Si defender España es rancio, defender la tribu ¿Qué será?

Si defender España es rancio, defender la tribu ¿Qué será?
Si defender España es rancio, defender la tribu ¿Qué será?
J. R. Pin Arboledas

El mundo al revés. El PNV y los independentistas catalanes tacha de rancio el discurso de Rajoy por defender la unidad de España. Una España libre, democrática y solidaria. Es al revés, lo rancio es defender la aldea, o como decía una representante de la izquierda catalana… la tribu, que si no se recuerda mal era, según ella, la que debía educar a los niños en lugar de los padres. Ni los mamíferos más simples hacen esto. Lo hacen los insectos gregarios (hormigas, abejas, …); en esas especies sí que es el colectivo el que “educa”, mejor dicho, socializa y automatiza a los individuos.

El nacionalismo, cuando es patriota, es un sentimiento respetable, porque supone el amor a lo propio, pero sin despreciar el conjunto. El nacionalismo cuando es independentista es la expresión más genuina del aldeanismo. Máxime en un mundo globalizado y en una Europa que aspira a ser nación.

Qué no se engañen las gentes, el cantonalismo aldeano y egoísta es una tendencia suicida que está en esta tierra “piel de toro” desde que los romanos consiguieron civilizarla. La unión es civilización, la división barbarie.

Tiene razón Rajoy al definir la nación española como el grito de 1912. Su Constitución, con todas sus virtudes y defectos, fue un grito liberador; liberador frente a la invasión exterior y liberador frente al absolutismo interior. Desgraciadamente todo el siglo XIX español ha sido la lucha entre tres concepciones de España: la liberal de la igualdad entre los ciudadanos, la absolutista de las élites frente a los súbditos, la cantanolista del egoísmo aldeano. La segunda perdió cuando el franquismo fue sustituido, gracias a la transición democrática, por la Constitución de 1978. Después de cuarenta años de progreso real en nuestro país (comparémonos con los años sesenta del siglo XX) el cantonalismo feudal vuelve a resurgir vestido de nacionalismo independentista.

Y no es la primera vez. Son los herederos de los cantones de la primera república, los independentismos de la segunda y, en cierta medida del carlismo más retrógrado; estúdiese sino los orígenes del PNV y de parte del nacionalismo catalán. La España democrática aún no ha conseguido convencer a mucha gente, intelectuales incluidos, que la libertad y la igualdad de los ciudadanos es, como decía el Quijote: “el mayor don que a los hombres dio Dios”. Hace falta mucha pedagogía para ello. La última parte del discurso de Rajoy, la que puso nerviosos a los independentistas, puede que carezca de brillantes oratoria, pero dijo verdades como puños.

Si hablar de España es rancio ¿qué no será hablar de la aldea? Y si se enfadan los independentistas por ello… pues que les den…

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