Boon vuelve con "Nada que declarar", más corrosiva que "Bienvenidos al norte"

  • Madrid.- El realizador francés Dani Boon, creador del éxito mundial "Bienvenidos al norte", ataca de nuevo a su público con otra comedia, más corrosiva si cabe, porque aborda sin remilgos el racismo y la xenofobia, convencido de que gustará, porque ofrece "la dimensión humana que falta hoy en día".

Boon vuelve con "Nada que declarar", más corrosiva que "Bienvenidos al norte"
Boon vuelve con "Nada que declarar", más corrosiva que "Bienvenidos al norte"

Madrid.- El realizador francés Dani Boon, creador del éxito mundial "Bienvenidos al norte", ataca de nuevo a su público con otra comedia, más corrosiva si cabe, porque aborda sin remilgos el racismo y la xenofobia, convencido de que gustará, porque ofrece "la dimensión humana que falta hoy en día".

"Vivimos en un permanente exceso de información que deshumaniza todo. En los temas de mis películas es la humanidad, la ternura, la preocupación de los unos por los otros lo que canaliza todo", reflexiona el director en una entrevista con varios periodistas, entre ellos Efe, en Madrid.

Boon es un ídolo en Francia desde el estreno de "Bienvenidos al norte", récord de espectadores y recaudación en la historia del cine francés, pero, ni su forma de expresarse, ni su aspecto -traje gris, camisa azul claro sin corbata, sólo una alianza en el dedo- hacen pensar en el "divo" que podría ser.

Arrasa hasta la versión italiana, "Bienvenidos al sur", segunda más vista en Italia desde "La vida es bella", y sí, dice el director sin presumir, puede que Will Smith esté interesado en los derechos para EEUU.

Boon reconoce la presión de haber fabricado un éxito rotundo con su primera película -tuvo veinte millones de espectadores en todo el mundo-: "Ni yo mismo lo entiendo, soy el que menos lo entiende", afirma con sinceridad.

"Pienso que mis películas hacen reír; hablan de humanidad, de ternura, con personajes que conozco muy bien porque vienen de mi infancia, de un medio proletario. Mi trabajo es hacer reír y conmover con mis historias, creo que por eso son populares y llegan a la gente", resume.

Para su segundo largometraje ha elegido la eterna pelea de dos vecinos, franceses y belgas, simbolizada en un lugar, una aduana que deja de estar activa con la creación de la Eurozona, y un momento, el 1 de enero de 1993, cuando desaparecieron las fronteras.

Dos agentes, el belga Ruben Vandevoorde (Benoît Poelvoorde), y el francés Mathias Ducatel (Boon) comparten, uno a cada lado, la vigilancia de la frontera entre los pueblos de Courquain (Francia) y Koorkin (Bélgica).

Ducatel mantiene una relación secreta con Louise, la hermana de Vandevoorde, que es un terrible francófobo que no puede ni oír hablar del camembert.

Por amor, Mathias acepta trabajar con Ruben en la primera brigada móvil mixta franco-belga -"que nunca existió", apunta Boon- cuyos medios técnicos se limitan al primer teléfono inalámbrico (del tamaño de un zapato), que no funciona, y un Rénault 4 bastante deteriorado.

"Y todo eso es verdad, y la historia del tipo que no sabía cómo había entrado un montón de droga en su recto, también", agrega poniendo cara de que hay que creerle.

El cineasta francés araña con bromas irónicas la superficie del racismo que intercambian desde tiempo inmemorial (para los franceses, los chistes de belgas equivalen a los españoles de Lepe) estos vecinos tan parecidos que, tal vez por eso, se repelen tanto.

"Me interesaba mucho tratar desde el humor el tema del racismo; yo soy mestizo -de padre argelino y madre francesa- y siempre me ha interesado el asunto; hacer una comedia -puntualiza- me permite irme a los extremos, porque, de no ser así, sería un terrible drama".

Boon vuelve a sacar humor de los peores defectos de los seres humanos y lo hace con gracia, exagerando hasta la extenuación la forma de comunicarse de los belgas y las maneras de los franceses, si bien hay que reconocer que estos últimos salen mejor parados.

La francofobia de Ruben Vandevoorde, que más que rechazo provoca carcajadas, se acepta bien, como dice el director de la película, porque "la estupidez humana está en todas partes y es perfecta para hacer guiones cómicos".

Eso sí, la guapísima debutante en cine Julie Bernard, adorable en el papel de Louise, es y hace de belga, igual que un fantástico Benoît Poelvoorde, de 47 años y 32 películas -todas francesas- en su haber, que alcanza en su actuación el grado de cinismo que se recuerda del genial Louis de Funès.

Alicia G.Arribas

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