El tránsito adolescente, un subgénero en el punto de mira del nuevo cómic

  • Las historias que hablan del tránsito de la niñez a la adolescencia y juventud son un género narrativo en sí mismo que el cómic está aprovechando para ofrecer unas obras alejadas de los lugares comunes que rememoran esta etapa vital como un momento idílico lleno de amores estivales y jornadas de playa.

Sergio Andreu

Barcelona, 7 sep.- Las historias que hablan del tránsito de la niñez a la adolescencia y juventud son un género narrativo en sí mismo que el cómic está aprovechando para ofrecer unas obras alejadas de los lugares comunes que rememoran esta etapa vital como un momento idílico lleno de amores estivales y jornadas de playa.

El alicantino Juaco Vizuete (1972) entrelaza recuerdos propios con otros apócrifos para construir su novela gráfica "Lo primero que me viene a la mente" (Astiberri).

En ella, el autor de "El resentido" -obra nominada en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona en 1998- se mete en la cabeza de un niño en una "época rara" para España: los últimos años setenta y primeros ochenta, cuando el país no sabía aún si aquella democracia en pañales superaría todos los niveles del videojuego que le había preparado la historia.

"Hay muchos elementos míos, recuerdos personales que me sirvieron de impulso, aunque sobre ese armazón dramático comencé a novelar para construir una historia que pudiera interesar al lector", explica Vizuete en una entrevista a Efe.

En la novela, la rigidez que dirige el día a día de la familia del capitán Huertas, un militar que intenta atar corto a sus dos hijos, se viene abajo poco a poco porque la disciplina no puede frenar lo que ocurre en la calle: las primeras revistas y películas eróticas, los amigos, el cine, los cómics y tebeos y, sobre todo, la sensación de que ya nada será igual, a pesar de las intentonas golpistas.

"Los recuerdos de infancia y adolescencia se te quedan muy grabados, son un material de partida goloso, por lo que no es raro que exista un subgénero dedicado a esta época de la vida", señala el autor que cita de referencia alguna obra clásica fuera del mundo de las viñetas como "Matar a un ruiseñor", de Harper Lee.

No obstante, en "Lo primero que me viene a la mente", Vizuete huye del tono "un poco ñoño" con que, en ocasiones, se barniza las obras donde los adultos no son los protagonistas, aunque su presencia y sus miradas marquen también el desarrollo de esta novela.

"He querido compensar la tendencia que hay a idealizar la infancia, al hablar del pasado, y por eso he acentuado el tono dramático, porque la niñez y adolescencia es un lugar maravilloso pero también tiene su lado oscuro. Mi infancia fue como la de todos, feliz e infeliz, una melé de sentimientos", resume el dibujante.

Gráficamente, la novela, editada en pequeño formato cuadrado, combina un dibujo aparentemente sencillo en la forma que se hace complejo en la estructura y que incorpora fotografías e incluso, por momentos, el estilo manga en una ficción dentro de la propia ficción que sirve de alegoría sobre la incertidumbre que viven los personajes.

"Quienes fuimos niños en aquella época nos hemos hecho cuarentones y con los primeros achaques nos da por acordarnos de cómo han cambiado las cosas, de cuando solo había dos cadenas de televisión y el mundo iba más lento", apunta Vizuete sobre esos años 80, que regresan, como moda, cíclicamente.

"Aquel verano" (La Cúpula), de las canadienses, y primas, Jillian (dibujante) y Mariko (guionista) Tamaki, parece recoger todos los tópicos del relato preadolescente: los meses estivales, una casa en la playa y dos chicas que ven cambiar sus cuerpos y desordenadas sus hormonas.

Sin embargo, se trata de una novela gráfica con un tempo narrativo y unos diálogos perfectamente engranados, sin espacio para lo superfluo, donde el trazo y el color de los dibujos (un añil que recuerda al de los bolis Bic) ofrecen una atmósfera inquietante, con toques de melodrama psicológico pero a la vez de película de Eric Romher.

Rose es la protagonista. Como cada verano se reencuentra con su amiga Wendy, una gordita a la que le van creciendo los pechos pero que se aferra a su niñez a base de saltar encima del sofá y comer golosinas y que contempla con recelo cómo su colega empieza a estar más interesada por el encargado del drugstore local, "mister Don Nadie" le llama, que por ir a la playa a construir fuertes.

En "Aquel verano", el papel de "los mayores" está muy presente: el desencuentro de los padres de Rose, que la chica contempla con temor, y la relación que Wendy mantiene con su madre, una especie de fanática de la cultura new age, y con su abuela, a quien le gusta demasiado tomar una copa a media mañana.

La sensación de que este será el último verano de inocencia infantil de ambas se percibe casi en cada viñeta: el tiempo pasa lento, aburrido, dejando aflorar la angustia y el vértigo al abismo de la adolescencia que pondrá punto final a la niñez.

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