Cebrián se queda sin opciones en Prisa con los bancos otra vez al acecho

  • El grupo editor del diario El País ha frenado la venta de Santillana pese a que necesita dinero urgente para repagar el próximo vencimiento de su deuda.

    Prisa reorganizó su deuda en 2015 y en el pasado ejercicio se comprometió a vender para o realizar otras operaciones corporativas antes de 2018

Juan Luis Cebrián, Prisa
Juan Luis Cebrián, Prisa
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Prisa ha entrado en un círculo vicioso de difícil escapatoria. Otro más. No en vano el grupo editor del diario El País decidía ayer parar la venta de Santillana, la joya de la corona que aún retiene el grupo, al comprobar que las ofertas recibidas por el activo destruían valor más que aliviaban las miserias económicas que atraviesa desde hace años la multinacional. Prisa es en sí mismo un activo ‘distressed’, que necesita dinero urgente para repagar su deuda. Y quienes pujan por sus marcas lo saben y se aprovechan. Una pescadilla que se muerde la cola.

La decisión de frenar la venta de Santillana pone al grupo y a su presidente ejecutivo, Juan Luis Cebrián, ante una coyuntura endiablada. Los números cantan. Prisa esperaba obtener por el 75% que aún atesora en la editorial unos 900 millones. En paralelo, la firma otrora controlada sin oposición por la familia Polanco tiene que afrontar en 2018 un vencimiento de 956. Es un préstamo ‘bullet’. Tiene que pagar de una vez. Sin plazos ni componendas. Y sin los ingresos de Santillana y ante la imposibilidad de afrontarlo, Cebrián tendrá que recorrer de nuevo el camino de los bancos y de la refinanciación. Cuando menos.

Con un matiz en lo que refiere a la negociación con las entidades financieras. Resultará difícil convencerles de que afronten otra reestructuración del agujero de Prisa cuando los gestores que sucedieron en la cúpula de la sociedad a Fernando Abril-Martorell, su consejero delegado hasta el verano de 2014, no han sido capaces de evitar la peor pesadilla para la sociedad, véase, depender de la venta de Santillana –una máquina de generación de caja perfectamente engrasada- para cumplir con los vencimientos de 2018.

Dicho de otro modo, la exitosa y compleja refinanciación que cerró a finales de 2013 Abril-Martorell, hoy presidente de Indra, no estaba pensada para acabar en el abismo que se vislumbra para el año próximo. Entonces, el ejecutivo ganaba tiempo y daba margen a las huestes de José Luis Sáinz, su sucesor, para buscar soluciones preventivas. La venta de Santillana, como bien admiten ‘sotto voce’ algunos de los protagonistas de aquella negociación, solo certifica que esas soluciones no se han encontrado. La venta de Santillana tenía que evitarse y era el final del camino. Con la pérdida de la editorial, Prisa quedaría reducida a El País y La Ser.

Por si fuera poco, la crisis actual enlaza con un consejo de administración en plena ebullición, después de que el fondo oportunista Amber, principal accionista de la compañía, haya mostrado en más de una ocasión su discrepancias con la gestión llevada a cabo en estos años por Juan Luis Cebrián y su equipo. Todo bajo la atenta mirada del resto de accionistas, los Telefónica, Caixabank o Santander, que en su día acudieron en ayuda de la editora de El País para canjear deuda por capital cuando todo parecía perdido. Un ecosistema de complicado manejo y con riesgo permanente de descarrilar.Una refinanciación dolorosa

El esfuerzo de desapalancamiento de Prisa ha sido indudable durante estos años, pero aún así no ha sido suficiente para rebajar de manera definitiva un agujero que llegó a superar los 5.000 millones de euros. Entre 2013 y 2016 ha logrado amortizar 1.751 millones de euros de deuda, gracias a las desinversiones realizadas. Sin ir más lejos, ingresó 550 millones por la venta del 17,3% de Mediaset.

Esto le permitió cumplir de manera anticipada con los primeros acuerdos de reducción de deuda adquiridos. Además, se comprometió a vender para poder cumplir con los vencimientos previstos en 2018. Sin embargo, ha desechado las ofertas por Santillana, por lo que se le complica cumplir con sus planes con la banca. No le quedará otra que plantearse nuevas desinversiones (una puede ser Media Capital, su negocio portugués). Un reto de enorme envergadura que llega en el momento en el que Cebrián también afronta el final de su millonario contrato. Tiempos de maleza para el grupo de medios. 

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