Oreja de un manso para la habilidad de Esaú Fernández

  • El diestro sevillano Esaú Fernández, que mostró una gran habilidad para lucir con un manso de Fuente Ymbro, cortó la única oreja concedida en la corrida de hoy, primera de lo que va de abono este año en la Maestranza de Sevilla.

Paco Aguado

Sevilla, 2 may.- El diestro sevillano Esaú Fernández, que mostró una gran habilidad para lucir con un manso de Fuente Ymbro, cortó la única oreja concedida en la corrida de hoy, primera de lo que va de abono este año en la Maestranza de Sevilla.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Fuente Ymbro, de buena aunque algo dispar presentación. En conjunto, hubo varios toros mansos y de acusada querencia tablas, o bajos de raza y apagado juego, salvo el cuarto, que sacó nobleza y entrega.

Javier Castaño: estocada desprendida (silencio); estocada trasera atravesada y descabello (ovación).

Paco Ureña: estocada desprendida (silencio); dos pinchazos, media estocada caída y cinco descabellos (silencio tras aviso).

Esaú Fernández: estocada trasera (oreja); estocada baja (palmas).

Saludaron en banderillas David Adalid, en dos ocasiones, y Fernando Sánchez, pero también hubo pares de mérito de Víctor Hugo Saugar y una estimable brega de Curro Vivas.

La plaza se cubrió en algo menos de la mitad de su aforo.

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PRIMERA Y GENEROSA OREJA

Sólo un toro de Fuente Ymbro, el cuarto de la tarde, dio facilidades esta vez. Mansos y huidos a tablas, algunos, descastados y apagados, otros, exigieron decisión, determinación y no poca habilidad por parte de los toreros para sacarles algo de partido.

Y eso fue lo que aplicó Esaú Fernández con el tercero, un toro al que recibió a portagayola y que empezó a buscar la salida desde el mismo momento en que sintió el hierro de la puya.

El joven torero de Camas no se desesperó por ello, sino que, después de intentar sin éxito sujetarlo en los terrenos del tercio, asumió que era junto a la barrera donde podía obtener lo poco que el de Fuente Ymbro podía ofrecerle.

Dejándole la muleta en la cara, aunque escondiéndose en la pala del pitón, acabó sujetando al manso para después, ya camino de chiqueros, darse a un efectista toreo de cercanías, con un aire que, por su parecido físico y sus paralelismos técnicos, evocó al Jesulín de Ubrique de otros tiempos.

Sin gran emoción, pero con suficiente lucimiento, Esaú Fernández cortó así una oreja concedida con generosidad y que de momento es la primera de la presente feria de Sevilla.

Con el sexto, que pareció lastimarse en el nuevo saludo a portagayola de Fernández, el sevillano se dilató en un trasteo desigual de temple y aciertos.

El mejor y único toro claro de la tarde le cupo en suerte a Javier Castaño, que antes no había sacado nada de un primero reservón y a menos. En cambio, ese cuarto ejemplar, que también marcó por momentos cierta querencia a tablas, acabó olvidándola para romper a embestir con entrega y repetición.

La faena que le hizo Castaño tuvo limpieza de trazo y alguna relajación, sólo que la constante de la falta de ajuste en la mayoría de las series de muletazos le fue mermando intensidad y vibración, hasta hacerla quedarse en poco para lo que ofreció el de Fuente Ymbro.

Porque el mejor toreo de la tarde llegó de la mano de Paco Ureña, aun con la rémora de un lote muy deslucido. Si su primero se dio en retirada hacia chiqueros desde que salió, el quinto fue un toro de expresión anovillada y de soso y afligido comportamiento.

Pero el torero de Lorca tampoco se aburrió, y se dio por entero al que parecía improbable empeño de obtener lucimiento de tan insípidas embestidas. Y así, entre el escaso eco de un tendido que no siempre se lo valoró, se asentó con una rotunda plomada sobre el albero para, uno a uno, irle robando muletazos cada vez más largos.

Fue la del murciano una labor de gran mérito, tanto por esa férrea manera de clavarse en la arena como por lo apretado del trazo y el pulso con que tiró del toro siempre con los vuelos de la muleta, en un alarde de pureza y entrega.

Tardó mucho Ureña en llegar al tendido, sobre todo por la falta de emoción del toro, y eso le llevó a alargar en exceso un trasteo que se quedó sin premio después de sus fallos con los aceros.

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