Imposible y peligrosa novillada de Escobar en Las Ventas

  • Los dos hierros ganaderos de José María Escobar lidió hoy en Las Ventas una novillada imposible de domeñar por el notorio peligro que desarrollaron todas sus reses, con las que los tres novilleros actuantes pasaron un auténtico calvario, aunque Daniel Crespo diera al final una vuelta al ruedo en el sexto.

Javier López

Madrid, 28 sep.- Los dos hierros ganaderos de José María Escobar lidió hoy en Las Ventas una novillada imposible de domeñar por el notorio peligro que desarrollaron todas sus reses, con las que los tres novilleros actuantes pasaron un auténtico calvario, aunque Daniel Crespo diera al final una vuelta al ruedo en el sexto.

FICHA DEL FESTEJO.- Tres novillos -tercero, cuarto y quinto- de Mauricio Soler Escobar y uno -el segundo- de José María Escobar, desiguales de presentación, peligrosos, con sentido y muy deslucidos. Cuarto y sexto fueron dos sobreros de Benjamín Gómez, el primero de ellos al ser devuelto el que abrió plaza y correrse turno, muy escurrido e incierto uno, y grandón y manejable el otro.

Luis Gerpe: pinchazo, estocada traserilla y descabello (palmas); y media y cuatro descabellos (silencio tras aviso).

Roberto Blanco: media tendida y muy baja, pinchazo hondo y descabello (silencio); y cuatro pinchazos y casi entera tendida y atravesada, (silencio tras dos avisos).

Daniel Crespo: pinchazo y estocada (silencio); y estocada baja (vuelta al ruedo).

La plaza tuvo más de un cuarto de entrada en tarde entoldada y fresca.

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TARDE DE MARRAJOS Y DE SOBREROS

Miedo, sufrimiento y, por momentos, hasta enfado y frustración por la incomprensible reacción de algunos pésimos aficionados del alto del "cuatro", poniéndose de parte de los toros, fueron las principales sensaciones que vivieron el resto de espectadores que acudieron a ver una auténtica tarde de marrajos, y de sobreros, en Las Ventas.

Los novillos de Escobar fueron peligrosos hasta decir basta, imposibles para hacer el toreo, si acaso para aplicarles esa lidia antigua de doblarse con ellos y quitárselos del medio lo más rápido y eficazmente posible. De ahí que no comprendan los aplausos que esos aficionados, entre comillas, les dedicaron en el arrastre. Ver para creer.

El que abrió plaza tuvo todos los síntomas de estar toreado. Muy resabiado de salida, como si ya estuviera orientado, el novillo se ponía por delante en los capotes, donde apretó de lo lindo, "acostándose" una barbaridad y volviéndose con saña a mitad del viaje, buscando directamente el bulto.

Gerpe y su cuadrilla pasaron un calvario con él. Bastante que salieron todos indemnes. El espada de Seseña no tuvo otra que irse directamente a por la espada, pues cualquier esfuerzo con semejante alimaña hubiera sido baldío y, sobre todo, muy desagradecido.

El sobrero de Benjamín Gómez, que hizo cuarto, fue de lo más incierto. A veces colocaba bien la cara, otras la soltaba bruscamente, en ocasiones parecía que quería embestir, otras se frenaba y se quedaba debajo. Lo tuvo todo el animal.

Gerpe le buscó las vueltas de mil maneras, y así llegó a lograr algún pasaje estimable en la muleta, aprovechando la inercia del viaje del astado, en una dispuesta faena abrochada por manoletinas, y sin rúbrica con los aceros.

El primero de Roberto Blanco fue también "una prenda" por el sentido que desarrolló. Nunca fue metido en la muleta, todo lo contrario, cada embestida era como una puñalada para el torero, que salió por los aires en dos ocasiones, milagrosamente sin calarle.

Valiente intentona del vallisoletano, que, pese a no poder pegar ni un sólo muletazo, se jugó la vida, sin importarle que la recompensa final fuera a ser tan ínfima como el silencio que recibió de un tendido que sufrió también viéndole delante de tan peligroso animal.

El quinto no transmitió tanto peligro pero careció de clase, un animal molesto e incómodo con el que Blanco anduvo muchísimo tiempo tratando de estructurar una faena que no llegó, ora por la poca respuesta del utrero, ora por la falta de acople también del novillero, que volvió a ser prendido y llegó a escuchar dos avisos.

El debutante Daniel Crespo debió encomendarse a todo el santoral cuando vio asomar por chiqueros a su primero, toro más bajito y menos violento en sus acometidas que los dos primeros pero, igualmente, con mal estilo. Aquí se vio la inexperiencia del gaditano, atenazado quizás por la inseguridad que da el poco oficio para resolver este tipo de trances.

El sexto fue el segundo sobrero de la función, también de Benjamín Gómez, y también el más manejable, y aquí se vio un esbozo del concepto de Crespo, que logró algún momento destacado al natural en una faena aseada pero a la que le faltó ese plus de reunión para que hubiera despegado del todo. Así y todo, y aunque la espada cayó demasiado baja, al final se dio una vuelta al ruedo.

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