Luchini: "Es más fácil conseguir la perfección en el arte que en la vida"

  • Habitual de Eric Rohmer, enamorado paciente en "Confesiones demasiado íntimas" y burgués excesivo en "Potiche", el reputado actor de cine y teatro francés Fabrice Luchini juega con la dicotomía realidad-ficción y arte-vida en la película "En la casa", ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.

Mateo Sancho Cardiel

Madrid, 6 nov.- Habitual de Eric Rohmer, enamorado paciente en "Confesiones demasiado íntimas" y burgués excesivo en "Potiche", el reputado actor de cine y teatro francés Fabrice Luchini juega con la dicotomía realidad-ficción y arte-vida en la película "En la casa", ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.

"Es más fácil conseguir la perfección en el arte que en la vida. La cotidianeidad es el arte supremo", contaba en el festival donostiarra el actor, que interpreta en "En la casa", de estreno este viernes en España, a un aburrido profesor que recupera el entusiasmo gracias a la historia que le cuenta por entregas un alumno tan aventajado como perverso.

Con el perfecto engranaje que Ozon establece entre los planos narrativos, los géneros cinematográficos, el voyeurismo, la erudición y las percepciones de una misma realidad, la película acaba siendo un mordaz y malsano pero divertidísimo juego para el espectador dispuesto a dejarse llevar por la polivalencia.

"Hitchcock decía que bien distribuido, bien jugado, pero el mérito de la calidad del juego en una película está en la selección del director. En el cine, el juego del actor, es un mérito muy limitado", explica el ganador de un César del cine francés por "Tout ça... pour ça", de Claude Lelouch.

Luchini dota de genio, dinamismo y autoparodia a un personaje capaz de reconocer sus miserias con tal de potenciar el talento de su joven y manipulador pupilo, con el que compartirá esa necesidad de mejorar la vida a través de la creación artística.

"Por mi trabajo, he estado siempre, estoy en relación con grandes autores en todo momento, leyendo grandes textos para el teatro... eso tiene gran resonancia en mi vida", asegura, y cita a Molière para, no obstante, no vivir en el mundo plúmbeo de la pretensión artística, sino en un único objetivo: divertir.

"Nuestra obligación es divertir y hay una corriente, especialmente en Francia, que está en contra de eso, que es reaccionaria y que cree que aburrirse es superchic", asegura, aunque reconoce que "En la casa" ha puesto de acuerdo en su país a periódicos de izquierdas y de derechas, pues tiene la doble lectura de entretenimiento burgués y crítica a esa misma burguesía.

Además, en España ha sido recibida con vítores al recibir el máximo premio en San Sebastián, la Concha de Oro, así como el premio al mejor guion. "Estoy impresionado por la calidad del público español, está mucho más preparado que el francés y carente de la arrogancia que tiene aquel", asevera.

Solo hay algo que no le gusta de España: "La sexualidad aquí es peligrosa, porque tras los años de Franco, habéis vivido los efectos que Freud atribuía a la prohibición: desenfreno que ha desencadenado que la libido esté considerada muy importante", asegura.

Él defiende ese vicio burgués que es la apatía y que tan bien describe su personaje, a pesar de estar casado con Kristin Scott Thomas: "Pensar que hay que crear todo el rato es como pensar que hay que follar todo el rato. Y follar es limitado, más para los hombres que para las mujeres", bromea con su estilo verborréico que le acerca al vodevil que tan bien ha defendido a las órdenes de Ozon.

Sin embargo, a pesar de haber trabajado con maestros como Eric Rohmer, Claude Chabrol, Costa Gavras, Patrice Leconte, Luchini todavía se siente más cómodo sobre las tablas de un escenario, de viva voz y con su función diaria, y donde ha recitado textos de Beckett, Shakespeare, Céline, Flaubert, Mamet o La Fontaine, a quien no para de citar.

"En el cine, el actor es pasivo. En el teatro, activo", concluye.EFE

msc/cat

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