China, la última pieza que llega al tablero sirio

La ONU reanuda la ayuda y envía un convoy a una zona asediada en Siria
La ONU reanuda la ayuda y envía un convoy a una zona asediada en Siria
Salvador Burguet

Hoy sábado se acaba de conocer que China, el gigante asiático como viene en llamarse desde hace años, se incorpora a la guerra en Siria, lógicamente del lado de Bashar al-Assad. La verdad es que, siendo sinceros, se estaba echando de menos en este escenario que promete convertirse en el campo de pruebas de la involución política internacional y del regreso al establecimiento de los otrora dos bloques, Este y Oeste.

Desde hace poco más de un año, el país todavía gobernado por Bashar al-Assad se había convertido en la demostración de que las viejas ambiciones de norteamericanos y rusos no habían muerto como murió el Muro de Berlín. La intervención de Moscú en Siria, por decisión unilateral de su Presidente, el omnipotente Vladimir Putin, no era para intentar acabar con la creciente expansión de la mayor amenaza a la seguridad mundial conocida como Estado Islámico, sino por la necesidad imperante de poder ampliar sus posesiones, dominios o virreinatos al sur del Mar Negro. Sin lugar a dudas, el siguiente y necesario paso tras la anexión, encubierta en forma de deseo autónomo, de la Península de Crimea (por cierto, litigio aún sin aclarar pero que Putin ha cerrado aplicando la sagaz política de "hechos consumados"), era poder tener una base logística justo antes de atravesar el Estrecho del Bósforo, o una vez hecho si saliendo del Mar Negro, algo de vital importancia por la amenazante presencia de Estados Unidos en Turquía con su base de Incirlik, entre otras, algo que por cierto también acabará por desaparecer.

La excusa era perfecta, hasta de agradecer mirando la decisión desde el prisma de Naciones Unidas y su búsqueda del fin de la guerra. Poco importaba entonces, al menos para el lector menos acostumbrado a entender los entresijos de la política internacional, que tropas rusas se establecieran en la provincia de Latakia, casualmente la que tiene el puerto más importante en el Mediterráneo, más que la propia Tartus, ya que la primera cuenta además con un aeropuerto. Desde Latakia, Rusia prometía ser el brazo armado sobre el terreno que lanzaría ataques mortíferos contra las huestes de al-Baghdadi y, en un periodo razonable de tiempo, permitiría acabar con la pesadilla islamista en Oriente Medio. Sin embargo, si bien esta fue lo que en Inteligencia se conoce como la "historia de cobertura", que puede ser real o inventada pero siempre próxima a la realidad, y que desde luego Moscú la llevó y la lleva a cabo con excesiva agresividad (seamos sinceros), el fin último no estaba tan íntimamente relacionado con la lucha contra Estado Islámico.

Tras la anexión de Crimea, como antes se ha dicho, Rusia necesitaba, además, contar con presencia en el extremo oriental del Mar Mediterráneo. Necesitaba, como la planta la luz, un lugar en el que poder estacionar su flota, o parte de ella, que no la relegase a las bases navales escondidas en lo más recóndito del Mar Negro y sometidas a la espada de Damocles que representa el paso obligado del Bósforo. Además, era necesario para Putin contar con una herramienta que pusiera presión sobre la presencia de Estados Unidos en la región, con sus bases en Turquía, su alianza de conveniencia y no siempre bien negociada con Israel, y el beneplácito considerado de países influyentes como Jordania. Sí, Rusia necesitaba estar presente y de manera contundente. Además, de forma paralela el mismísimo Vladimir Putin tenía la oportunidad de lavar su imagen ante Occidente después del vergonzoso “affaire” de la anexión de parte de Ucrania, negando la mayor y lanzando un órdago a Europa del que salió victorioso. Ahora resultará que también sabe jugar al mus.

Siendo objetivos, difícil empresa sabiendo de las atrocidades cometidas en Siria por parte de las tropas de Rusia, cierto es que la intervención rusa ha provocado un retroceso de Estado Islámico, toda vez que ha encontrado la horma de su zapato. La poca consideración de las tropas del Kremlin por las víctimas civiles, porque cierto es (a riesgo de ser reiterativo) que muchos han muerto sin necesidad, ha casi equiparado las formas de los islamistas en tierra pero desde el aire. Sin embargo, como no ocurriese en la Segunda Guerra Mundial y el controvertido bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki, en este caso el fin no justifica los medios. Que Rusia intenta acabar con Estado Islámico es cierto, pero que su único interés no es ese también. Tampoco es que Occidente no tenga intereses ocultos, que los tiene, pero por lo menos es más diplomático en sus formas. 

Sin embargo, si con la presencia de Rusia alguien podía pensar que el elenco de actores, cual fichas blancas y negras del tablero de ajedrez sirio, estaba completo se equivocaba. Faltaba una pieza fundamental, como fundamental podía ser la reina para Kasparov en sus buenos tiempos. Esa ficha, no importa el color, era China.

Con el anuncio por parte de China de su implicación en el conflicto sirio, bajo el eufemístico empeño de "proporcionar asesoramiento militar", así comenzó Rusia, la última pieza que faltaba en el tablero sirio se ha colocado en su sitio. A partir de este momento, la guerra de Siria, porque principalmente todo el interés se centra en este país, adquiere una nueva dimensión, no por lo encarnizados que pueden ser los combates, sino por lo que cada palmo de terreno va a representar en un futuro que, si no me equivoco, se antoja próximo.

Es obvio que esta nueva aparición de otro "invitado" va a resultar letal para los intereses de Estado Islámico. Al-Baghdadi, el autoproclamado Califa, poco a poco ve como se construye ante sus ojos una muralla de países, ciertamente poderosos, que cada vez es más difícil de romper. Qué ocurra a partir de ahora con todos los que luchan bajo la bandera negra del Gran Califato sería para otro artículo. Pero, lo realmente importante, porque lo va a ser para Europa y Occidente en un fin último, es lo que representa la intervención de China en apoyo de al-Assad, como también lo hacen Rusia e Irán.

Es imprescindible, imposible de obviar, que quienes tienen fuerzas sobre el terreno serán los que puedan erigirse en ganadores de la batalla, y en este caso, el bloque del este, vamos a bautizarlo de esta guisa por así es como “pinta”, es el que lleva la voz cantante. Si las fuerzas Rebeldes, o dicho de otra manera, los islamistas moderados que apoya Occidente, accedieron a luchar contra Estado Islámico y cesar en sus peticiones de una nueva Siria sin al-Assad, el siguiente paso será, y podemos estar seguros de ello, ver como cuando el conflicto llegue a su fin (y a este paso quizá un año es lo que le puede quedar), no solo al-Assad siga habitando en el Palacio Presidencial de Damasco, sino que Siria se habrá convertido en un satélite más de la órbita rusa, pero compartido con terceros como China e Irán. Y es que, llegado ese momento, la UTE creada ahora, y de la que incluso podemos decir que tiene subsidiarios como Turquía, será la que marque las pautas del periodo post-bélico.

Que la ayuda de Rusia no le va a salir gratis a Damasco es evidente, de hecho ya se puede decir que está pagando el primer plazo de esa deuda, con la presencia (como se conoce en táctica militar) “sin idea de retroceso” de las tropas del Kremlin en Latakia. Sin embargo, el precio que China va a poner a su “asesoría militar” es aún desconocido. Así, a vuela pluma, se puede entrever una maniobra para fortalecer el bloque antiamericano, dando o reforzando la protección hacia Irán (y su programa nuclear), y mermando la influencia occidental en la región. Con ello, Beijing pondría freno al poder que los países del Golfo Pérsico ostentan, y daría más protagonismo a otros que, si bien son importantes, están relegados a un segundo plano. De esta manera, Arabia Saudí o Emiratos, siempre jugadores del bando occidental, tendrían que medir sus fuerzas políticas con Irán quien podría convertirse en la reina del tablero (y solo me fijo en la ficha no en otras acepciones lingüísticas), creando o recreando el famoso eje Teherán-Damasco- Beirut, quizá hasta con una salida que enlace con Ankara. Con ello, tanto Rusia como China también catalizarán el poder de Israel, quien puede ver como sus vecinos del norte, escondidos bajo el brazo armado que representa Hezbollah cuentan con apoyos de terceros mucho más poderosos.

Es poco probable que China quiera implantar bases militares en Siria, sin embargo sí es previsible que la intervención política sea más que sustancial. Además, como ocurriese en otros países, y me viene a la memoria Guinea Ecuatorial, lo que sí es de esperar es el despliegue de medios que ayuden a la reconstrucción del país y que creen una dependencia económica y técnica de Beijing. He mencionado Guinea Ecuatorial porque este país africano, otrora colonia española y donde, entre otros, se habla español, la intervención china ha llegado a tal nivel que hasta los mismos profesionales de la medicina, y esto me lo dijo quien durante mucho tiempo fue Director de la Oficina de Lucha contra la Corrupción de Guinea Ecuatorial, prefieren pagar más por los materiales europeos que por lo que casi en exclusiva son importados desde China. "Son más baratos pero duran menos", cita textual. 

Por último, recordar que el fin del conflicto sirio, cuando llegue y que sea pronto por bien de sus habitantes, no implicará el fin de los problemas en Oriente Medio. Europa, y solo Europa, no puede olvidarse del problema de los refugiados, como tampoco lo hará Rusia, China o Irán.

La herramienta de presión en la que puede convertirse este grupo humano a la hora de una negociación política Este-Oeste es de gran valor.

Sin lugar a dudas, la intervención de China en Siria solo añade un factor más de complicación a la ya difícil solución del conflicto. En cualquier caso, quién gana o quién pierde es arriesgado de pronosticar aunque una cosa está clara: los sirios seguro que no. Jaque mate.

Salvador Burguet es CEO de la compañía de inteligencia AICS.

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