La terna deja escapar una completa novillada de Nazario Ibáñez

  • Tampoco el segundo festejo de los dos organizados en Valencia con motivo de la festividad de la Virgen de los Desamparados ofreció lucimiento ni trofeos, a pesar del excelente encierro de Nazario Ibáñez, al que una terna de novilleros dejó escapar con las orejas puestas.

Valencia, 13 may.- Tampoco el segundo festejo de los dos organizados en Valencia con motivo de la festividad de la Virgen de los Desamparados ofreció lucimiento ni trofeos, a pesar del excelente encierro de Nazario Ibáñez, al que una terna de novilleros dejó escapar con las orejas puestas.

Ficha técnica

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Novillos de Nazario Ibáñez bien presentados y de variado juego.

Cayetano García.- pinchazo y estocada (ovación tras aviso); estocada y varios descabellos (ovación tras aviso).

Emilio Huertas.- estocada caída (ovación); dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso).

Juan Ortega.- pinchazo hondo, estocada y dos descabellos (ovación tras aviso); varios pinchazos y descabellos (silencio tras dos avisos)

Un cuatro de plaza en tarde desapacible, el viento molestó mucho a los novilleros.

Unas veces el viento, otras la falta de acople o el escaso acierto con los aceros, motivaron que las reses de Nazario Ibáñez, de excelente comportamiento, se fuesen al desolladero sin pena ni gloria.

El novillero valenciano Cayetano García, hijo del matador de toros Julián García, dejó escapar el mejor lote de la tarde y no fue capaz de cuajar ninguna de sus dos actuaciones frente a dos enemigos que probablemente merecieron un punto más de entrega.

Con el primero, un bonito novillo colorado que embistió repetidor y profundo, dejó solo algún destello de personalidad, y con el cuarto, también encastado y con transmisión, le faltó gobierno con la muleta y solo apuntó una tanda de naturales. En su descargo cabe apuntar que el viento le molestó.

Variado y vivo con el capote, el manchego Emilio Huertas se las vio con un lote también atractivo.

El segundo careció de fijeza, aunque acertó a sujetarlo y supo darle fiesta por ambos pitones, demostrando estar preparado para retos más importantes.

El quinto, pese a que manseó y salió suelto en los primeros compases, ganó en fijeza tras las puyas y permitió cierto lucimiento, pero una inoportuna voltereta sin consecuencias y el desacierto con los aceros hicieron desaparecer la esperanza de lograr trofeos.

El sevillano Juan Ortega se las vio quizá con el ejemplar de menos clase, un tercero que manseó y que hizo caso omiso a sus esfuerzos por hilvanar el trasteo.

Con el sexto, otro novillo noble y repetidor, Ortega mostró cierto corte de torero clásico, dejando lo mejor de su actuación por el pitón derecho. Acabó la faena con brillo pegado a tablas, pero falló estrepitosamente con la espada y el descabello.

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