Adolfo Suárez, el hombre elegante de la democracia

  • Carmen Martín.

Carmen Martín.

Madrid, 21 mar.- Adolfo Suárez, uno de los principales artífices de la transición, ha hecho historia con su buen hacer, su instinto político y su estrecha relación con la Corona. Poseía un estilo exquisito, un elegante porte y una sonrisa arrolladora, poderosas armas de comunicación en los tiempos que vivió.

Presidente del Gobierno entre 1976 y 1981, una larga enfermedad sumió a Suárez en la desmemoria, pero siempre ha conservado su sonrisa y "esa mirada picarona", según explicó su hijo, Adolfo Suárez Illana, al anunciar hoy que la muerte de su padre era inminente, en una rueda de prensa en la madrileña clínica Cemtro.

Hijo y nieto de republicanos, este abulense de Cebreros estaba convencido de que España, después de Franco, tenía que convertirse en una democracia. Luchó y trabajó por ello con todas sus fuerzas, pero, aunque no siempre tuvo el apoyo necesario, en su dificilísima tarea empleó sus innatas dotes para la comunicación.

"Adolfo Suárez es el presidente más elegante de la historia de España, con una elegancia comparable a la de Kennedy o a la de Obama", ha explicado a Efe Estilo Patrycia Centeno, experta en el estudio de la imagen de los protagonistas políticos.

No hubo entusiasmo y sí muchas críticas cuando el rey Juan Carlos le nombró presidente del Gobierno. Para los sectores más conservadores, el Rey había elegido a un político demasiado joven y sin experiencia, y la oposición tampoco lo recibió con buenos ojos.

"Puedo prometer y prometo", fue la célebre frase electoral que aupó a Suárez a la victoria en los comicios de junio de 1977, pero en aquel apoyo de los ciudadanos también tuvo mucho que ver su estética y su don de gentes. "Persuadía a hombres y mujeres con su palabra, su sonrisa y su imagen", ha puntualizado Centeno, autora del "Espejo de Marx. ¿La izquierda no puede vestir bien?".

Tenía la capacidad de seducir a primera vista. Era un hombre coqueto que se cortaba el pelo a navaja. "Puso de moda ese corte de cabello, después le imitaron muchos", detalla Centeno, que asegura que, con su impecable imagen, Suárez "mostraba respeto a la sociedad".

Según esta experta, Suárez lucía los trajes de chaqueta con chaleco como nadie, y su sofisticación quedaba plasmada en pequeños detalles como dejar asomar dos centímetros la camisa por el puño de la chaqueta.

Un detalle que aprovechaba para mostrar y lucir gemelos, "complemento que adoraba", puntualiza Centeno, que recuerda los extraordinarios nudos de corbata que exhibía.

Su estética fuera del escenario político también gustaba, y mostraba cercanía y modernidad. "Era un galán en toda regla. Puso de moda los jerséis de cuello alto y las camisas por fuera del pantalón, estilismo que únicamente reservaba para lucirlo en periodos estivales".

Atrevido, ambicioso, joven e inexperto, pero con gran capacidad de decisión, sabía que tenía carisma, encanto personal y gran poder de seducción. Por eso era consciente de qué ponerse en cada momento. "Mimaba su estética y además lucía muy bien las prendas: tenía buen porte", cuenta.

Si sólo se habla de imagen, Centeno admite que Suárez ha sido el político español más relevante del siglo XX. "Los demás, salvo Felipe González, que tenía un gran carisma, quedan en evidencia".

Las críticas a su gestión y la falta de apoyo de todos los que una vez habían estado a su lado, de dentro y de fuera de su partido, le llevaron a dimitir el 29 de enero de 1981. "Mi marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia. Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España", diría entonces.

Días después, el 23 de febrero se produciría el asalto al Congreso de los Diputados encabezado por el teniente coronel Tejero. En ese momento, Adolfo Suárez se mantuvo en pie y mostró su firmeza, su carisma y sus sólidas convicciones, ataviado con un traje de tres piezas que no se le descolocó a pesar de la tensión y los nervios.

Pocos imaginaban que 20 años después de presentar su dimisión, recibiría el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por su "ejemplar comportamiento político en la fundación de nuestra democracia".

Y como siempre, acudió a la cita con un perfecto traje de chaqueta azul oscuro, camisa blanca y corbata negra, aderezado con una amplia y ya escéptica sonrisa.

Aficionado al golf, en el plano personal afrontó la enfermedad y muerte de su esposa Amparo Illana en 2001 y después la de su hija Máriam, pero ésta ya con la neblina del alzhéimer.

Dos años más tarde de aquel galardón, el 31 de mayo de 2005, su hijo Adolfo confirmaba en una entrevista en Televisión Española que su padre padecía una enfermedad neurológica degenerativa.

Desde el 2003 ya no aparece en público, pero su aire de "gentleman" permanece en la retina de todos aquellos que han cumplido los 40.

Hasta el último momento, y durante los once años de enfermedad, Adolfo Suárez ha regalado sonrisas, según ha contado su hijo, Adolfo Suárez Illana, en una intervención con lágrimas en los ojos, sin saber siquiera si sería capaz de ser él quien anunciara el fallecimiento de su padre o tendría que dejar esa difícil tarea a los médicos.

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