refiere a los inmigrantes indocumentados.

Las estimaciones oficiales son que en la India hay dos millones de inmigrantes indocumentados procedentes de Bangladesh. El número que aparece publicado frecuentemente en los medios de comunicación de La India es el de 20 millones.

Al igual que los inmigrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos, sus homólogos de Bangladesh son los chivos expiatorios de los derechos de los indios–acusados del desempleo, de delitos, de terrorismo- "talibanización de baja intensidad y de "distorsionar nuestras estadísticas indias de proporción de sexos".

Esto ha creado una situación en la que muchos dicen que los guardias indios de la frontera son de gatillo fácil.

El 7 de enero de 2011, Khatun Felani y su padre llegaron a la alambrada de púas un poco después de la llamada a la oración de la mañana que había sonado de una mezquita cercana. Vestidos con trajes de boda tradicionales y joyería de la boda, la joven somnolienta de 15 años había dormido poco durante su viaje por la noche hacia la frontera  y apenas podía mantener los ojos abiertos.

Felani, nacida en la India, de padres inmigrantes indocumentados, estaba regresando a Bangladesh para casarse. Pero ahora era plena luz del día, y el padre de Felani, Nurul Islam tenía miedo.

Sin embargo, los traficantes locales a los que había pagado3.000 rupias (70 dólares) para que le ayudaran a él y a su hija a cruzar insistieron que todo estaba bien, y los dos comenzaron a subir la escalera que habían previsto para ellos.

Nurul Islam lo hizo con éxito. Momentos más tarde, cuando Felani llegó a la parte superior de la valla de 2,5 m de alto, los guardias fronterizos indios que los habían descubierto salieron corriendo y la dispararon a corta distancia provocándole la muerte.

"La BSF disparó sin ninguna advertencia. No entiendo por qué no gritaron nada", recuerda Nurul Islam, que ha sido trasladado con el resto de su familia al pueblo Bangladesh de Ramkhana, cerca de donde murió su hija. "Me gustaría que hubieran dicho 'stop'. Si tan sólo hubieran dicho "stop" ella se habría salvado".

El cuerpo sin vida de Felani estuvo colgado en la valla durante cinco horas, a la vista de los agricultores de Bangladesh y de la India que viven cerca. Finalmente, la BSF la ató de pies y manos a un palo de bambú y se la llevaron.

Detener el comercio de ganado

Pasaron unas 30 horas antes de que su cuerpo fuera entregado a las autoridades de Bangladesh y devuelto a su padre. "Le quitaron sus joyas", dice Nurul Islam, con sorna.

Una foto, publicada por primera vez en el periódico indio Anandabazaar, del cadáver de Felani colgando de la valla provocó un revuelo enorme  los medios de comunicación de Bangladesh.

El ministro del Interior indio, P. Chidambaram anunció durante una visita a Dhaka en julio que el BSF utilizaría armas no letales, y que ya no dispararía a los civiles bajo ninguna circunstancia.

Seis meses, las muertes en la frontera siguen creciendo.

Sólo que ahora se producen de una forma más creativa. Los tiroteos son infrecuentes, pero los guardias fronterizos de  Bangladesh informan de incidentes recientes de palizas mortales, estrangulamiento, lapidación e inyecciones letales.

La organización de derechos humanos Odhikar acusa a la BSF de la muerte de más de 1.000 habitantes de Bangladesh en la última década. La propia BSF admite la responsabilidad por la muerte de 364 indios y 164 bengalíes desde 2006.

Fue entonces cuando su Gobierno comenzó a construir la valla, inspirándose en la frontera israelí de Cisjordania.

Pero ni el alambre de púas, ni los asesinatos extrajudiciales han tenido éxito a la hora de detener un lucrativo comercio, el tráfico ilícito de ganado.

Las vacas se venden en Bangladesh por tres o cuatro veces de lo que cuestan en la India y los traficantes han ideado recursos y nuevas y brutales formas para sortear el obstáculo.

Rahim, el agricultor indio que es testigo de que esto suceda casi todas las noches, describe el procedimiento: "Usan las rampas para llevar a las vacas hasta la parte media de la alambrada. Los alambres aquí están un poco más separados que en el resto de la valla. Aflojan los alambres un poco más, entonces juntas las piernas y la boca de la vaca, la lanzan por la rampa y la pasan al otro lado".

"Se tarda 10 minutos en pasar a 50 vacas", dice Rahim, "pero no es fácil conseguirlo en 10 minutos. Los traficantes vigilan siempre a la BSF, manteniendo un ojo sobre ellos, esperando una oportunidad. "Los guardias de BSF no son villanos de dibujos animados, y Rahim es consciente de que están haciendo un trabajo peligroso.


"Los traficantes son gente sin escrúpulos", dice, "no dudan en atacar a la BSF. Están armados con hoces, cuchillos, y ponen en peligro a la BSF". Dicen  "déjanos en paz si temes por tu vida, nosotros estamos aquí para morir de todos modos".

A pesar de que es discutible la eficacia anti-contrabando y anti-inmigración del Muro de Berlín del sur de Asia, su impacto en las personas que viven cerca no lo es.

Previsiblemente, los bangladesíes han de estar enfadados ante la perspectiva de ser acorralados por su gigantesco vecino, que les rodea por el oeste, norte y este, y que siempre han sido un poco paranoicos.

Con una creciente población de 150 millones metida en un área menor que la de Iowa, la valla también está haciendo que muchos bangladesíes sean claustrofóbicos.

"Una valla de alambre de púas es una expresión psicológica de la hegemonía. Han rodeado el pueblo de Bangladesh por tres lados con alambre de púas", dice Adilur Rahman, el secretario general de la organización de derechos humanos Odhikar con sede en Dhaka. "Reflectores de gran potencia, alambre de púas… parece un campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial ".

Los focos de luz artificial inciden directamente en la casa de  Anis Ahmed, de 9 años de edad, quien se queja de que son tan brillantes que tiene problemas para dormir por la noche.

 

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