Fiestas y cenas de gala en edificios clásicos de Italia levantan la polémica

  • La crisis económica y un determinado marco jurídico hacen que en Italia prolifere el uso de los monumentos históricos por parte de organizaciones privadas con objetivos lúdicos, algo cada vez más criticado en el país por organizaciones ciudadanas que pretenden acabar con esta práctica.

Gonzalo Sánchez

Roma, 6 oct.- La crisis económica y un determinado marco jurídico hacen que en Italia prolifere el uso de los monumentos históricos por parte de organizaciones privadas con objetivos lúdicos, algo cada vez más criticado en el país por organizaciones ciudadanas que pretenden acabar con esta práctica.

Italia es el país más repetido en la nómina del Patrimonio de la Humanidad realizada por la UNESCO, organismo especializado de las Naciones Unidas (ONU) que tiene como fin agrupar el legado -material o inmaterial- más representativo del ser humano para su protección.

Una cena de gala con pasarela de moda en el Ponte Vecchio de Florencia o una fiesta en el Palacio Barberini son algunos de los ejemplos que han indignado a parte de la opinión pública italiana.

"Es como hacer una cena en la Capilla Sextina", explicó indignado a Efe Antonio Irlando, responsable del Observatorio de Cultura y Patrimonio, una ONG que se moviliza para defender este legado.

Desde esta organización culpan a una ley redactada en 1992 bajo el gobierno de Carlo Azeglio Ciampi y que recibe el nombre de su ministro: la ley Ronchey.

Alberto Ronchey fue escritor y periodista y ocupó la cartera de Cultura durante los años 1992 y 1994 y de su mandato destaca la creación de esta ley que en los tomos jurídicos italianos aparece bajo la nomenclatura "Ley 4 del 14/01/1993", que especifica el modo en el que el estado italiano debe gestionar su patrimonio y que, además, fue aprobada por unanimidad.

Su artículo 4 contempla la posibilidad de "la gestión privada de los servicios adjuntos de los museos", algo que debería garantizar la parcial autofinanciación del patrimonio y, por lo tanto, ahorrar una monto considerable a las arcas del estado.

Dario Sautto, miembro del Observatorio de Cultura y Patrimonio, aseguró a Efe que esta normativa permite prácticamente "el alquiler de edificios clásicos con fines privados", algo que "banaliza" las raíces de Italia.

La gota que ha colmado el vaso ha sido la celebración, el viernes pasado, de una cena organizada por un grupo de directivos de la compañía de seguros italiana Fondaria-Sai en la arena del propio Anfiteatro de Pompeya, construido entre los años 75-70 a.C y considerado un tesoro arqueológico enclavado en el interior del Parque Nacional del Vesubio (Nápoles).

Según Irlando, arquitecto y autor de varios libros sobre el uso del patrimonio histórico, "no se puede permitir que un grupo de personas alquilen un edificio como el anfiteatro por la irrisoria cifra de 15.000 euros", un monto ridículo, a su juicio, para las arcas de la Superintendencia para los Bienes Culturales de Nápoles.

"Si el gobierno local quiere aumentar sus ganancias puede llevar a cabo actuaciones culturales o representaciones históricas que den sentido a este legado de todos", aseveró Irlando.

El arquitecto, para sostener su argumento, cita como ejemplo la exposición que entre el 28 de marzo y el 23 de septiembre de este mismo año ha tenido lugar en el British Museum de Londres bajo el título "Vida y Muerte: Pompeya y Herculano", que fue calificada por Neil MacGregor, director del museo, como "la más grande del 2013" y que ha generado enormes beneficios para la institución británica.

"Si permitimos que con dinero se siga pudiendo alquilar este tipo de espacios, estaremos reafirmando la idea de que el dinero lo compra todo", especificó Irlando.

Se trata de fomentar la cultura por encima de los intereses privados, algo que ya fue recogido hace casi dos décadas en lo que se conoció como Declaración de Segesta, realizada en Sicilia en el año 1995 y que contó con el apoyo de la propia Comisión Europea.

En el capítulo tercero de esta declaración, nacida para "promocionar y proteger el patrimonio histórico y cultural de los europeos de la ribera mediterránea", declara que "se debe valorar este tipo de edificios antiguos de espectáculos y se deben destinar a la producción artística".

En definitiva, Italia, con su mastodóntico legado arquitectónico, artístico y cultural, se enfrenta ante la decisión de continuar con "el alquiler" de estos espacios o decantarse por acabar con esta práctica, unos hechos que, según ha explicado el ministro de Cultura, Massimo Bray, "se van a investigar mediante una comisión creada a tal fin".

El pasado 19 de septiembre, durante la presentación del documental "El oficio de construir", el periodista y crítico de arte Philippe Daverio recordó que "los italianos siempre han retado a los siglos con su arquitectura" pero no dudó en afirmar que "para mantener este legado es necesario un Plan Marshall que lo salvaguarde".

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