Turkmenistán en medio de un avispero

  • La heroína, el tráfico de armas y los talibanes amenazan la estabilidad de un país que se declara neutral y pasa desapercibido ante la comunidad internacional pese a estar rodeado de estados como Afganistán e Irán.
La estabilidad de Turkmenistán en peligro
La estabilidad de Turkmenistán en peligro
Stringer | Reuters
Miriam Elder | Global Post para lainformacion.com
Miriam Elder | Global Post para lainformacion.com

(Ashgabat, Turkmenistán). A primera vista, Turkmenistán es un país tranquilo. Ashgabat, la capital, parece un pueblo fantasma. Calles impecables, rascacielos nuevos, todo inmaculado gracias a una legión de mujeres que barren constantemente. Pero la tormenta acecha.

En medio de un avispero

El país se encuentra en un área complicada ya que comparte frontera con Afganistán, Irán y Uzbekistán. Como afirma un diplomático occidental: "Están atrapados entre serpientes, escorpiones y los talibanes".  

El hecho no ha pasado inadvertido para EEUU, que discretamente ha instalado puestos fronterizos con el objetivo, por ahora, de frenar el tráfico de heroína hacia Turkmenistán. En el 2006 se abrió un puesto en la frontera con Irán, en el 2007 otro con Afganistán, y en octubre pasado con Uzbekistán. Y se prevén otros dos más.

El asunto es delicado. Turkmenistán, cuyo nombre oficial es Turkmenistán Independiente y Permanentemente Neutral, ha hecho de la neutralidad el pilar fundamental de su política exterior. Ha rechazado las intenciones de EE UU de construir una base militar para atender la guerra en el vecino Afganistán y cuando se produjo el colapso de la Unión Soviética, en seguida ordenó el cierre de las bases rusas.

 

Sin embargo, las amenazas a la estabilidad del país son cada vez más reales. Fuentes en Ashgabat indican que la heroína circula libremente en y a través del país. Esto podría traer otros problemas como tráfico de armas, fundamentalistas islámicos o los talibanes.

Turkmenistán es básicamente un país musulmán, con una minoría de rusos étnicos que son ortodoxos. Por ahora, el Islam es la religión del Estado, pero su aplicación estricta no está muy difundida.

Unos años antes de la muerte de Turkmenbashi a finales de 2006, este excéntrico dictador y el primer presidente post-soviético, construyó una gran mezquita en las afueras de la capital. Los pasillos tienen inscripciones del dictador junto a frases del Corán, algo que sería considerado una blasfemia en cualquier otro país musulmán.

Para forjar una identidad propia tras la era soviética, Turkmenbashi instituyó un nacionalismo estricto que prohibía todas las cosas extranjeras como la ópera, el ballet o el circo. El actual presidente, Gurbanguly Berdymukhamedov, ha echado marcha atrás en algunas cosas, pero ha fomentado el nacionalismo con otras iniciativas, como por ejemplo, obligando a los niños a usar trajes tradicionales para ir a la escuela. "Si no logran abrazar esta ideología, ya sabemos qué ideología adoptarán", afirma el diplomático occidental. 

El secreto de Turkmenistán

La proclamada estabilidad de Turkmenistán se basa en el gobierno autocrático de su presidente y en una población bastante resignada, que vive con muchos subsidios estatales. Oficialmente, el desempleo se sitúa en el 5 por ciento, pero las organizaciones internacionales y los propios ciudadanos hablan de un 50 por ciento.

"Es difícil encontrar empleo", afirma un hombre que por la noche trabaja de taxista. "Pero en Uzbekistán es aún peor. Allí es más caro y hay que pagar por todo".

Ese no es el caso de Turkmenistán. Los servicios básicos, agua y calefacción, son gratuitos. El trigo está subsidiado. Cada ciudadano recibe mensualmente una asignación para electricidad y gasolina para el coche. Más allá de eso, los precios son insignificantes. Quienes sí encuentran un empleo, pueden ganar un promedio de 200 a 300 dólares al mes.

"No necesitan mucho más dinero para sobrevivir aquí porque muchas cosas son gratis", declara otro diplomático occidental. "Mientras se mantengan a raya [con la doctrina], no se quejen del régimen ni del presidente, pueden llevar una buena vida".

Algunos ciudadanos discrepan. El ejemplo más revelador se produjo en septiembre del año pasado: un incidente sobre el que se informó muy poco debido al estricto control de la prensa local por parte del gobierno y la reticencia a cooperar con los medios extranjeros.

El mito de una revuelta única

Un año después, los detalles aún no están del todo claros. Lo que sí se sabe es que un grupo de hombres (ex funcionarios de seguridad según algunos, o traficantes de heroína según otros, o incluso miembros de una mezquita local según otras fuentes) entraron en una planta de embotellado, en un tranquilo barrio de Ashgabat.

Después de reunir un enorme arsenal de armas y granadas, se enfrentaron con las fuerzas de seguridad durante horas (los cálculos van desde 18 horas a tres días). Se produjo un intercambio de tiros y el gobierno llamó a los tanques. Al final del episodio, todos los hombres resultaron muertos, además de otros 50 funcionarios de seguridad.

El incidente no tiene precedentes en un país relativamente tranquilo, que utiliza una amplia red de espionaje para controlar a sus propios ciudadanos.

Más aún, el caso tiene tintes míticos para algunos ciudadanos ya que es el único ejemplo en que se ha plantado cara a un estado, que impide la libertad mientras amasa una gran riqueza (derivada de los enormes recursos energéticos) y que no se distribuye entre la población.

"Es un héroe", afirma un joven de 24 años de Ashgabat, cuando se refiere al líder del grupo. "Todos le apoyaban. Mis vecinos y yo pensábamos: '¿deberíamos unirnos?' Habríamos salido a las calles si todo el mundo lo hubiera hecho, pero nadie lo hizo".

La reacción de la población es el peor temor del régimen. Mientras los observadores destacan algunas libertades conseguidas bajo el gobierno de Berdymukhamedov, básicamente la libertad para viajar y el acceso a Internet, muchos resaltan el hecho de que decenas de presos políticos siguen aún en prisión.

Represión encubierta

A finales de octubre, Andrei Zatoka, uno de los activistas más destacados y con una larga historia de encontronazos con el gobierno, fue arrestado y acusado de vandalismo. Ya había pasado brevemente por prisión en diciembre de 2006 por una acusación similar y se le prohibió abandonar el país. Zatoka, activista medioambiental, afirma en una carta obtenida por Global Post que es víctima de una campaña de presión de los servicios de inteligencia.

Los servicios de seguridad, tanto los uniformados como los de incógnito, están en todas partes, vigilando las calles y los lugares de trabajo, siguiendo de cerca a la gente.

"Están en todas partes. Normalmente no llevan uniforme", dice un turcomano en la ciudad de Mary, en el centro de Turkmenistán. "La gente tiene miedo. Nadie critica a nuestro presidente, nadie dice nada en su contra. Si lo haces, significa la cárcel".

Hace poco, un diplomático de Occidente dijo que el Estado ha comenzado a disolver encuentros religiosos bajo el pretexto de que son la tapadera de reuniones entre narcotraficantes, en un intento de impedir una oposición organizada.

Por ahora, parece tratarse de medidas preventivas. Tal y como apuntó este diplomático, "si lo comparamos con lo que está pasando en [los demás países de] la región, la cosa está estable y calmada".

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