Argelia, tierra de acogida para migrantes que soñaban con Europa

Hasen mendiga por las calles de Argel para alimentar a su mujer y a su bebé. Al igual que este nigerino, muy demacrado, miles de migrantes de África subsahariana se quedan en Argelia cuando no logran llegar a Europa.

Durante mucho tiempo Argelia fue tierra de emigrantes, sobre todo a Francia, pero en los últimos años se ha convertido en un país de destino para muchos africanos del oeste del continente.

Nigerinos, malíes, cameruneses o nigerianos se enfrentan a diario a los peligros del Sáhara en busca de refugio en el país más grande de África.

No hay cifras oficiales sobre su número, pero las oenegés hablan de 100.000.

La travesía hacia Europa es cada vez más difícil. Estos migrantes prefieren establecerse en Argelia, un país relativamente estable y rico en comparación con los suyos. Pero la vida es complicada.

"No he encontrado trabajo", explica a la AFP Hasen, un treintañero llegado hace seis meses con su mujer, Mariam, y un hijo de corta edad.

"Para nosotros allá no hay nada, salvo hambre e inseguridad, entonces hacemos todo lo posible por evitar que la policía (argelina) nos detenga", afirma este hombre, que como muchos de sus compatriotas no quiere dar su nombre completo por miedo a ser repatriado.

Según la prensa, más de 12.000 nigerinos en situación irregular en Argelia fueron devueltos a su país desde finales de 2014 en virtud de un acuerdo entre Argel y Niamey. La Media Luna roja argelina no ha querido comunicar a la AFP las cifras de que dispone ni precisar cuántos migrantes se encuentran a la espera de ser repatriados.

En Argelia es casi imposible conseguir el estatus de refugiado y a los candidatos se les considera, a menudo, "migrantes en situación irregular", afirmó en mayo el relator especial de la ONU sobre el derecho a la Salud, Dainius Puras.

La presencia de cada vez más migrantes suscita reacciones xenófobas en algunos argelinos.

El 24 de marzo, la ciudad de Béchar, a 1.000 km al suroeste de Argel, fue escenario de actos violentos entre habitantes y migrantes. Hubo heridos en los dos bandos.

"Hemos huido de Boko Haram, queríamos tranquilidad pero en Béchar nos han lapidado y nadie hizo nada por nosotros", contó a la AFP Ismael, con un nudo en la garganta.

La Liga argelina de defensa de los derechos humanos (Laddh) denunció esta "violencia".

"La sociedad argelina se encontraba en una fase de recomposición, estas tensiones entre la población local y los extranjeros son normales", estima el sociólogo Saib Musette. Pero -añade- "las autoridades deben garantizar la protección de todos los extranjeros en su territorio".

La sociedad argelina es "xenófoba", estima el sociólogo Ali Bensaad. "Estaba en una posición cómoda de víctima. El racismo venía de fuera", explica, refiriéndose al rechazo sufrido por los argelinos en Europa.

Pero en la actualidad, el aumento del número de migrantes en Argelia "demuestra que en nuestro subconsciente, existe esta xenofobia", afirma.

Algunas voces reclaman la integración de los migrantes, como los empresarios de Ouargla, una ciudad del sur donde la mano de obra escasea, especialmente en el sector de la construcción.

Muchos jóvenes argelinos rechazan algunos trabajos y, poco a poco, estos migrantes de África subsahariana los sustituyen, explica Ali Bensaad.

Trabajan como panaderos, jornaleros agrícolas, albañiles... y aunque sea de manera informal acabarán integrándose en la sociedad, augura Josiane, una migrante camerunesa que llegó hace seis años y trabaja para asociaciones.

Los extranjeros "contribuyen positivamente a la actividad económica local", abunda Saib Musette.

La integración podría tener un interés geopolítico, debido a que los países del Magreb - como Marruecos y Argelia- compiten por reforzar sus relaciones con el África subsahariana, afirma Bensaad, autor de numerosos estudios sobre los fenómenos migratorios.

"Si Argelia quiere tener buenas relaciones con los países de donde viene esta gente debe tratar bien" a los migrantes, recalcó.

El secretario general de la Laddh, Abdelmumene Jelil, no es tan optimista: "Desgraciadamente, estamos lejos" de la integración.

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