Piero di Cosimo, el pintor que vivió como una bestia, encandila en Washington

  • Tan excéntrico que, al parecer, vivió como una bestia, Piero di Cosimo hizo carrera algo ensombrecido por genios contemporáneos como Leonardo Da Vinci, aunque su arte brilla con luz propia en la primera gran retrospectiva del pintor en EEUU.

Pedro Alonso

Washington, 31 ene.- Tan excéntrico que, al parecer, vivió como una bestia, Piero di Cosimo hizo carrera algo ensombrecido por genios contemporáneos como Leonardo Da Vinci, aunque su arte brilla con luz propia en la primera gran retrospectiva del pintor en EEUU.

Nada menos que seis salas se han habilitado en la prestigiosa National Gallery of Art para acoger, desde este domingo y hasta el próximo 3 de mayo, un total de 44 pinturas del maestro procedentes de Norteamérica y Europa.

Hasta la fecha, la única muestra dedicada a Di Cosimo (1462-1522) en Estados Unidos se celebró en 1938 en la Galería Schaeffer de Nueva York, con sólo siete obras del pintor, nacido en Florencia (Italia) en plena ebullición renacentista.

"Ha llegado la hora de Piero di Cosimo", declaró a Efe Dennis Geronimus, uno de los comisarios de la retrospectiva, que supone una especie de "redescubrimiento" del artista, "no tan recordado por el gran público como (Sandro) Botticelli o Leonardo (Da Vinci)".

Así pues, la exposición de Washington devuelve a la actualidad, por la puerta grande, a uno de los pintores más fascinantes del Renacimiento, tanto por su elevado talento artístico y sus legendarias extravagancias, como por el misterio que rodeó su vida.

Hijo de un orfebre y discípulo del artista Cosimo Rosseli, el pintor poseía el "espíritu más noble", pero su comportamiento resultaba "muy extraño", según relata el célebre biógrafo italiano de autores renacentistas Giorgio Vasari (1511-1574).

Piero di Cosimo -escribe Vasari con su pomposa pluma- era un "gran amante de la soledad y no conocía más placer que retirarse con sus pensamientos y su extravagante vagabundeo, haciendo sus castillos en el aire", sin ocuparse "nada de su propia comodidad".

"Y se limitaba a no comer otra cosa que huevos cocidos que, para ahorrar fuego, cocinaba cuando hervía su pegamento. Y no (cocinaba) seis u ocho de una vez, sino unos cincuenta. Y, guardados en una cesta, se los comía uno a uno", señala el historiador.

El pintor -prosigue Vasari- "no podía soportar el llanto de los niños, la tos de los hombres, el sonido de las campanas y el canto de los frailes", al tiempo que "las moscas le enfurecían e incluso las sombras le molestaban".

Esas excentricidades -sostiene el biógrafo- hicieron que llevara "la vida de un hombre que era menos hombre que una bestia".

Rarezas aparte, Vasari no escatima elogios hacia el artista, a quien define como "un gran maestro del color al óleo", una virtud que resalta en la retrospectiva de Washington, titulada "Piero di Cosimo: la poesía de la pintura en la Florencia del Renacimiento".

La muestra reúne cuadros religiosos, retablos de iglesias, sugerentes escenas mitológicas con abundancia de desnudos sensuales y meticulosos retratos que demuestran la "versatilidad" del pintor, según Geronimus, profesor de arte en la Universidad de Nueva York.

Ningún lienzo -destacó el comisario- presenta "una clara firma" del artista, cuya rúbrica es más bien su "estilo inconfundible", basado en "sus peculiares anatomías (...), su uso de colores muy vibrantes, su iluminación o su tratamiento de la naturaleza".

Esa "marca de la casa" reluce en la obra estrella de la exposición, "Liberación de Andrómeda", en la que Di Cosimo da rienda suelta a su imaginación y recrea la lucha del héroe mitológico Perseo para salvar a su esposa de caer en las fauces de un monstruo.

En palabras de Vasari, "Piero nunca hizo un cuadro mejor acabado que éste", pues "no es posible hallar un monstruo marino más fantástico o estrambótico que el que Piero imaginó y pintó".

Tanta originalidad despliega el artista en sus composiciones mitológicas, que esas "invenciones fantásticas se equiparan a los versos de poetas antiguos cuyos mitos y alegorías él transformó en un lenguaje propio", afirmó Gretchen Hirschauer, responsable adjunta de pintura española e italiana de la National Gallery of Art.

La temática divina también impregna algunas de sus obras maestras, como el célebre óleo sobre témpera "La virgen y el niño entronizados con los santos Isabel de Hungría, Catalina de Alejandría, Pedro y Juan Evangelista con ángeles", que podrán contemplar igualmente los visitantes del museo de Washington.

Al margen de las pinturas exhibidas en la retrospectiva, en la que colabora la florentina Galería de los Uffizi, que en junio próximo dedicará otra muestra al artista, Piero di Cosimo dejó también su impronta en la Capilla Sixtina de Roma.

A la "ciudad eterna" viajó el pintor en 1481, junto a Cosimo Rosseli, para decorar las paredes de la famosa capilla del Palacio Apostólico del Vaticano, donde despuntó como virtuoso paisajista, influido por el naturalismo flamenco de Hugo Van Der Goes.

Parece que ese viaje fue el único que hizo fuera de su Florencia natal, en la que "fue encontrado muerto a los pies de una escalera una mañana del año 1521" como consecuencia de sus "gustos extravagantes", según el siempre florido Giorgio Vasari.

Sin embargo, estudios documentales recientes sostienen que Piero Di Cosimo falleció en 1522, aniquilado por la peste bubónica.

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