Organilleros, más de un siglo poniéndole música a las calles de México

  • Asela Viar.

Asela Viar.

México, 15 sep.- El de organillero es uno de esos pocos oficios antiguos que, a pesar de las dificultades, se resiste a desaparecer devorado por la modernidad y día tras días continúa poniéndole música a las calles de las principales urbes de México.

"Es un trabajo humilde, pero honrado", resumió Odilón Jardines, quien a sus 72 años presume de ser uno de los organilleros más veteranos de la Ciudad de México, por cuyas calles ha paseado, acompañado de su inseparable instrumento, por más de seis décadas.

Aún recuerda con perfecta claridad cómo llegó a esta ciudad con casi 8 años: "No lo necesitaba, mi familia tenía recursos, pero decidí marcharme y venir a ver qué había por aquí", relató en entrevista con Efe en su modesta casa del centro histórico.

De tez morena, ojos negros, y la cabeza protegida por una gorra, recordó, con cierta indignación, sus primeros pasos como organillero, cuando a cambio de comida y cobijo tenía que darle toda la recaudación del día a la familia que le rentaba el instrumento.

"Aquello, ahora puedo decirlo, era auténtica explotación infantil", dijo visiblemente molesto, tras recordar que "ni zapatos tenía", a pesar de que la gente le daba "buenas monedas" por verle "tan chico" trabajando "mugroso y greñudo" con el organillo.

Esos tiempos pasaron, se fue, cambió de arrendador y empezó a ganar dinero. "Me di cuenta de todo lo que se quedaban por darme un colchón en el suelo y unos fríjoles", recordó Jardines, quien agregó que por fin pudo comprarse unos zapatos de segunda mano.

A partir de entonces todo fue a mejor y se empleó a fondo en aprender un oficio que no ha variado con el paso del tiempo, consistente en manejar un instrumento reproductor de melodías, grabadas en cintas o cilindros de papel o metal por medio de perforaciones que se escuchan gracias al movimiento de una manivela.

Secretario de conflictos y trabajos de la Unión General de Organilleros desde 1974 hasta 1984, evocó con nostalgia esos tiempos en los que eran tantos los compañeros, que era necesario establecer turnos para tocar en el primer cuadro de la ciudad.

"Siempre les tocaba a los mismos, así que organicé una protesta, decidimos entrar a tocar el organillo al centro, sin permiso. Al final me denunciaron, pero ganamos, porque no era justo que siempre tuviesen el permiso los mismos", rememoró con evidente orgullo.

Su vida ha estado ligada al organillo y al Sindicato, una organización que desde los años 70 se encarga de establecer las normas entre los agremiados, quienes cada vez distan más de aquellos que como Odilón Jardines se dedicaron a esta profesión de forma exclusiva.

"Ahora hay estudiantes, tenemos futuros doctores, profesores, vienen a trabajar para pagar las cuotas. Si son jóvenes y no están estudiando, no les dejo que estén aquí", aseguró este músico que se congratula de haberle dado estudios a la mayoría de sus seis hijos.

Esta nueva forma de trabajar a tiempo parcial, que se reparte en dos turnos, uno de las nueve a las tres de la tarde, y otro de las cuatro hasta la noche, ha revitalizado en parte un oficio que hace una década se había visto seriamente afectado por falta de personal.

Según cifras de la Unión de Organilleros citadas por Odilón, existen actualmente 178, un importante aumento en comparación con los 70 que llegó a haber en 2005, lo que permite confiar en que estos uniformados de color caqui, en honor a la división de "Los dorados" de Pancho Villa, sigan tocando por las calles mexicanas.

A juicio del académico de la Escuela Nacional de Música Guillermo Contreras, el oficio vive un periodo de "recuperación y dignificación" que poco a poco está permitiendo que se arreglen los instrumentos e incluso que se reconstruyan unas piezas que hasta hace poco, "en algunos casos", se oían "terriblemente desafinadas".

Sin embargo, se trata de acciones tomadas en el marco de la iniciativa privada, vinculadas a investigaciones o colecciones, lo que puede impedir que los efectos lleguen con rapidez a quienes disfrutan de esta música en la calle, dijo a Efe.

Tras valorar la recuperación del organillo, criticó que se estén perdiendo otras "sonoridades tradicionales y nostálgicas" mexicanas, como la de los carros de camote o plátanos asados que avisan de su llegada en los vecindarios mediante un silbato que está siendo prohibido en algunas zonas para evitar el ruido.

Asimismo, alertó del peligro que suponen las nuevas formas de imitación del organillo y aseguró que en algunas ciudades, ante la falta de estos instrumentos o su elevado precio, se están utilizando unos muebles parecidos en cuyo interior hay una grabadora que reproduce el mismos sonido, pero previamente grabado en un CD.

A pesar de todo, consideró que el organillo "está muy vivo" pues se ha producido una "reactivación" que permitirá seguir disfrutando en la calle de canciones míticas como "Las Golondrinas", "Las Mañanitas" o "Amorcito Norteño".

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