Un público adolescente se rinde ante New Order, icono de la música ochentera

  • El público del Lollapalooza tuvo que enfrentarse esta noche a una disyuntiva en el cierre de la cuarta edición del festival, presenciar por fin a Chris Cornell con su banda Soundgarden o apostar por New Order, la leyenda de la música electrónica.

Manuel Fuentes

Santiago de Chile, 31 mar.- El público del Lollapalooza tuvo que enfrentarse esta noche a una disyuntiva en el cierre de la cuarta edición del festival, presenciar por fin a Chris Cornell con su banda Soundgarden o apostar por New Order, la leyenda de la música electrónica.

Con el "corazón partío" por la coincidencia de horarios, unos 10.000 espectadores optaron por el concierto del grupo más emblemático de la "new wave" británica, mientras que a escasos metros, el sonido "grunge" de Seattle rasgaba el aire de la fría noche.

Y lo paradójico fue que la banda mas veterana del Lollapalooza convocó al público más joven del festival.

Un suicidio (el de Ian Curtis, en 1980), tres separaciones, varias deserciones y múltiples proyectos en solitario suponen que ver hoy día a la legendaria banda de Manchester sobre un escenario tenga un componente místico, casi milagroso.

Porque en 2007, el bajista Peter Hook anunció la separación definitiva de New Order e inició un pleito con el vocalista Bernard Summer y el baterista Stephen Morris por el uso del nombre.

Pero con Hook o sin él, ellos estaban decididos a volver a los escenarios, así es que convencieron al tecladista Gillian Gilbert, un antiguo integrante que regresó tras diez años de ausencia, y al bajista Tom Chapman, quienes completan la formación junto al también tecladista Phil Cunningham.

Y desde hace tres años recorren nuevamente los escenarios de medio mundo, incluido Sudamérica y Chile, donde ya estuvieron en diciembre de 2011.

Y esta noche, de no ser por la cansada voz de Bernard Summer, la banda formada en 1980 sobre las cenizas musicales de Joy Division se habría mimetizado perfectamente entre un público casi adolescente.

La esquina arbolada del parque O'Higgins donde estaba situado el escenario de New Order se convirtió en una gigantesca pista de baile nada más empezar a sonar Crystal", el éxito del álbum "Get Ready" (2001), que marcó la reunificación de la banda, tras su separación en 1998.

A continuación sonaron "Regret", del disco "Repúblic (1993), y la legendaria "Ceremony", compuesta cuando Ian Curtis todavía vivía y que apenas sí alcanzaron a tocar una vez en directo con Joy Division.

Al final de la primera parte, apoyándose en samplers y sintetizadores, New Order descargó la pirotecnia electrónica con "Bizarre Love Triangle", "True Faith" y "The Perfect Kiss", símbolo de la transición del rock a la música bailable.

Y por fin llegó el momento de tatuarse la emoción de "Blue Monday", la canción que arrasó en todas las pistas a comienzos de los ochenta y que acabaría convirtiéndose en el disco de baile más vendido de todos los tiempos.

Y como ya es costumbre desde el festival de Reading en 1998, los de Manchester reservaron una parte del concierto para rendir un tributo a Ian Curtis.

Una explícita alusión ("Forever Joy Division") sobre la gigantesca pantalla que cubría el fondo del escenario recordaba "el legado perdido", como ellos lo llaman.

Y nada mejor que la siniestra elegancia de "Atmosphere" y "Love will tear us apart" para recordar a una de las bandas más efímeras e influyentes de las últimas tres décadas.

Y con apenas ocho álbumes de estudio, desde "Movement" (1981) a "Waiting for the sirens call" (2005) y esa extraña mezcla de melancolía, vitalidad y madurez, New Order seguirá su camino en las próximas semanas por tierras sudamericanas.

El próximo 1 de abril les espera la primera edición de Lollapalooza Argentina y dos días después, el festival Rock N'Fall, en Montevideo (Uruguay), antes de sumarse al cartel del Lollapalooza Sao Paolo (Brasil) el día 6.

En tanto, el 1 de julio arribarán a Norteamérica para tocar sucesivamente en Chicago, Seattle, Vancouver, San Francisco y Los Ángeles.

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