Muere Elizabeth Taylor, la estrella de los ojos de color violeta

  • La ganadora de dos Oscar padecía problemas de corazón desde 2004 y llevaba varios meses ingresada en un hospital de Los Ángeles. El cine y la vida siempre fueron mezclados a lo largo de sus 79 años.
Muere la actriz Elizabeth Taylor a lso 79 años (Foto: Getty Images)
Muere la actriz Elizabeth Taylor a lso 79 años (Foto: Getty Images)
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Fernando de Luis-Orueta

Una de las mayores estrellas de la historia del cine, Elizabeth Taylor, ha muerto esta mañana en el hospital de Los Ángeles donde estaba ingresada. El 27 de febrero cumplió 79 años en el centro médico Cedars-Sinai debido a los problemas de corazón que venía sufriendo desde 2004. Además, había sido operada en 1997 de un tumor cerebral.

En el momento de su muerte, Taylor estaba rodeada de sus cuatro hijos."Mi madre era una mujer extraordinaria que vivió su vida al máximo con gran pasión, humor y amor. Aunque su pérdida es devastadora para los que la teníamos cerca y en nuestro corazón, siempre nos inspirará su inolvidable contribución a nuestro mundo", dice su hijo Michael Wilding en un comunicado.

Elizabeth Taylor había nacido en Londres, en 1932, de padres estadounidenses. Su padre, marchante de arte, había decidido abrir una galería en Londres y su madre, que iba para actriz, abandonó su carrera para seguirle. La pequeña Liz vivió en la capital británica hasta 1939, justo antes de que los cañones de la guerra empezaran a rugir.

En lugar de regresar al St. Louis de sus ancestros, en la América sureña y profunda, decidieron establecerse en Los Ángeles. Nada más llegar un amigo de la familia animó a los Taylor a llevar a su hija a pruebas de cámara dada la belleza y peculiar mirada violeta de la pequeña. De hecho, fue una de las más firmes candidatas a interpretar a Bonnie, la hija de Vivien Leight y Clark Gable en Lo que el viento se llevó (1939).

Pero al final fue la Universal quien se decidió a contratarla y le dió su primer papel, en la película There's One Born Every Minute (1942). Tenía tan sólo diez años. Sin embargo, el estudio especializado entonces en pelícuas de terror, decidió que el perfil de la pequeña Taylor no encajaba en su política. Louis B. Mayer, el ávido gerifalte de la MGM, no dejó pasar la oportunidad y la incoropró a su larga lista de actores, reunidos bajo el eslogan "Más estrellas que en el cielo".

Estrella a los 12 años

La primera película que rodó en la Metro fue La cadena invisible (1943), la cinta con más éxito de la serie de películas de la famosa perra Lassie. Tras un par de pequeñas intervenciones en títulos menores, llegó el largometraje que le convirtió en estrella:Fuego de juventud (National Velvet) (1944), en la que compartió cartel por primera vez con Mickey Rooney, y en la que también estaba otra joven recién contratada por el estudio, Angela Lansbury. El taquillazo fue tal que la MGM le extendió un contrato indefinido para hacer de ella su principal estrella infantil.

A lo largo de los siguientes años, Elizabeth Taylor fue creciendo y convirtiéndose en una mujer ante los ojos de América y del mundo: fue adolescente en la siguiente entrega de Lassie (El coraje de Lassie, 1946); Amy, la jovencita más dramática en Mujercitas (1949); y caminó hacia el altar en El padre de la novia (1950).

En los cincuenta, aquella chica dulce y algo ñoña que había perfilado la Metro se convirtió en un sex symbol internacional. Los tabloides y la prensa del corazón hicieron de Liz Taylor su principal argumento y el estudio, consciente de ello, la colocó en películas que explotaron su atractivo: en Un lugar en el sol (1951) fue pareja de Montgomery Clift y un año más tarde sedujo a los espectadores más jóvenes como la dama en apuros de Ivanhoe (1952).

Taylor se había convertido en una mina de oro. Tener su nombre en el cartel era garantía de llenar todas las salas. Tanto es así que en 1954 estrenó cuatro películas: Rapsodia, Beau Brummell, La última vez que vi París y La senda de los elefantes.Era ya una veterana de Hollywood pero todavía tenía 22 años.

Grandes parejas

A partir ahí protagonizó uno tras otro grandes romancesfuera de la pantalla, pero también dentro: se debatió entre el amor de Rock Hudson y James Dean en Gigante (1956), volvió a coincidir con Montgomery Clift en El árbol de la vida (1957) y De repente, el último verano (1959) y vivió un tormentoso amor con Paul Newman en La gata sobre el tejado de zinc (1958).

Estas dos películas la conviritieron en la gran intérprete de las adpataciones de Tennessee Williams al cine. Y aún vendría una más, La mujer maldita (1958). Por fin, en 1960 llegó su primer Oscar con Una mujer marcada (1960). Y fue la obra de otro gran dramaturgo estadounidense, Edward Albee, la que le dió su segunda estatuilla: Quién teme a Virginia Woolf, en 1966. En ella realidad y ficción se cruzaban, con escenas de enorme tensión con su entonces marido, Richard Burton, con quien mantuvo una tortuosa relación.

No fue, ni mucho menos, la única vez que sus matrimonios -ocho en total- y su carrera se mezclaron. En 1962, cuando la Fox le contrató para protagonizar Cleopatra, impuso que se rodara en Todd-AO, un formato panorámico creado por su marido Michael Todd, rival del impuslado por la Fox, el Cinemascope. Fue el primero de los muchos problemas que sufrió la filmación -casi todos derivados de la agitada vida de la estrella y su relación con Burton- y que llevaron al estudio al borde de la ruina.

El lento declive

La adaptación al cine en 1967 de la famosa novela de Carson McCullers Reflejos en un ojo dorado, al lado de Marlon Brando, marcó un antes y un después en su carrera. Al tiempo que el sistema de los grandes estudios se debilitaba y ella empezaba a convertirse en una mujer madura, dejaron de llegar los grandes papeles. Incluso rodó algún telefilm en un momento en que hacer televsión era rebajarse y se atrevió con el musical en la adaptación del éxito de Broadway A Little Night Music (1977).

Una de sus apariciones más reveladoras se produjo en El espejo roto (1982),cuando estaban tan de moda las películas basadas en novelas Agatha Christie. En ella no sólo se reencontró con antiguos compañeros como Rock Hudson o Angela Lansbury, sino que interpretaba a una gran estrella de cine en declive, llena de inseguridades y adicta a las pastillas.

Desde entonces prácticamente sólo había realizado apariciones en el papel cuché, con alguno de sus maridos o acompañando a su amigo Michael Jackson. Su salud se fue deteriorando poco a poco y, de las misma forma que el público la vió crecer, contempló ahora como iba envejeciendo y sufriendo un problema de salud tras otro.

En 1993 Hollywood le rindió su último gran homenaje en los Oscar, donde recogió una tercera estatuilla, esta vez honorífica en reconocimiento a su compromiso con muchas causas humanitarias.

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