Bonilla reivindica la valía literaria de Terenci Moix, eclipsada por su fama

  • Ana Mendoza.

Ana Mendoza.

Madrid, 16 abr.- Nueve años después de la muerte de Terenci Moix, el escritor Juan Bonilla reivindica en una biografía la valía literaria del popular novelista catalán, cuya obra quedó eclipsada por su fama pese a que sus primeros libros supusieron "la entrada de cierta modernidad en la España tan aburrida de los sesenta".

"Terenci Moix era un festival; fue el perfecto emblema de lo pop, de esa mezcla de la alta cultura con la de masas", ha afirmado hoy en una entrevista con Efe Juan Bonilla, que publica estos días el libro "El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix", galardonado con el Premio Gaziel de Biografías y Memorias 2011.

Al enfrentarse a este libro, editado por RBA, a Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1966) le interesaba especialmente indagar en la vida de un escritor "cuya creación más conocida es su propio personaje, no su obra".

Pero Bonilla ha acudido principalmente a la obra de Terenci Moix, en la que, según decía el propio autor de "Mundo macho", estaba "absolutamente todo" lo que había que saber sobre él.

También se incluyen en esta biografía testimonios de amigos y conocidos de Moix, como Pere Gimferrer, Enrique Murillo o Vicente Molina Foix, y, sobre todo, "la inestimable ayuda de Ana María", la hermana del escritor.

"Ella ha sido la primera lectora de este libro y la primera correctora", dice Bonilla, uno de los escritores más importantes de su generación.

En "El tiempo es un sueño pop", el autor recorre el universo del escritor barcelonés y se detiene de forma especial en su difícil adolescencia y juventud, marcadas por su homosexualidad. Su padre le decía: "prefiero un hijo ladrón a un hijo maricón", comenta Bonilla.

"En la adolescencia debió de pasarlo realmente mal y padeció una gran soledad, pero fue valiente y decidió salir de España. Se fue a París con las únicas armas de su arrojo y valentía", afirma el escritor gaditano

La biografía también refleja la participación de Terenci Moix en la "Gauche Divine" de Barcelona, su apuesta por escribir en catalán, además de su estancia en Italia, donde conoció a Passolini, Elsa Morante y Rafael Alberti; la relación sentimental con el actor Enric Majó, y su pasión por Egipto, donde se esparcieron parte de sus cenizas tras su muerte, en abril de 2003.

Capital para este libro han sido las memorias de Terenci Moix, aunque, "a un biógrafo, este tipo de obras le obliga a actuar un poco de policía y a busca dónde contó la verdad o dónde fantaseó más de la cuenta", afirma Bonilla.

De hecho, hay muchas cosas de las memorias de Moix que el escritor gaditano pone en duda, entre ellas el que se prostituyera cuando estuvo en París. "Eso es muy poco creíble tal como lo cuenta", como tampoco hay que creerse del todo esa gran amistad con el director Pier Paolo Pasolini de la que presumía.

A Bonilla le parece "raro que Pasolini no mencionara al escritor catalán en su correspondencia", y por eso deja "planear la sombra de la duda sobre esa relación: está demostrado que se conocieron, pero no que fueran tan amigos íntimos como él hacía creer", señala.

Este biógrafo no tiene dudas de que "Terenci Moix era un gran escritor, aunque no se le considere como tal y se haya olvidado quién fue realmente".

"Fue el perfecto emblema de lo pop". Era un especialista en cómic, no porque fuera un erudito sino porque de niño se los leyó todos, unos años en los que también había visto todas las películas.

"Había mamado la cultura popular y se dio cuenta de que la unión de esa cultura con la subcultura produce una nueva manera de contar las cosas que es, digamos, la esencia de lo pop", comenta Bonilla.

La popularidad de Moix se disparó cuando ganó el Premio Planeta, en 1986, con "No digas que fue un sueño", que "le salvó la vida en un momento de depresión absoluta, pero también lo condenó como escritor porque, a partir de ahí, empezó a escribir novelas que no están entre las mejores suyas".

Parte de la culpa de lo que le sucedió a Moix la tuvo el propio escritor, "que quería ser como Truman Capote, que era muy respetado como escritor pero que organizaba fiestas a las que todo el mundo se moría por ir".

"Pero ni España era Estados Unidos ni Terenci era Truman Capote", concluye Bonilla.

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