Bruno Mars le regala a Madrid uno de los mejores conciertos del año

  • Javier Herrero.

Javier Herrero.

Madrid, 15 nov.- Ha nacido una estrella. Madrid necesitaba una alegría y en esto llegó Bruno Mars, una de las pocas figuras masculinas del pop mundial capaz de plantarle cara a las divas, para ofrecer uno de los mejores conciertos del último año en la capital española.

En las horas previas al concierto, se veían policías y famosos casi a partes iguales, bullicio de tráfico y colas ingentes para llenar el Palacio Vistalegre de la ciudad, cuyas entradas se agotaron a los pocos días de salir a la venta hace ya muchos meses.

Madrid se caldeaba así pese al frío con el ambiente chispeante de los grandes conciertos de antaño, de cuando un evento musical como este se convertía en el acontecimiento social del momento, con un artista que, pese a sonar absolutamente contemporáneo, recupera el valor de las figuras de finales de los 70 y principios de los 80.

Donde otras cantantes dan caladas a la provocación fácil, Mars se sirve de las herramientas de toda la vida cuajadas con un talento innato y todo lo que requiere un cantante de masas: carisma, capacidad de sorpresa, simpatía, empatía, versatilidad, movimientos de infarto y, sobre todo, una voz de aupa.

En el hawaiano convergen todos los estilos de la música negra y él los devuelve, una vez bañados de pop, con una facilidad pasmosa, alternando sin transición el reggae y el soul, los sones tropicales y el influjo rock.

Con Bruno Mars todo es juego, como sus interacciones coreográficas con su fantástica banda de músicos-showmen, y además todo parece sencillo, aunque encierre una complejidad engañosa, como ese escenario atípico, como de pista de baile setentera, que esconde mil y un trucos para pillar desprevenido al espectador con una puesta en escena brillante, original y colorida.

Pocos, probablemente nadie de hecho, se habrá ido descontento de este primer tour por tierras españolas, abierto con "Moonshine" -el corte que da título a la gira- y cerrado con "Gorilla", uno de sus últimos éxitos.

Entre medias, ha sonado el ramillete de canciones imprescindibles de su corta carrera, que se compone solo de dos discos y comenzó casi por la puerta de atrás, poniendo melodía vocal a "hits" de raperos, como "Billionaire", que no ha olvidado esta noche.

Donde otros conciertos presentan altibajos entre las partes más lentas y las más rápidas, aquí cabe hablar con justicia de dinámicas en las que se superponen los cortes más bulliciosos y divertidos, como "Lazy song", "Treasure" o "Marry you", con baladones de la altura de "When I was your man", la que más le "cuesta" cantar, según ha confesado.

Mars las interpreta además con savia renovada, vivificadas y envueltas para el regalo del directo, alargando algunas partes, acelerando otras, modificando el estilo o silenciando la música durante unos segundos para enfatizar lo que hay que enfatizar.

Ahí queda "Grenade", que fue un artefacto explosivo en las listas de ventas y aparece con pólvora recargada también en sus conciertos, reconvertido en un tema de miras épicas y querencia rock.

Y por si quedaba algún cínico con este artista "mainstream" que ha sabido conquistar incluso el corazón de muchos "indies", hacia el final lanza la munición que completa el encantamiento: "Just the way you are" y "Locked out of heaven", que estuvo seis semanas aferrada al número 1 en EE.UU. y fue premiada esta misma semana como la mejor canción del año por la cadena MTV.

"Bésame, bésame mucho (y con lengua)", bromeaba en español el músico entre los gritos de sus seguidoras, que se merecen otra visita de Bruno Mars, pero en una plaza a la altura de su estrella, y eso que, con él, hasta Vistalegre parece sonar bien.

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