La japonesa Yayoi Kusama llena la Tate Modern de lunares

  • La obsesión por los lunares de la japonesa Yayoi Kusama invade desde hoy el museo Tate Modern de Londres, que dedica una exposición monográfica a la prolífica y singular artista.

Londres, 7 feb.- La obsesión por los lunares de la japonesa Yayoi Kusama invade desde hoy el museo Tate Modern de Londres, que dedica una exposición monográfica a la prolífica y singular artista.

Una decena de globos gigantes de color rojo y lunares blancos, la seña de identidad más reconocible de esta artista de 82 años, dan la bienvenida a la muestra que recorre de manera "ambiental" seis décadas de su trabajo que cuenta con pinturas, collages, vídeos, performances e instalaciones.

Kusama, que vive desde 1977 en un centro psiquiátrico de Japón del que sale a diario para trabajar en su estudio, hizo hoy una vista sorpresa a la exposición, donde posó para los fotógrafos, una de las contadas apariciones públicas de la reservada artista.

La muestra, organizada por la Tate Modern de Londres y el Museo Reina Sofía de Madrid, es un exhaustivo recorrido cronológico que va desde sus pinturas de inspiración surrealista de los años 50 a las performances psicodélicas del Nueva York de los 60 y sus sofisticadas instalaciones de la actualidad.

La comisaria de la muestra, Francis Morris, explica que la exposición se centra "en los momentos en los que la artista experimenta por primera vez con unos lenguajes específicos que consiguen absorber su visión única del mundo".

Sus trabajaos más conocidos son las instalaciones de gran escala que juegan con el espectador y consiguen sumergirle en una atmósfera de confusión.

En este sentido, uno de los platos fuertes en la Tate Modern es la instalación "Infinity Mirrored Room- Filled with the Brillance of Life", concebida especialmente para esta muestra, que consiste en una habitación llena de espejos y luces de colores que explora la idea del infinito que tanto obsesiona a la artista.

El impulso de la carrera de Kusama se produjo en los años 50, cuando se mudó a Nueva York, ciudad en la que residió hasta 1973 y donde ella misma reconoce que malvivió y pasó hambre, pero donde tuvo contacto con el epicentro de la escena artística que tanta influencia ha tenido en su obra.

Pasados los 80 años, Kusama sigue trabajando a diario -de hecho achaca su delicado estado mental a su obsesión por el trabajo- y sus últimos cuadros tienen una influencia clara del arte aborigen australiano.

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