La clase política española no viene de Marte... o sí

  • La obra 'Dignidad' se plantea una cuestión determinante para estos tiempos de poca entereza moral, se trata del ‘nudo gordiano’ o ‘pregunta del millón de dólares.

    ¿Deben cambiar primero los políticos y ser más honestos y ejemplares para que toda la sociedad se transforme? ¿Debe ser la sociedad la que cambie primero?

Bárcenas detalla de memoria supuestos gastos de la caja B del PP pero sin aportar a la juez ninguna prueba
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EUROPA PRESS
José Luis Roig

Aprovechando que ya no me gusta el fútbol, el pasado fin de semana me fui a ver la obra de teatro “Dignidad”, escrita por Ignasi Vidal, uno de los hombres más lúcidos de la escena española. El argumento de la obra está hecho a la medida de esta sociedad engreída y desnortada que no sólo venera al becerro de oro, sino que -sobre todo- adora el oro del becerro. De repente en el escenario brotan las reflexiones de dos líderes políticos sobre su vida pública y privada, y lo difícil que es ser honrado en estos tiempos en los que la corrupción lo mancha todo. Lo líricos la llaman corrupción sistémica, los castizos “el pellizco de Ramsés o traca-traca”.Aunque inspirada en hechos reales, en los diálogos no surgen nombres conocidos, ni Gürtel, ni Bárcenas, ni Pujol, ni los ERE, pero todos están presentes sin que nadie los mencione. En cambio, sí se plantea una cuestión determinante para estos tiempos de mucho relativismo y poca entereza moral, se trata del ‘nudo gordiano’ o ‘pregunta del millón de dólares’: “¿Deben cambiar primero los políticos y ser más honestos y ejemplares para que toda la sociedad se transforme? O bien, ¿debe ser la sociedad la que cambie primero para que los políticos dejen de ser corruptos?”. La cuestión es pertinente porque pasado mañana cuando la corrupción ya no abra los informativos, y Bárcenas, Pujol o ..….. (ponga el nombre de su chorizo favorito) sean pasto de nuestra mala memoria, quien nos garantiza que no volverán los oscuros buitres a posar sus garras sobre nuestro dinero público. Hay que detener a todos los chorizos, por su puesto, pero más aún hay que evitar que vuelvan a crecer por estas tierras.No olvidemos que España, país menos rico que sus vecinos, vivió años de locura económica y de grandes pelotazos, con no menos grandes comisiones y comisionistas. Los casos de corrupción que ahora afloran son, aunque los hay de años anteriores, de esos tristes tiempos dorados de la burbuja inmobiliaria. El comisionismo era y es una práctica legal en la actividad privada. Pero cuando se ejerce y se exige desde la actividad pública, se convierte en pura corrupción.La clase política española no viene de Marte ni los ciudadanos somos de Venus. Nuestros políticos salen de nuestros barrios y de nuestros bolsillos. De ahí que primero deba mejorar toda la sociedad si queremos que también mejoren nuestros empleados públicos. No es un eximente o atenuante del choriceo. Sino un recordatorio de la importancia que tendrá siempre una buena educación y formación social. Todo el mundo quiere ser rico, lo malo es que lo quieren ser a cualquier precio, incluido el de dejar de ser honestos. Como dice el filósofo Javier Gomá, “España atraviesa ahora las dificultades de una democracia sin buenas costumbres. No pudo heredarlas de la dictadura y no ha sabido inventarlas en estos 40 años”. Lo estamos sufriendo y los estamos pagando, hagamos algo para solucionarlo.

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