Somoza desvela la fórmula matemática del deseo en "El cebo"

  • Madrid.- Imaginen que el deseo, aquello que nos origina placer, pueda ser expresado matemáticamente y reproducido de forma artificial para doblegar nuestra voluntad, y que la policía entrenara a especialistas en replicar esos gestos para luchar contra el mal: esa es la teoría que desarrolla "El cebo", de José Carlos Somoza.

Somoza desvela la fórmula matemática del deseo en "El cebo"
Somoza desvela la fórmula matemática del deseo en "El cebo"

Madrid.- Imaginen que el deseo, aquello que nos origina placer, pueda ser expresado matemáticamente y reproducido de forma artificial para doblegar nuestra voluntad, y que la policía entrenara a especialistas en replicar esos gestos para luchar contra el mal: esa es la teoría que desarrolla "El cebo", de José Carlos Somoza.

Este autor español de origen cubano, que colgó la bata de psiquiatra en pos de una carrera literaria, ha sido clasificado por muchos como inclasificable por sus retorcidas tramas, que atrapan, zarandean y dejan al lector exhausto, aunque él, tras mucha reflexión, se considera "un autor de novelas de suspense, de misterio, de thrillers", según explica en una entrevista con Efe.

"Más allá de eso, no me identifico con nada. Todas mis novelas tienen un misterio, incluso 'El Silencio de Blanca' (con la que ganó el premio La Sonrisa Vertical). Nunca he podido abandonar la idea de que el lector no lo sabe todo cuando comienza el libro y de que tenemos que guiarle a través de un laberinto de sorpresas para que al final descubra la causa de todo", señala.

Con "El Cebo" (Plaza y Janés), el escritor "quería escribir una novela en la que alguien tuviera que averiguar el deseo de otro para poder atraerlo y atraparlo. Y no sólo averiguar el deseo, sino hacerse el deseo del otro".

Toda una teoría que Somoza desarrolla en su libro y a la que incluso ha dado un nombre: la psinómica, esa ciencia que estudia el código matemático de nuestros deseos.

Así surge "El cebo", que bien habría podido ser romántico, pues "a fin de cuentas cuando nos enamoramos tratamos de gratificar el deseo del otro". Pero en vez de amantes, Somoza metió en la coctelera a un par de psicópatas espeluznantes y una joven "cebo" de la policía, especialista en replicar las conductas que atraen a las personas -también a los malos- y doblegan su voluntad.

De trasfondo, se repite otra de las costumbres de Somoza, la de introducir en la trama elementos literarios. En "La Dama Número 13" fue el poder brutal de la poesía; en "La llave del abismo", su tributo personal a Lovecraft; y en "El Cebo", la clave es Shakespeare, en cuyas obras deposita el escritor las claves de esa clasificación de las personas según sus deseos, según lo que les provoca placer.

"Shakespeare tenía que estar en una novela que se basa en estudiar la psique de otros y me pareció bonito que Shakespeare fuera recuperado por la propia ciencia y que sus obras se convirtieran en manuales de estudio para atrapar a delincuentes", refiere.

Aunque cada novela suele llevarle un año, ésta ha tardado el doble en ver la luz. La culpable ha sido Diana Blanco, la contradictoria protagonista, que tiene fascinado a su creador.

"Suelo escuchar mucho a los personajes y éste me hablaba mucho, es enormemente sincera, asertiva. Por ello dediqué mucho más tiempo a estudiarla y quizá por eso ha salido una novela que a diferencia de otras está en primera persona y tiene uno de los personajes centrales más intensos que he creado", asevera.

Plantea Somoza, más allá, una disyuntiva: ¿sería bueno conocer por qué deseamos lo que deseamos, o sería atroz?.

"Siempre nos hemos preguntado por qué nos gustan las cosas que nos gustan, no sabemos por qué unos tienen preferencia por flores blancas y otros rojas, por un partido político, por una persona determinada en nuestras vidas. Tiene que haber una razón, y eso es con lo que yo especulo", indica.

Con dos de sus libros a punto de ser llevados al cine, Somoza precisa que no piensa en ninguna actriz concreta cuando crea a sus protagonistas, casi siempre mujeres luchadoras de carácter marcado.

Y para finalizar, una declaración de principios: "Me interesan los juegos intelectuales con el lector, al que planteo un recorrido por un laberinto. Espero que a la salida tanto el lector como el protagonista hayan cambiado y se hayan transformado, eso es lo que yo pretendo".

Lorena Cantó

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