El cine provocador de Míster Cagada Berlanga

  • Las películas ferozmente críticas de Luis García Berlanga retrataron una España marcada por las penurias de la postguerra, la crueldad de la pena capital, los chanchullos de clientelismo político y la corrupción; pero, sobre todo, su miedo a la muerte.
Julio Vallejo / Aviondepapel.tv

Dicen que el fallecido Luis García Berlanga exclamaba “¡Vaya cagada!” después de rodar cada escena de “Bienvenido Mister Marshall”. Esa anécdota, que sirvió para dar título al libro de memorias “Bienvenido, Mr. Cagada. Memorias caóticas de Luis García Berlanga”, de Jess Franco, podría ser un buen resumen de una carrera cinematográfica empeñada en mostrar la podredumbre política, social y moral que ha existido en España durante gran parte del pasado siglo XX.

Quizá no sea casualidad que el cineasta naciera en un momento aciago en la Historia de nuestro país: el 12 de junio de 1921, cuando se fraguaba el desastre de Annual, un verdadero fracaso de las tropas españolas en África que supondría el principio del fin de la monarquía liberal de Alfonso XIII.

Como si estuviera predestinado por este hecho, Berlanga demostró en su carrera cinematográfica una tendencia a poner al descubierto, siempre con un humor negrísimo, las “cagadas” de todo tipo que han existido en la sociedad española.

Penurias de postguerra

Su primer paso en este sentido lo dio junto al gran Juan Antonio Bardem en “Esa pareja feliz” (1951), su debut en el largometraje. En la película, los dos directores nos mostraban la triste vida de unos recién casados que tenían que hacer frente con buena voluntad a las penurias de la muy triste España de la posguerra.

Insensibilidad de EE UU

Su siguiente avance en esta visión satírica de la realidad lo daría Berlanga, ya en solitario, con “Bienvenido Mr. Marshall” (1952), donde demostró que sus flechas no se dirigían sólo contra las autoridades españolas. La película del director valenciano ponía al descubierto la insensibilidad del gobierno de Estados Unidos al negarle unas migajas de su promocionado Plan Marshall a una hambrienta España.

De paso, Berlanga se reía de la ridiculez de los discursos de Franco a través de una mítica escena donde el actor Pepe Isbert, alcalde de la población donde transcurre la cinta, se dirige a sus vecinos utilizando unos algo tronchantes circunloquios.

Dispuesto a denunciar todo aquello que no le gustaba, Berlanga iniciaría, con la inestimable ayuda del gran guionista Rafael Azcona, una trilogía de películas absolutamente críticas con la realidad de nuestro país.

Contra las apariciones de santos

Después de las relativamente amables “Novio a la vista” (1954) y “Calabuch” (1956), el realizador español se lanzó a satirizar las supuestas apariciones de santos, un hecho muy común en aquellos años, en “Los jueves, milagro” (1957). La censura se cebó con la cinta, aunque Berlanga no se rindió y siguió con sus visiones humorísticas y sumamente críticas de la España del momento.

La pena de muerte

Con “Plácido” (1961), el director denunció el fariseísmo de cierta burguesía capaz de poner un pobre a su mesa con el fin de mejorar su imagen social. No menos dura resultó la crítica a la pena de muerte que realizó en “El verdugo” (1963). Lejos de los discursos más o menos bienintencionados, el cineasta nos mostraba que una de las principales razones para derogar la pena capital se encuentra en la figura verdaderamente siniestra e inmoral del ejecutor.

No al clientelismo

Después de filmes de culto como “La boutique” (1967), “Vivan los novios” (1970) o “Tamaño natural” (1973), Berlanga dirigiría su peculiar crónica cinematográfica sobre el final del franquismo y la transición democrática en “La escopeta nacional” (1978), “Patrimonio nacional” (1981) y “Nacional III” (1982).

En esta particular trilogía, centrada en las peripecias de la familia Leguineche, el director denunciaría, entre otros muchos asuntos, el clientelismo político y los chanchullos que existían en este periodo fundamental de nuestra Historia.

Corrupción socialista

Ya en plena democracia no cesó su postura crítica y divertida ante la realidad. Dio su peculiar visión cómica y valiente de la Guerra Civil Española en “La vaquilla” (1985); se atrevió reírse del consumismo en “Moros y cristianos” (1987) y no tuvo ningún remilgo en mostrar satíricamente el clima de corrupción política del momento en “Todos a la cárcel” (1993).

Miedo a la muerte

Por último, después de idear la serie “Villarriba y Villabajo” (1994) o dirigir el correcto biopic televisivo “Vicente Blasco Ibáñez” (1997), Luis García Berlanga dijo adiós a los largometrajes con “París-Tombuctú” (1999), una película que resumía todas las claves de su carrera en un filme sobre un hombre que comienza a ver las orejas de ese lobo llamado Muerte.

En la imagen que cerraba el filme se podía leer: “Tengo miedo. L”. Sin duda, era la más íntima confesión de un hombre que amaba la vida, aunque se empeñara en mostrar las “cagadas” de la existencia humana.

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