Seis ovaciones en un festejo de detalles sin redondear

  • Seis ovaciones fueron el balance de las actuaciones de los novilleros Carlos Durán, Tulio Salguero y Rafael Cerro en la última de "las nocturnas" de Las Ventas, celebrada hoy.

Javier López

Madrid, 31 jul.- Seis ovaciones fueron el balance de las actuaciones de los novilleros Carlos Durán, Tulio Salguero y Rafael Cerro en la última de "las nocturnas" de Las Ventas, celebrada hoy.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Guadaira, bien presentados, mansitos y, aunque justos de fuerzas, en general toreables, a excepción del incómodo y desclasado sexto. Encierro en el que predominó la nobleza pero con el defecto común en todos los novillos de apagarse pronto. Los que más aguantaron, primero y tercero.

Carlos Durán: tres pinchazos y descabello (gran ovación tras aviso); y estocada (ovación tras aviso).

Tulio Salguero: estocada fulminante (ovación); y pinchazo y estocada (ovación).

Rafael Cerro: pinchazo, y casi entera desprendida (ovación); y estocada caída (gran ovación tras petición en el límite).

La plaza tuvo algo menos de media entrada en tarde-noche calurosa.

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TARDE A MEDIAS DE TODO

La última novillada de las nocturnas de Las Ventas fue con diferencia la menos interesante de todas. Festejo de detalles pero ayuno de contenido con unos novillos, que, aunque se dejaron en mayor o menor medida, les faltó "transmisión".

Y de los toreros, dos debutantes: Durán y Salguero, de entre los que destacó el primero, al que le tocó el novillo más claro del envío, el primero, y al que se le vio con más oficio, sobre todo en el manejo del capote.

Rafael Cerro volvía a Madrid después de la buena impresión dejada en el pasado San Isidro, y esta vez tan sólo pudo solventar la papeleta sin más.

Durán dejó una interesante tarjeta de presentación en el novillo que abrió plaza, al que recibió con bonitas verónicas en el recibo, y al que llevó por primera vez al caballo con un galleo por chicuelinas.

En la muleta lo mejor surgió por el derecho, con dos series en el inicio del trasteo de muletazos de muy buen gusto. Toreo recio pero también elegante ante un novillo que empezó a acabarse a mitad de faena.

En momento fortuito sufrió una colada Durán por el lado diestro y resultó volteado, por fortuna sin consecuencias. Un final por manoletinas tuvo cierto calado, pero lo estropeó todo con la espada.

Con el cuarto ya no fue lo mismo, el novillo más insulso del encierro, con el que volvió a lucirse en el toreo a la verónica con el capote, pero en la muleta a la faena le faltó emoción y conjunción.

Dejó cosas aisladas Durán, lo mejor, la variedad que mostró con los cambios de mano, o los pases de las flores ligados a los de pecho y otros adornos. Pero en su contra, lo mucho que se alargó este zamorano en una labor que no fue a ningún lado.

Tulio Salguero tuvo en primer lugar uno novillo noblote pero sin transmisión, y a menos.

El joven pacense trató de tirar de él con temple sobre todo por el lado derecho, pero, pese a la voluntad que puso en su quehacer, pecó a veces un tanto de perfilero, además de dejarse tropezar más de la cuenta.

Hubo pases sueltos por los dos pitones de cierto buen aire pero el conjunto no tuvo unidad por culpa sobre todo del animal, cada vez más apagado y remiso, hasta que se paró del todo. Lo mejor, sin duda, la gran estocada final, de efecto fulminante.

Con el cuarto, el mismo guión ante un novillo al que le faltó empuje. Puso ganas de nuevo Salguero que pese a un prometedor inicio de faena fue perdiéndose poco a poco.

No tiene malas formas este Salguero pero debe limar algunos aspectos como los cites "fuera de cacho" y la falta de ajuste. Pero tiene madera y habrá que verle más adelante, cuando esté más placeado.

El primero de Cerro fue mansito pero muy noble, sobre todo por el lado derecho. Y por ahí lo toreó el novillero en el prólogo con suavidad y gusto en dos series de bonita factura.

Pero el novillo fue apagándose poco a poco y Cerro optó por buscar el parón para, una vez metido entre los pitones, pegar tres circulares invertidos y unas ajustadas bernadinas como corolario de su labor.

El sexto fue novillo incómodo, que se movió pero descompuesto y rematando los viajes con la cara arriba. Cerro anduvo solvente al principio, pero acabó un tanto aturullado, sobre todo por la falta de limpieza fruto de los cabezazos que pegaba el animal al final del cada muletazo.

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