Francisco López instala un búnker sónico en el Reina Sofía

  • .El pasillo que une el museo con su ampliación se convierte en una asfixiante caja donde escuchar música a oscuras
Elena Cabrera

Dos mujeres traspasan la cortina entre risas nerviosas, se tropiezan e intentan iluminar sus pasos con la tibia luz de un móvil muy pequeño. "Ay, esto no me gusta nada", exclama una de ellas. Pero no se puede referir a la obra de Francisco López (Madrid, 1964) porque apenas ha tenido tiempo de escucharla. Lo que no le gusta es eso de meterse a oscuras en lo que parece un estrecho vagón de metro blindado, un pasilllo convertido en búnker donde no hay nada que ver, sólo hay que hacerse con un asiento y escuchar. O moverse y observar cómo los ruidos se transforman según nuestra posición.

Manuel Borja-Villel ha elegido a Francisco López para inaugurar el año 2010 en el Reina Sofía, lo cual supone todo un golpe de actitud sobre cuál debe ser el futuro de este museo. Para Borja-Villel, contar con López significa "una fisura respecto al ámbito del museo" que representa "más que una ruptura una normalización" con lo que debería ser el Museo Nacional de Arte Contemporáneo.

López pudo escoger cualquier lugar del inmenso museo para instalar su obra, pero tuvo que elegir un no-lugar. Un pasillo, pasarela de paso que une el edificio viejo con el nuevo, la conexión entre Sabatini y Nouvel, la transición a la que nadie presta atención.

Para el director del Reina Sofía, la obra de Francisco López está "al límite de lo que es audible o no, silencio o no, insoportable por el oído o no". En la presentación de su obra Sin título #223, el creador contestó a Borja-Villel que "es irrelevante" si lo que hace "es música o no lo es", lo importante es que "está dirigida a construir una experiencia perceptiva y espiritual de cada persona".

Un hombre avanza por el pasillo de placas metálicas y se detiene al fondo, cerca de la pared que esconde los altavoces. Lleva en la mano un libro sobre los olores en la música. Se queda de pie, con los brazos en jarras, escuchando con atención. Una mujer se dedica a escribir un sms, iluminando su cara con la pantalla del móvil. Una periodista siente un dolor en la nuca provocado por las frecuencias del sonido.

Decide tu propia aventura

"Mi trabajo está incompleto -dice Francisco López- porque se completa con la experiencia individual del oyente". El artista sonoro explica que el sonido no es lo que sale de un altavoz sino lo que el oído humano percibe cuando ese sonido existe en el espacio.

El nuevo oyente que López demanda no es pasivo. El nuevo espectador necesita cerrar los ojos y ser introducido en un espacio angosto. Una vez allí se introducen en el juego los recuerdos, las evocaciones, la propia biografía y la actitud política y vital del oyente. Pero no la memoria, la vida o la opinión del artista.

Este tipo de creador menos preocupado por sí mismo que por el otro "no genera una obra sino un territorio en el que se generan las obras". El usuario del arte corre la cortina y se aisla de lo que sucede en el exterior, "entramos en un mundo distinto y autocontenido" que, a pesar de las extremas variaciones del sonido, crea una sensación de tranquilidad. "El problema del mundo actual -señala López- no es el ruido sino la imposibilidad de concentración".

Para Francisco López este corredor del ruido, donde se escucha su pieza de 13 minutos repetida en loop, contiene "una obra modesta pero intensa y rotunda".

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