La rocambolesca historia de cómo Steve Jobs levantó Pixar y cortocircuitó la piratería musical

  • Desde su muerte mucho se ha hablado de cómo transformó la industria informática y de las telecomunicaciones, pero hay más. Steve Jobs ha dejado una profunda huella en el mundo de la cultura. Su pareja iTunes/iPod dio un frenazo en seco a la entonces desbocada piratería musical. Y como propietario de Pixar impulsó la creación de películas animadas íntegramente por ordenador y se convirtió en el mayor accionista individual de Disney.
Steve Jobs y John Lasseter en el estreno de 'Buscando a Nemo'
Steve Jobs y John Lasseter en el estreno de 'Buscando a Nemo'
Getty Images
Fernando de Luis-Orueta

Ésta es la historia de un folletín de sobremesa. La historia de caminos que se cruzan. De pequeños sueños que terminan cambiando el mundo. Steve Jobs es nuestro héroe pero en 1979 todavía no se podía ni imaginar que sería la pieza clave de este complejo puzle.

1979. George Lucas era el rey de Hollywood habiéndose negado a formar parte de él. La guerra de las galaxias, producida de espaldas a los grandes estudios, se había convertido en un fenómeno desconocido y estaba ya trabajando en su secuela, El imperio contraataca. Como todos los visionarios, Lucas no entendía de límites y quería que el nuevo episodio de Star Wars incorporara nuevos efectos visuales, más naves voladoras, inmensos robots que caminaban por la nieve…

Rodó todos los elementos por separado y cuando fue a juntarlos en un solo plano se encontró con un problema: la imagen resultante había perdido calidad por el camino. La transferencia óptica de las imágenes para crear la película final no era fiel. Igual que el sonido al grabar una cinta de cassette no es limpio, la imagen tampoco. La solución era hacerlo digitalmente.

Y entonces se le vino a la cabeza nuestro siguiente personaje: Ed Catmull. Para la época, aquel científico debía resultar un rarito. De niño se había obsesionado con Pinocho y Peter Pan y decidió que de mayor quería ser animador de de Disney. Pero por el camino se le cruzó un precario ordenador y un profesor con un invento: un programa de dibujo. Siguió tirando del hilo y creando mil y una mejoras de aquella primitiva tecnología. Como su adorado Pinocho, sus creaciones dejaron ser estáticas y empezaron a volar como Peter Pan. Su destino: los oídos de George Lucas.

De la reunión entre ambos salió la animación de un X-Wing, la nave rebelde de Star Wars, aunque nunca se llegó a utilizar. Pero, sobre todo, salió un contrato en Lucasfilm para desarrollar una nueva división de animación digital. Catmull sumó a su equipo a otro rarito como él, John Lasseter, un joven que había logrado el sueño de trabajar en Disney pero que, una vez allí, se había empeñado en demostrar que la animación por ordenador era posible pese al profundo desinterés de sus jefes.

La nueva división de Lucasfilm funcionó unos pocos años, con buenos resultados tecnológicos pero escasa aplicación práctica. Cuando en 1986 a Lucas le pesaron más las dudas que las expectativas, vendió el negocio a Steve Jobs, recién despedido de la empresa que él mismo fundó, Apple. La operación costó 10 millones de dólares: 5 para Lucasfilm y otros tantos para capitalizar la nueva compañía: Pixar.

Pese a lo que ahora representa el nombre de Pixar, no fueron unos años fáciles. La empresa se dedicó al desarrollo de software y usaba a los animadores simplemente para demostrar las posibilidades de sus programas. Una de ellas fue un flexo que jugaba con una pelota: Luxo Jr., una creación de John Lasseter, que produjo auténtica sensación.

Ese corto fue la clave para que sonara un clic en la cabeza Steve Jobs. Se deshizo de buena parte de Pixar y se quedó exclusivamente con los animadores y los desarrolladores. Empezó a producir spots para televisión y anunció un plan para producir tres largometrajes. Disney, que ya era cliente del software de la empresa, se aseguró la distribución de esas películas. Así fue como en 1995 estrenaron Toy Story.

Es difícil calibrar cuánto pesó el éxito de esta película en el hecho de que un año más tarde Steve Jobs regresara a Apple convertido en la única esperanza de la compañía. Como se sabe, no sólo la salvó, sino que la convirtió en una empresa innovadora que representaba la modernidad, elegancia y sencillez todo en uno. Pero esa imagen no fue tanto resultado de los nuevos Macintosh, sino más bien efecto de lanzar al mercado un reproductor de MP3 tan blanco como la leche.

Pero el iPod no sólo fue el motor de la nueva Apple. Fue el mejor aliado de la industria musical frente a la piratería. Estamos en 2001, el año en que las discográficas lograron que un juez echara el cierre a Napster, después de que aquel servicio de intercambio de música les dejara con la soga bien ceñida al cuello. Era el momento preciso en que aquel modelo se desmoronaba y nadie veía claro de dónde saldría el dinero para que los artistas pudieran seguir grabando y distribuyendo sus canciones.

La respuesta fue 0,99 céntimos. El precio de una canción en la flamante iTunes Store, rápida, sin virus ni sospechas. Y de ahí directa al iPod con tan sólo el chas de un cable. La idea de Steve Jobs de poner las cosas fáciles para garantizar la mejor experiencia de usuario resultó ser también la receta para frenar en seco las descargas de música: los estadounidenses encontraron que la alternativa al recién clausurado Napster era un servicio de pago.

La estrategia de Jobs empezaba por la música, pero iba a extenderse el cine tan pronto como la mejora banda ancha hiciera factible que un usuario medio se descargara una película en un tiempo razonable. Sin embargo, como servicio de cine iTunes nunca ha llegado a cuajar. Para encontrar la razón hay que viajar de nuevo a Pixar.

Su socia, la inmensa Disney, estaba sumida en una profunda crisis. El consejero delegado, Michael Eisner se había pasado de listo: dejó que Jeffrey Katzenberg, el genio creativo detrás de La bella y la bestia y El rey león, se asociara con Steven Spielberg para fundar Dreamworks; además, quiso exprimir a la gallina de los huevos de oro abriendo una división de animación digital que compitiera con Pixar y un segundo estudio en Florida; y cuando Roy Disney, el último Disney de la compañía, levantó la voz contra él, forzó que le jubilaran.

Los desmanes de Eisner parecían no tener fin: a su filial de cine de autor Miramax la descabezó, expulsando a sus fundadores, los hermanos Weinstein; y amenazó a Pixar con cancelar su acuerdo de distribución si no aceptaban sus dictados a pies juntillas. Fue su gran error: las películas de Pixar eran ya los únicos éxitos de Disney y sin ellos la supervivencia del conglomerado peligraba. Ante tal debilidad, la junta directiva prescindió de Eisner y lo sustituyó por su segundo, Bob Iger.

Lejos de continuar por la misma línea, la primera medida de Iger fue asegurarse la permanencia de Pixar de la mejor manera: comprándola. La transacción supuso que Steve Jobs, propietario del 50,1% de la empresa de animación, pasaba a poseer el 7% de The Walt Disney Company. Es decir, era el mayor accionista individual de la compañía y le correspondía un asiento en el consejo de administración.

Era enero de 2006. Precisamente el momento de que iTunes diera el salto al negocio de las películas. Pero entonces surgió el problema: el consejero delegado de la empresa que ofrecía vender cine en la Red era copropietario de una empresa del principal competidor. Para el resto de grandes estudios, entregarse a Apple y iTunes tenía algo de echarse en brazos de Disney y opusieron muchas trabas. A pesar de que prácticamente todas las empresas accedieron antes o después a poner sus producciones en iTunes, su catálogo está muy lejos de asemejarse al que logró en la sección musical.

Pero las cintas que han estado allí disponibles desde el primer día, como no podía ser de otra manera, son las películas de Pixar, de aquella empresa de software que un día Jobs discurrió que debía convertirse en un estudio de cine. "Vio el potencial de lo que Pixar podría ser antes que nosotros mismos", escriben John Lasseter y Ed Catmull en Facebook para despedir a su mecenas. "Su fuerza, integridad y amor por la vida nos ha hecho mejores personas", continúan. Y a través de las películas que hizo posible, millones de personas de todo el planeta pueden hacer suyas esas palabras.

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