Los antiguos satélites dan la espalda a Rusia

  • Algunas ex repúblicas soviéticas, como Kirguistán, Turkmenistán, Uzbekistán o Bielorrusia optan por un camino alejado del Kremlin.
El primer ministro ruso, Vladímir Putin, y el presidente, Dmitri Medvédev / GlobalPost
El primer ministro ruso, Vladímir Putin, y el presidente, Dmitri Medvédev / GlobalPost
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David L. Stern | Global Post para lainformacion.com
David L. Stern | Global Post para lainformacion.com

(Kiev, Ucrania).Cuando las fuerzas rusas se enfrentaron al Ejército de Georgia en la guerra que sostuvieron el año pasado ambos países, llegando a ocupar posiciones que después tuvieron que abandonar, numerosos expertos presagiaron el inicio de una nueva era en las relaciones de Moscú con las ex repúblicas soviéticas.

Se pensaba entonces que Rusia había vuelto como fuerza regional, y a lo grande. Moscú había enviado un mensaje inequívoco a sus antiguos satélites: que no aceptará ninguna amenaza a sus intereses vitales en lo que considera su esfera de influencia. Si las autoridades en Biskek o Bakú intentan algo particularmente inaceptable, el Kremlin (tal y como demostraron los eventos de Georgia), adoptará medidas extremas para forzar a los gobiernos descarriados a volver al buen camino.

Desde entonces infinitas páginas y toneladas de tinta se han dedicado a la aparente política exterior neosoviética del primer ministro Vladimir Putin y del presidente Dmitri Medvédev. Y quizás sea cierto, ya que Medvédev habla de una región de "intereses privilegiados" integrada por los antiguos estados soviéticos.

El tiro por la culata

Pero una cosa extraña ha ocurrido desde la guerra de Georgia: alguien se olvidó de decirle a las ex repúblicas que "El oso ha vuelto", y mientras la atención ha estado centrada en la nueva agresividad del Kremlin, Biskek, Taskent y demás han ido siguiendo tranquilamente su camino.

El presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiev, cambió lo que parecía un acuerdo alcanzado con Moscú para cerrar una base militar estadounidense y optó finalmente por extender el acuerdo de concesión de las instalaciones. Turkmenistán está enfrentado con Rusia por el precio al que Ashgabat le vende gas a Gazprom, el monopolio gasista ruso.

Uzbekistán se ha opuesto con vehemencia a un plan de Rusia para construir una base cerca de su frontera con Kirguistán, algo que considera una amenaza para su seguridad.

Y Bielorrusia (considerada antaño un apéndice del estamento político de Rusia, casi más anti occidental que el propio Kremlin) ha buscado con insistencia en los últimos meses una mejora en sus relaciones con EEUU y la Unión Europea a expensas de Moscú.

Según Oksana Antonenko, directora de Rusia y Eurasia en el International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres, para los estados ex soviéticos, especialmente en Asia central, la incursión de Rusia en Georgia "fue una señal para intentar apartarse lo más lejos posible".

Falta de unidad de criterio

"A todos les preocupa limitar la influencia de Rusia. Vieron una línea que nunca se había cruzado hasta entonces, y les preocupó mucho", afirma Antonenko. Añade no obstante que los antiguos satélites solo "pueden escaparse hasta cierto punto", debido a sus lazos económicos y proximidad geográfica con Rusia.

La situación es ahora más pronunciada debido a la falta de una política exterior rusa unificada. Aunque Putin y Medvédev aparecen unidos en la misión de proyectar el poder de Rusia en el extranjero, parecen estar enfrentados en la forma de lograrlo, cayendo a veces en una competición mutua.

El caso de Ucrania

Esta división resultó evidente en los recientes movimientos contradictorios de Rusia hacia su vecino Ucrania, que desde la revolución naranja de 2004 practica abiertamente una política exterior pro occidental y a favor de la OTAN.

El 11 de agosto, en un acto bastante inusual para un mandatario internacional, Medvédev publicó una carta abierta dirigida a los gobernantes de Ucrania que completó con un mensaje a través de vídeo en la página web del Kremlin.

Elegantemente (o amenazadoramente, según cómo se mire) vestido de negro, Medvédev arremetió contra el gobierno de Ucrania. Las críticas se interpretaron como dirigidas principalmente hacia el presidente Viktor Yushchenko. Medvédev habló de las políticas "anti rusas" de Ucrania, incluyendo su "hostigamiento continuo" contra la flota del Kremlin en el Mar Negro y sus planes para renovar la red nacional de gas sin la participación de Moscú.

Además, Medvédev anunció que Rusia no enviará por ahora un nuevo embajador a Ucrania. Sobre las próximas elecciones presidenciales en el país vecino aseguró esperar que "los nuevos líderes" estén preparados para trabajar con Rusia "a un nivel totalmente diferente, el de una sociedad estratégica".

Sin embargo, unas semanas después Putin y Yulia Tymoshenko, su homóloga ucraniana, se reunieron en un aparte de los actos en Polonia en recuerdo del inicio de la II Guerra Mundial. Los dos primeros ministros acordaron reducir las importaciones de gas ruso por parte de Ucrania, que es el principal punto de conflicto entre ambos países.El acuerdo reduce la amenaza de otra guerra de gas este invierno entre los dos países (aunque no anula la posibilidad por completo). También demuestra que Putin y Tymoshenko mantienen una buena relación de trabajo.

El panorama se complica aún más debido a la aparición de otro jugador en la política exterior rusa, el patriarca ortodoxo Kirill, que en julio visitó durante 10 días Ucrania. Kirill negó que el viaje tuviese motivos políticos, aunque algunos medios locales apuntaron que la visita formaba parte de un plan para fortalecer el poder de Rusia sobre Ucrania a través de los canales religiosos. El patriarca, no obstante, habló abiertamente de la unidad de ambas naciones, aunque en algunos lugares fue abucheado por manifestantes.

La política fracturada de Rusia en sus zonas de influencia tradicionales y la oportunidad de las ex repúblicas soviéticas de lograr estrategias más independientes puede que sea solo un fenómeno temporal. Hay bastante especulación, por ejemplo, sobre la posibilidad de que Putin vuelva a presentarse a las elecciones presidenciales en 2012, lo que le permitiría volver a ejercer el control en todos los niveles del gobierno. "La ventana de oportunidades quizás no se mantenga abierta durante mucho tiempo", asegura Oksana Antonenko.

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