Obras de Tapies, Hockney y Kiefer, junto a emergentes en la Royal Academy

Londres.- La Exposición de Verano de la Royal Academy of Arts londinense es una cita anual obligada del mundo artístico británico desde 1769, que reúne anualmente a artistas consagrados como Tápies, Hockney, Baselitz, Kiefer o Sean Scully, entre otros, junto a muchos prácticamente desconocidos.

Coordinada este año por dos académicos, el pintor Stephen Chambers y el arquitecto David Chipperfield, que han seleccionado obras en torno al lema "Raw" (en inglés: crudo), ha contado también con la colaboración de artistas como Fiona Rae o Allen Jones, que han actuado como "comisarios" de distintas salas además de exponer obras propias.

Como es tradición, la Royal Academy rinde también homenaje a sus miembros muertos durante los doce meses anteriores y así este año en su patio de entrada puede verse, junto a la estatua de su fundador, el pintor Joshua Reynolds, varias liebres monumentales de Barry Flanagan (1941-2009), animal que era como el "alter ego" y motivo favorito del fallecido escultor.

En una exposición tan variopinta hay desde obras íntimas y espirituales hasta otras de una expresividad explosiva, y si hubiese que citar las que más llaman la atención, sin duda uno mencionaría un monumental paisaje del alemán Anselm Kiefer, titulado "Einschüsse", que muestra una masiva cadena montañosa punteada de agujeros rojizos.

Frente a la montaña se extiende un campo con una cosecha calcinada que podrían ser un ejército aplastado por el enemigo en una épica batalla.

Junto a esa obra inmensa aparece colgada una enigmática tela del catalán Antoni Tápies, miembro honorífico de la Academia, cuya factura, unida al uso de materiales elementales como la tierra, parece ajustarse plenamente al lema central ("Crudo") de la exposición.

No ocurre lo mismo, sin embargo, con las lustrosas fotografías de hileras de árboles junto a una carretera del veterano del Pop Art David Hockney, que parece volver últimamente una y otra vez a ese tema tanto con los pinceles como con la cámara.

Entre las obras más espectaculares está también la instalación del artista afro-británico Yinka Shonibare: un coche antiguo destrozado después de un accidente y a cuyo volante va un hombre decapitado y con ropas de vivo colorido y la palabra "Independence".

El escocés David Mach, conocido por su utilización de "objetos encontrados", desde periódicos o cerillas hasta neumáticos en sus obras ha creado esta vez con perchas metálicas una enorme y amenazante escultura de gorila golpeándose el pecho como el del filme King Kong.

El alemán Georg Baselitz recurre a una de esas figuras invertidas que se han convertido en su imagen de marca- en esta ocasión, un perro sobre el que parece caer un chorro de pintura azul- mientras que el estadounidense Ed Rusha ha yuxtapuesto en un mismo lienzo una montaña nevada y una manta de cama.

El irlandés-norteamericano Sean Scully presenta un cuadro con sus habituales bloques de colores, aunque esta vez flotando sobre un campo de pintura color de plata, mientras que el británico Michael Crai-Martin juega con letras mayúsculas y siluetas de colores de distintos objetos.

A sus 80 años, Gillyan Ayres, uno de los grandes pintores británicos de su generación, da muestras de una extraordinaria vitalidad y fuerza inventiva con seis coloridos lienzos llenos de referencias abstractas a árboles, estrellas y otros elementos del paisaje.

La impresión general este año es que, con excepción de artistas como Tàpies, totalmente fiel a su parsimonia cromática, los colores vivos y aun luminosos parecen dominar la nueva pintura británica, tanto la figurativa como la abstracta.