Sólo Fandiño, con tres orejas, saca jugo a los bravos Victorianos en Pamplona

  • Una buena corrida en conjunto de Victoriano del Río, y en especial el bravo quinto toro, puso el triunfo en bandeja a la terna de hoy en San Fermín, aunque sólo Iván Fandiño logró sacarle jugo y cortarle tres generosas orejas que le abrieron la Puerta Grande de la Monumental de Pamplona.

Paco Aguado

Pamplona, 9 jul.- Una buena corrida en conjunto de Victoriano del Río, y en especial el bravo quinto toro, puso el triunfo en bandeja a la terna de hoy en San Fermín, aunque sólo Iván Fandiño logró sacarle jugo y cortarle tres generosas orejas que le abrieron la Puerta Grande de la Monumental de Pamplona.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Victoriano del Río, finos, hondos y muy bien presentados, con más volumen los tres primeros, y con impresionantes y muy astifinas cabezas. Corrida noble y manejable en su conjunto, salvo el segundo, pero con un toro destacado por bravura y calidad, el quinto, "Español" de nombre, premiado con la vuelta al ruedo.

Juan José Padilla: estocada honda, tendida y desprendida, y dos descabellos (silencio); y pinchazo y media (silencio).

Iván Fandiño: pinchazo y estocada tendida (oreja); y estocada trasera y desprendida (dos orejas).

Juan del Álamo: pinchazo, y media tendida y atravesada (silencio); y dos pinchazos y estocada trasera y caída (silencio).

En cuadrillas, destacaron Óscar Bernal picando al tercero, y Miguel Martín en la brega del quinto.

La plaza se llenó en el quinto festejo de los Sanfermines.

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LA BRAVURA PIDE ENTREGA

Pregonada en el encierro como peligrosa por aumentar la lista de heridos en los centros médicos, la corrida de Victoriano del Río fue simplemente brava, con todo lo que el adjetivo implica. Y además lo fue donde tenía que demostrarlo: en la arena de la plaza de toros y no en el adoquinado de las calles pamplonesas.

La de la ganadería madrileña fue una corrida muy seria de presentación, pues tuvo cuajo, hondura, buenas hechuras y unas muy astifinas e impresionantes cornamentas que la mayoría de los toros usaron para embestir repetidamente y con entrega a caballos y engaños.

Claro que, para lucir en la misma medida, el comportamiento de los toros bravos tiene que verse correspondido con la recíproca entrega de los toreros, lo que hoy no siempre sucedió.

Porque de ellos sólo sacó partido, y con mucha generosidad por parte del público y de la presidencia para premiarle, el diestro vasco Iván Fandiño, que paseó tres orejas y consiguió así salir a hombros camino de la curva de Telefónica.

Pero el balance de Fandiño no respondió con exactitud a lo realizado en el ruedo, ya que el primer trofeo se le concedió, simplemente, por la impresión que causó en el tendido la fea voltereta que sufrió al entrar a matar a su primero, que no tuvo mayores efectos que la rotura de la taleguilla a la altura de la ingle derecha.

Antes de eso, el torero de Orduña trasteó sin brillantez al único toro deslucido de la corrida, pues "se rajó" a mitad de faena, aunque aún se moviera sin clase hasta el momento de la suerte suprema.

En cambio, el quinto fue el mejor toro del encierro. Hondo y de armónicas hechuras, sin tantos pitones como el resto, "Español" mostró ya de salida su brava condición embistiendo entregado a los excelentes lances a la verónica con que le recibió Fandiño.

Empujó en dos medidas varas el de Victoriano del Río para después galopar y no parar de repetir en la muleta del vizcaíno, que lo dejó ver y que se fue asentando tanda a tanda sobre la arena para ligarle series de muletazos únicamente por el pitón derecho.

La faena tuvo su mayor virtud del movimiento continuo, aunque no llegó a ser rotunda y redonda por la falta de mayor reposo, pulso y voluntad de sometimiento del torero ante la brava condición de un toro que, premiado finalmente con la vuelta al ruedo, puso mucho de su parte para la concesión de ese doble trofeo.

Juan José Padilla, que fue recibido con mucho calor por las peñas de sol, sólo tuvo opciones con el cuarto, ya que el buen primero se lesionó una pata nada más comenzar el trasteo de muleta. En cambio, ese otro fue un astado manejable y sin mucha calidad al que el jerezano toreó con más oficio que pasión.

El salmantino Juan del Álamo tuvo un lote de triunfo grande con el que se empeñó en amontonar pase tras pase con una aparente ligazón. Pero todo ello con escasa convicción, sin ajuste ni temple, por mucho que, de no haber, pinchado, el fácil público de hoy le hubiera dado también alguna que otra oreja de poco valor específico

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