Warlikowski y su lectura "lady Di" para "Alceste" no gusta al Real

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 27 feb.- Nunca podrá saberse qué habría pasado esta noche en el Real si para la primera puesta en escena en 237 años de "Alceste", de Gluck, en vez de la lectura "lady Di" que ha hecho Krysztof Warlikowski se hubiera elegido algo más "decimonónico". Lo que es un hecho es que a él le han abucheado con pasión.

Lo mismo que el nuevo director musical del teatro a partir de la próxima temporada, Ivor Bolton, ha sido muy aplaudido al frente de la orquesta y los intérpretes principales, Angela Denoke, Paul Groves y Willard White, Warlikowski, ya acostumbrado a un público de estreno refractario al riesgo -ha dirigido allí también "Vec Makropoulos", "Krol Roger" y "Poppea e Nerone"-, ha cosechado una sonora protesta.

La idea del polaco era que Alceste, la mujer que se intercambia por amor con su marido, Admete, en la condena a muerte de los dioses, era como lady Di, y así, lo primero que ven los espectadores en una pantalla que ocupa por entero el escenario es a la heroína sentada en una de las salas del Real contestando una supuesta entrevista.

En ella le preguntan, recreando la atmósfera y el tono de la que concedió lady Di explicando que no solo no quería a su marido sino que iba a divorciarse de él, por su relación con su marido y su estado mental.

Jugando con lo que dice y la memoria del público sobre el desdichado episodio, Warlikowski imagina a continuación que Admete se ha enterado de lo que ha dicho y ha enfermado de tal forma que está en un hospital agonizando.

En cuanto le ve en la camilla se olvida de cómo ha sido la relación, de que él la ha humillado. Al principio sí estaba enamorada de él y luego se da cuenta de que ha vivido una mentira porque él no ha dado nada a su matrimonio.

Y ahí acaba el "momento Di" y empieza la letra del libreto de François-Louis Gand Le Blanc du Roullet, basado en el original de Ranieri de'Calzabigi.

Warlikowski ha querido que no haya dioses en escena, sino seres humanos en distintos niveles de conciencia, con lo que mezcla delirios, sueños y alucinaciones, especialmente en un acto tercero que, a algunos espectadores, a juzgar por sus aspavientos, se les hacía difícil de digerir.

Quizá sea porque ha ubicado el infierno en una morgue en la que sus moradores, de repente, se levantan como zombies y en unas espasmódicas idas y venidas intentan amarse los unos contra los otros mientras Denoke y Grove se emplean a fondo en hacer creíble que se puede salir y entrar del averno convenciendo a un Hércules que parece un payaso del McDonald's.

Es humana y paradójica, advertía en la rueda de prensa de presentación Warlikowski, que quería que todo el planteamiento fuera claro y rápido: "quieres divorciarte, quieres morir y hacerlo fácil; pues ya está".

La esencia de "Alceste" sobrecoge porque, como proponía Lars von Triers dos siglos largos después en "Rompiendo las olas", no deja de ser "tremendo" que un ser humano tenga posibilidad de sobrevivir y que pueda hacerlo a cambio de que otro se cambie con él en la muerte.

Ha querido mostrar al ser humano en su pequeñez, sin heroicidades y ahí el vídeo le ha servido en cada acto para acentuar y remarcar el dolor de los protagonistas o sus "verdaderas intenciones", igual que se ha servido de un diálogo, en inglés, entre Eurípides y Admete que ponía los pelos de punta por su crudeza.

Hay quien ve en Alceste, explicaba Warlikowski, la encarnación del amor conyugal y ofrece uno de los más penetrantes estudios de devoción de la esposa y el conflicto entre amor maternal y marital.

Bolton, que aunque ya se está ocupando de la "formación" de la orquesta no se incorporará de pleno hasta la próxima temporada, ha tomado "decisiones fundamentales" para interpretar este Gluck, en cuyo periodo reformista es un absoluto experto.

Ha recuperado los sonidos naturales, fundamentalmente los de las trompetas y los trombones, y ha subrayado el gran talento de Gluck en esta obra que supuso una auténtica revolución para la época porque cortaba con la tradición melismática y las innumerables repeticiones.

El director ha marcado un nuevo estilo en el foso, saliendo para encargarse él mismo de los compases de afinación, algo tan inesperado que el público no le ha aplaudido cuando ha aparecido; dando la mano uno por uno a los músicos más cercanos a él y volviéndose de vez en cuando a mirar curioso al auditorio.

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