José Coronado: "La Concha de Plata sería la guinda de un pastel que ya me he comido"

  • En 'No habrá paz para los malvados', el galán se transforma en un policía despreciable envuelto en una trama criminal que le supera. "Un 'trhiller' puro y duro, sin un gramo de grasa", asegura José Coronado. La película se presentó ayer con formidable éxito en el Festival de Cine de San Sebastián.
'No habrá paz para los malvados' de Enrique Urbizu. España
'No habrá paz para los malvados' de Enrique Urbizu. España
lainformacion.com
Fernando de Luis-Orueta (San Sebastián)

"Es una de las películas que va a congraciar al público con el cine español". José Coronado (Madrid, 1957) está muy orgulloso de No habrá paz para los malvados y se ufana de ello. En la cinta, dirigida por Enrique Urbizu, interpreta un personaje buscadamente repugnante, un policía amoral y hundido, físicamente desagradable, que está en todos los planos del largometraje pero apenas abre la boca. Ni falta que le hace. Coronado está ya en todas las quinielas de este San Sebastián.

Es muy difícil hablar de la película por el temor a desvelar la trama y arruinarla.

Bueno, se puede contar el principio: es un hombre, un canalla, un asesino… Su único amigo es el alcohol. Un domingo más va a abrazarse a la botella, se cruzan los cables, empiezan unos tiros y se carga a tres. Uno de ellos se le escapa y empieza una caza al hombre. Queriendo salvar su culo tropieza con algo muchísimo mayor y termina salvando al mundo, metafóricamente.

Es que hasta el título es críptico.

Y muy bíblico, como el nombre de mi personaje, Santos Trinidad. "No habrá paz para los malvados" es una cita de Isaías que Enrique descubrió leyendo las memorias de Errol Flynn, que era un buen vividor pero malvado tremendo y que murió no en paz, precisamente.

¿Cómo se le ocurre a Urbizu pensar en ti para este papel, en las antípodas de tu imagen de galán?

Bueno, habíamos hecho ya dos películas juntos y nos quedamos muy contentos. Y además nos hicimos amigos y entendemos el cine de una manera muy parecida. El amor y la ilusión que le metemos al cine son muy parejas. Además, sabe lo cachondo que me pone que me alejen de la galanura, que ahora ya con esta edad me resulta un piropo, pero que fue una losa en otros momentos en los que, quizá, no tenía otra cosa que ofrecer.

Es impresionante que estás casi en cada plano de la película y, sin embargo, debes tener sólo cinco o seis líneas de diálogo.

No es un personaje de grandes diálogos. Habla con los silencios y la mirada. Llega, mira, investiga, deduce… y es el espectador el que está metido en la piel de Santos Trinidad. Me parecía tremendamente difícil crear una empatía con este canalla, pero misteriosamente se produce.

Con la dificultad añadida de que tampoco sabemos mucho de su pasado…

Sí, de este hombre sólo se sabe que tiene un tormento dentro. Que estuvo casado porque tiene un anillo y en su casa tiene un lavabo con dos senos, que estuvo en un equipo de élite en Colombia, que fue un buen policía, pero no se cuenta qué pasó para que ya no lo sea. Y da igual, porque eso tampoco le aportaría nada a la película.

Urbizu es exigente también con el espectador porque obliga a hacer la investigación al mismo tiempo que a los personajes.

No te da nada masticado. Siempre hay alguien que te dice '¡Hombre, habéis hecho un thriller que parece cine americano!'. ¡Pues no! Porque el cine americano te da todo masticado para que brille la acción. Aquí Enrique invita al espectador a que viaje contigo y saque conclusiones al mismo tiempo.

¿Cómo diste con esa imagen tan siniestra del personaje?

Sólo tuve que dejarme varios meses antes de empezar el rodaje: engordar, dejarme el pelo largo, el bigote, los andares… y sobre todo la dejadez mental, que es donde está mi mayor trabajo para poder mostrar en silencio cómo un hombre vive absolutamente atormentado, se odia a sí mismo y se ve abocado a una huida hacia delante.

Es que ni siquiera al final, cuando hace algo maravilloso, resulta heroico.

Claro, claro. Yo, que soy menos listo que Enrique, le preguntaba: '¿Pero esto no puede servir para que este tío se redima?'. Y me decía: 'No, no, no hay nada que redimir. A un hijo de puta no se le redime'.

Todo el mundo en el Festival habla de tu trabajo en esta película ¿Y si te llevas la Concha de Plata?

Pues pegaré un salto de alegría. Sería la guinda de un pastel que ya me he comido.

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