Eduardo Jordá describe "la felicidad que llega cuando todo se viene abajo"

  • El narrador, poeta y autor de libros de viaje Eduardo Jordá (Mallorca, 1956) ha reunido sus últimos relatos en "Yo vi a Nick Drake" (Rey Lear), de cuyos personajes ha dicho que le interesa "describir ese momento en que uno cree que es feliz cuando en realidad todo se está viniendo abajo".

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 13 abr.- El narrador, poeta y autor de libros de viaje Eduardo Jordá (Mallorca, 1956) ha reunido sus últimos relatos en "Yo vi a Nick Drake" (Rey Lear), de cuyos personajes ha dicho que le interesa "describir ese momento en que uno cree que es feliz cuando en realidad todo se está viniendo abajo".

Según el autor, se trata de historias en que "los personajes están de paso, y su roce con la felicidad es así, también muy leve, muy tenue, pero la tienen ahí, al alcance de la mano".

Familias a punto de desmoronarse, parejas que no saben qué camino tomar, un profesor mediocre aliado con el más brillante de sus alumnos para traficar con droga, un mitómano que sigue los pasos de un mítico rockero o un director de cine rico y famoso con los días contados por un cáncer, recibido por un amigo escritor que se parece a James Salter -Eduardo Jordá, es traductor y amigo de Salter-.

"Ese relato lo escribí a partir de una historia que James Salter me contó en un correo: la visita que le hizo un director de cine enfermo de cáncer y cómo los dos terminaron el día recitando en voz alta un poema que se llamaba 'Un día de verano'", ha explicado.

"Los dos se conocían porque Salter había sido guionista de cine en los años sesenta y setenta; de ahí surgió el relato; lo escribí sin haber estado en la casa de Salter en Long Island, y un tiempo después, cuando pude visitarla, me alegró que se pareciera bastante a como yo la había descrito".

Los viajes impregnan la literatura de Jordá, y todos estos relatos transcurren lejos de España: "Supongo que eso es una maldición de la que no me libro; los relatos transcurren fuera, pero los personajes son españoles -excepto en la historia del guionista y el director de cine-, y supongo que eso es lo que importa".

El título homenajea al músico británico muerto en 1974 a los 26 años, a quien Jordá considera "un caso único en la historia del rock" porque "sólo dio unos diez conciertos en directo, siempre en pequeños locales, y luego se negó a actuar porque no soportaba las miradas ajenas ni la tensión del directo".

A Drake también lo hacía distinto su "mucho talento, su música que no se parecía a ninguna otra, y sobre todo una propensión a la invisibilidad" por la que no existe ninguna filmación suya, ni entrevistas radiofónicas ni televisadas y apenas un centenar de fotos.

Jordá, no obstante, ha asegurado que no le interesan los mitos y que su devoción por Drake se debe a que descubrió su música cuando tenía quince años, cuando el músico estaba en activo.

"Me hace gracia saber que fui de los pocos que compraron sus discos cuando estaba vivo; y eso que era difícil, en Londres me tiré una tarde buscando su primer disco, 'Five Leaves Left'".

El escritor ha advertido de que su relato no es tanto sobre Drake como sobre un mitómano y que ha querido narrar "hasta qué punto nos podemos creer lo que nos cuenta ese mitómano sobre su relación con Nick Drake".

Para Jordá, Drake no fue ni un maldito ni un genio, sino que "su problema fue su terrible fragilidad interior, porque era una especie de Licenciado Vidriera que se hacía añicos con un simple roce con la mano; pero su música nacía de esa fragilidad y de ese dolor; eso la hace diferente".

Los relatos reunidos en "Yo vi a Nick Drake" fueron publicados antes por entregas en periódicos andaluces, una tradición que pervive en países como Estados Unidos pero que se ha ido perdiendo en España: "Me temo que el lector no está acostumbrado a la ficción cuando lee las noticias; y es una lástima, porque la ficción contiene mucha más verdad y mucha más realidad que la mayoría de las noticias".

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