Los críticos se ponen de rodillas ante 'Inside Job'

  • La prensa especializada recibe con elogios el documental que pone nombre y apellidos a los culpables de la crisis económica.
'Inside Job' o cómo se gesta una crisis económica
'Inside Job' o cómo se gesta una crisis económica
lainformacion.com
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El País, Carlos Boyero: 'La perpetua historia de la infamia'

(…) Se supone que Ferguson se ha propuesto hacer un documental, pero en su intento por ser realista y didáctico le ha salido una extraordinaria película de terror (…) Este pavoroso y racionalista relato, que debería ser exhibido en todos los colegios para que los niños entendieran las esencias y los mecanismos del fraude y de la rapiña, la naturaleza y la metodología de monstruos pulcros que hunden en la miseria los ahorros, el trabajo, las hipotecas, las ilusiones de millones de personas, tiene prólogo, desarrollo y desenlace.

Comienza en un paraíso llamado Islandia (…). Es el lugar sobre el que se posan los encorbatados vampiros para arrasar lo que parecía inexpugnable. De ahí nos trasladan a Nueva York, al corazón de la bestia, donde banqueros privados y públicos, ejecutivos y políticos que intercambian sus papeles con desvergonzada naturalidad y protegidos por leyes que han decretado ellos, provocan el colapso económico mundial como resultado de haber pasado décadas vendiendo humo, jugando con lo inexistente, especulando en plan hiena, haciéndose inmensamente ricos en los descalabros que provocan y que pagarán los inocentes, acumulando propiedades, aviones privados y yates (…).

Si lo que nos han contado antes te provoca estupor y angustia, el final logra ponerte los pelos de punta. Los villanos no solo han esquivado el castigo, sino que este modélico presidente les ha recolocado para que dirijan la economía de Estados Unidos. Han sido, son y serán los reyes del sistema. Todo está atado y bien atado.

Abc, E. Rodríguez Marchante: 'Gordon Gekko en la nuca de la crisis'

(…) El universo entero sabe que la chispa del derrumbe financiero de 2007 y 2008 prendió en Wall Street y que los causantes fueron los dueños del mechero, grandes corporaciones y bancos, políticos y otros equilibristas y doctores de esa iglesia en la que, como dice Gordon Gekko (Michael Douglas en "Wall Street"), la codicia es una virtud; y lo que hace el director de esta película, Charles Ferguson, no es obviamente descubrir lo ya descubierto, sino bautizarlo: ponerle nombres y apellidos.

Ferguson es, exactamente, el antípodas de Michael Moore: no sólo hace documentales, sino que también los documenta: nombres, apellidos y hasta las cantidades de millones embolsados forman la carne de su información sobre el origen y fundamento de la crisis (…).

Hasta el título es perfecto, pues Inside Job viene a significar "trabajo desde dentro", que es exactamente lo que hicieron esos grandes banqueros, aseguradores, intelectuales y catedráticos, nombres como el de Fred Mishkin, Alan Greenspan o Larry Summers, que es a Harvard lo que Michael Jackson a los Chicago Bull (…)

Ferguson consigue que hasta el más gualdrapa lo entienda todo, y lo único malo (o no) es que se sale del cine con muchas ganas de sacar los ahorrillos del Banco y comprarse un par de calcetines para meter dentro lo que quede.

Fotogramas, Manuel Yáñez Murillo: 'Para público sediento de información'

He aquí la crónica de una tragedia encubierta: la historia de cómo la inhumana maquinaria de Wall Street se metió en el bolsillo al poder político y hundió al mundo en una catastrófica crisis económica. Y todo ello a costa del dinero de unos ciudadanos hipnotizados por los cantos de sirena del capitalismo. El encargado de revelar las claves de dicha debacle es el oscarizado Charles Ferguson, que reivindica en 'Inside Job' el valor del documental de corte periodístico. Con urgencia, pero sin caer en las tentadoras aguas del sensacionalismo y la demagogia, Ferguson se dedica a romper el mito de que la comprensión de las triquiñuelas del sector financiero es un terreno vedado para el común de los mortales.

Siguiendo un sutil y vibrante in crescendo dramático, que recuerda al de conocidas ficciones como 'Todos los hombres del presidente' (Alan J. Pakula, 1976) o 'La Red Social'(David Fincher, 2010), la meticulosa investigación de Ferguson no renuncia a la sana ironía e incrementa su voltaje cuando señala a los monstruos de la función e interroga de forma incisiva a los pocos que aceptan dar la cara. Las conclusiones del documental que ha hecho Ferguson parecen incuestionables, pero una pregunta queda en el aire: ¿sería la regulación financiera demandada por Ferguson sufi ciente para contener la avaricia de los mercados?

Cinemanía, Manuel Piñón: 'Preguntas incómodas a sujetos blindados por ingresos millonarios'

Oliver Stone podría haberse ahorrado el año pasado la secuela de Wall Street. Intentaba explicar la crisis financiera, pero sólo nos quedamos con que antes los móviles eran enormes. No pasa nada, su fracaso lo ha solventado el realizador Charles Fergusson con Inside Job, un revelador reportaje periodístico que ganó hace unos meses el Oscar al Mejor Documental.

Con la sana intención de poner (en muchos casos, plantarle) cara a los responsables de este caos, Fergusson se entrevistó con los grandes señores de los mercados y toda la fauna que les acompañó en su escalada suicida: periodistas, políticos y analistas, sí, pero también prostitutas, médicos y psicoterapeutas."Ganar esas cantidades de dinero estimula las mismas partes del cerebro que la cocaína", explica un neurólogo en la película. No es ni de largo el momento más escalofriante de Inside Job; esos llegan hacia la segunda mitad, cuando Fergusson hace preguntas que incomodan a tipos con el cuajo blindado por ingresos millonarios.

Para un espectador ésa es actualmente la única revancha posible con estos individuos parapetados tras despachos, cargos y títulos que les hacen inalcanzables. Que tartamudeen ante evidencias vergonzosas o busquen con la mirada una manera de salir de la emboscada que les prepara el realizador da gustirrinín, para qué negarlo. Además, Fergusson tiene el buen gusto de no ocupar con su ego ningún plano de la película, evitando michaelmoorismos y recursos efectistas. Las palabras tienen suficiente peso para que no sean necesarios.

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